«Sin clientes no hay trata»

«Que no nos avergüence hablar de las cosas que a otros no les avergüenza hacer», frase que usa la diputada provincial Sandra Montiel, para explicar de dónde proviene la trata de personas, y desde qué época se sometía a las mujeres a este vil comercio de algunos humanos. Trata proviene del latín «traho-traxi-tractum: tirar hacia sí, llevar con fuerza y por la fuerza, arrastrar». Los primeros usos de este vocablo estuvieron vinculados a la trata de negros en el siglo XVII, y posteriormente se lo utilizó por extensión y oposición en el siglo XX para la trata de blancos.

Según datos de la OIT la trata de personas genera ingresos anuales de 32.000 millones de dólares en todo el mundo. Constituye el tercer negocio ilegal, después del tráfico de drogas y de armas más rentable. Se estima que cada año 800.000 personas son víctimas de trata. De acuerdo a los protocolos internacionales la trata de personas puede tener fines de servidumbre laboral, comercio sexual, o venta de órganos.

El 85% de la trata de personas en el mundo es para comercio sexual, y tiene como víctimas a niñas, niños, adolescentes y mujeres. Los principales destinos internacionales son Holanda, Alemania, Japón, España, Italia; y Estados Unidos como destino principal al que llegan entre 45 y 50.000 mujeres por año. Las mujeres traficadas provienen de los países europeos más pobres, de Africa Y Latinoamerica.

La trata de personas es realizada por mafias nacionales e internacionales que trabajan en forma especializada y diferenciada, con grupos en los lugares de origen, en el transporte de las víctimas, y en los lugares de destino. Utilizan distintos métodos para reclutarlas que van desde la seducción de hombres que ofician de novios hasta hacerlas caer en las redes, la oferta laboral engañosa para trabajos en otras provincias y países en servicio doméstico, clubs nocturnos, o restaurants, o bien el secuestro y la compra de menores.

Las mujeres en trata pueden permanecer años reclutadas «mientras el cuerpo aguante», teniendo entre 8 y 16 servicios sexuales diarios en prostíbulos, casas, hoteles, bares. Les roban el pasaporte y el documento, no pueden salir y si lo hacen salen monitoreadas, no pueden tener amigas, si se enferman les llevan el médico al lugar, las van cambiando de prostíbulos y casas todo el tiempo Sufren de violencia física e intimidación mediante amenazas a ellas mismas y a sus familias. También se las induce a la adicción a drogas o al alcohol dejándolas en un estado de mayor vulnerabilidad aún.

La trata de personas ha crecido en la Argentina de forma sostenida durante los últimos 5 años. La mayoría de los casos son de trata interna, con mujeres reclutadas en Misiones y otras provincias del norte para ser llevadas a Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos, Chubut y Santa Cruz, entre otras. También es un país de destino de mujeres reclutadas en Paraguay, Perú, Bolivia y Colombia para que trabajen en prostíbulos locales; y es un país de origen porque mujeres argentinas son traficadas a México, Italia, Alemania, entre otros países.

La mayoría de los países del mundo han modificado sus leyes en base al protocolo de Palermo, focalizando en dos de los elementos: penalización a los tratantes, y programas de protección y asistencia a las víctimas. Argentina también lo ha hecho mediante la Ley 26.364. Cabe preguntar, qué pasa con el tercer elemento tan necesario e indispensable para que exista la trata? la demanda.

Por qué hay trata de personas para comercio sexual? Porque hay quien compra. Quiénes compran? Hombres. Cuánto se trafica? Todo lo que haga falta para cubrir esa demanda. Por qué es tan rentable? Porque a una misma mujer más de 10 veces al día la hacen «producir» y durante varios años.

La trata con fines de explotación sexual donde son esclavizadas en más de un 95% mujeres y niñas existe fundamentalmente porque hay clientes que buscan este tipo de servicios y pagan. Jamás la trata sería de tan alta rentabilidad si no hubiera una demanda constante de hombres que compran por una hora, por media o por varias el cuerpo de una niña, de una adolescente o de una mujer.

Acaso no hay que penalizar ese acto perverso del que paga, comprando una mujer, una niña a sabiendas de que no debe hacerlo? A qué van a apelar los clientes, los usuarios, los prostituidores? Al consentimiento de la víctima? Acaso esas mujeres esclavizadas, amenazadas, en un estado extremo de vulnerabilidad pueden tener la libertad de decir que no quieren tener ese servicio sexual? Cuántas mujeres se animan a hacerlo o a denunciar si saben que las pueden asesinar a ellas o a su familia?

Creo entonces que nos cabe a todos la responsabilidad social desde el lugar donde estemos para evitar la esclavitud sexual de nuestras niñas, adolescentes y mujeres. A través de leyes, de programas de asistencia y protección a las víctimas, de padres que enseñen a sus hijos que el cuerpo de una mujer no se compra, de denuncias de vecinos que observen movimientos extraños en sus barrios, de alertas a jóvenes que puedan ser engañadas, de la prohibición en los medios de comunicación de ofertas engañosas de trabajo, de intervención de las fuerzas de seguridad y de la justicia. Pero principalmente cabe a quienes son habitués de prostíbulos, y consumidores de servicios sexuales, repensar su responsabilidad social, civil y penal en la generación de la demanda de esclavas sexuales, de niñas prostituidas.

No se pueden naturalizar o legitimar este tipo de prácticas: la búsqueda de ofertas sexuales, sabiendo los hombres que con los 30, 50 o 100$ que paguen por el servicio están sosteniendo esclavas, están destruyendo vidas, están violentando los derechos humanos de estas niñas y de estas mujeres en su dignidad, en su libertad, y en su identidad.

«Porque tú pagas hay trata» así reza una campaña publicitaria en España. La Trata es la forma extrema de violencia hacia la mujer. Podemos hacer todos los esfuerzos para combatirla, pero mientras haya hombres que demanden, van a seguir existiendo esclavas sexuales.

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