Prisión perpetua para los tres acusados de matar a Almirón

Klein, el ex policía, el pai umbanda fueron condenados a 35 años de prisión. Además se investigará la veracidad de dos declaraciones.

Cadena perpetua fue la sentencia que dictó el Tribunal Penal 1, para Eugenio Klein, el pai umbanda Hugo Odilón Ledesma y el ex policía Ellis Gustavo Giersztunowicz, por el delito de homicidio calificado premeditado por dos o más personas. En tanto, que José Luis Rey y Marcela Leiva consideraron que Eugenio Fernández de Oliveira debe ser condenado a seis años de prisión por encubrimiento agravado, condena que fue contrariada por Martín Errecaborde, quien solicitó tres años de prisión en suspenso y que será debatido y puesta en conocimiento el 3 de diciembre. El único beneficiado fue Carlos Alberto Gómez, quien fue absuelto de culpa y cargo.


La cuarta jornada del debate comenzó con la declaración de Gómez, quien se abstuvo en un primer momento. Éste explicó que el 18 de junio llegó al templo umbanda alrededor de las 5 de la madrugada, y encontró a «Ledesma, Klein y Giersztunowicz, estaba todo baldeado. Me dijeron que ‘Chelo’ se fue a Buenos Aires. Al día siguiente había una obsesión de limpiar todo».


Gómez, sin poder disimular los nervios que lo invadían, dijo que «sólo era un pilincho en la casa. Yo nunca hablé con Chelo». Explicó que después el pai le contó lo que había sucedido, «se pasaron de la raya». Pero le advirtieron que «se callara, porque los errores se tapan con tierra».


«El pozo era de profundidad, nunca miré hacia abajo», explicó. «El día del allanamiento yo estaba contento, porque se terminaba todo».


Antes de comenzar con los alegatos, Eugenio Klein pidió volver a declarar porque «no se puede vivir con esto, necesito contar lo que pasó ese día».


Klein explicó que ese día fue a la casa de Ledesma, «cuando llegó Almiron me escondí en el baño, él fue hacia atrás y empezamos a discutir porque le había dado las llaves del pool a Pablo, un amigo que yo no conocía».


El hombre dijo que ahí «empezamos a pelear, yo le pegué una piña en la cara», cayeron y rompieron las estatuas «y Fernández se puso loco, me asusté, salí, agarré la moto de Chelo y me voy al kiosco y le digo a Ledesma que vaya porque se armó todo».


Con total frialdad dijo que se quedó a tomar una gaseosa en el kiosco y cuando regresó «vi que Chelo tenía un corte en el cuello y Ledesma me dijo ‘lo tuvimos que cortar para que muera más rápido'».


Luego del contar lo único en el que todos los imputados coincidieron, en como se deshicieron del cuerpo, dijo que siguió las instrucciones de Ledesma de que «me vaya a Oberá y no hablara con nadie. Fernández también me dijo que me quedara tranquilo que no íbamos a quedar pegados porque su mamá trabajaba en el Juzgado».


En su última declaración desvinculó a Giersztunowicz del hecho «él no estuvo, se enteró el viernes, cuando Ledesma le pidió que le ayude a guardar la moto».


«Tuve miedo de contar antes, porque no quería que mi familia se entere que yo frecuentaba esa religión. Ledesma estaba por denuncia pero primero quería sacar sus cosas, para no profanar su templo».

«Una montaña de mentiras»


«Esto fue una montaña del lodo de la mentira, pero dentro existe la verdad, y yo tengo la reina del proceso que es la prueba», aseveró la fiscal Liliana Picasso, en el momento de los alegatos.


Solicitó al pena máxima para Klein, Ledesma y Giersztunowicz por el homicidio de Miguel Ángel Almiron, el cual se perpetró con alevosía y con la premeditación y participación de dos o más personas. Explicó que el crimen comienza a formularse y organizarse al mediodía en el pool de los socios Giersztunowicz y Klein y culmina en el «macabro templo», ubicado en la avenida Cabo de Hornos entre calles 73 y 74.


«El templo y el pool era un aguantadero de todas estas personas que querían generar plata, pero nunca trabajo», apuntó la fiscal.


«Chelo fue inocentemente en busca de los papeles de la moto que le había dejado Klein a Giersztunowicz. Ahí lo estaban esperando», aseveró Picasso.


Explicó que si las cosas ocurrieron como han declarado, «el pai ya estaba vestido para el culto, y se va así al kiosco», se preguntó la fiscal. A lo que agregó que Cindulfo Ramírez, el kiosquero, antes de morir declaró que los papeles de la moto que Ledesma dijo que fue a buscar ese día, le fue entregado un mes antes del allanamiento al templo, es decir un mes después de la muerte de Almirón.


Destacó la frialdad con la que mataron a Almirón, «mataron con total desprecio por la vida, después se pusieron a tomar mate, luego durmieron hasta el mediodía como si hubiera muerto un chancho o una gallina».


La fiscal, poniéndole un tinte más macabro al crimen, dijo que «había sangre humana en todos lados, incluso en los clavos, pero el tiempo de estar en el pozo borró muchas pruebas, como también los golpes en el cráneo».


En tanto que para Fernández de Oliveira pidió seis años de prisión, pena máxima por encubrimiento agravado; y para Gómez solicitó tres años de cárcel.


Además solicitó se investigue la veracidad de los testimonios de Lorena Alderete y Laura Rotela.

Todos eran encubridores


Los defensores de César Klein denunciaron los apremios ilegales y dijeron que «esto no fue un sacrificio humano, fue una pelea que lamentablemente terminó con una vida».


Ricardo Skanata renegó porque la «investigación se basó en los dichos de Fernández, nunca se hizo un ADN de la sangre, ni se investigó a Cesáreo que es un delincuente y el mayor beneficiado con esta muerte». Por lo que pidió sea condenado por encubrimiento.


Nélida Amelia, defensora del pai, dijo que el hecho está «plagado de dudas, contradicciones y denuncias de apremios. Es una historia que se plantó y lo demás se dejó de lado. Las pruebas son muy endebles», aseveró.


Pidió la absolución por el beneficio de la duda y la pena por encubrimiento.


En tanto Lilian Belloni, abogada del ex policía, dijo que su defendido «Giersztunovich viene clamando su inocencia desde el comienzo y ningún imputado dice que él lo mató». Solicitó al tribunal la libertad del ex policía y «en caso de no creer» que sea juzgado por encubrimiento.


Por su parte, Celina Márquez, abogada de Gómez, dijo que su defendido «no estuvo metido en nada». Por lo que pidió la absolución.


Mientras, Ricardo Venialgo, defensor de Fernández de Oliveira, dijo que «él estuvo en el lugar y momento equivocado». Pidió se lo juzgue por encubrimiento pero con prisión en suspenso, «porque ya se insertó en la sociedad».


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