Misiones y Tucumán lideran la explotación sexual en el país

La Organización Internacional de Migraciones advirtió que en estas provincias la trata de personas con fines de explotación laboral y sexual llega a los niveles más preocupantes.

La pobreza, la falta de oportunidades y la desinformación son algunas de las circunstancias que confluyen en el desarrollo del tenebroso negocio de la explotación laboral y sexual de niños, niñas y adolescentes, en los estados del norte de la Argentina.

En esa región, aparecen Misiones y Tucumán como las provincias más vulnerables para la acción de los «reclutadores», no sólo domésticos sino también internacionales, que encuentran en la permeabilidad de sus fronteras con países vecinos una impunidad cierta.

No en vano la Organización Internacional de Migraciones (OIM), ubicó a Misiones y también a Tucumán, como los lugares donde la trata de personas con fines de explotación laboral y sexual llega a los niveles más preocupantes.

El organismo reveló la existencia de al menos cinco grandes grupos de traficantes que, conectados entre sí, se dividen el territorio argentino para intercambiar a las jóvenes reclutadas por períodos, a fin de eludir la acción de la Justicia, pero con una fuerte ascendencia sobre autoridades políticas, judiciales y policiales.

Sólo con esas complicidades «fue posible que el tráfico de personas supere hoy al de drogas en el mundo, ubicándose en el segundo lugar detrás de la comercialización ilegal de armas», dijo Amelia Báez, subsecretaria de Derechos Humanos de Misiones.

Al contrario de las observaciones que remitían a la tierra colorada como lugar propicio para esas maniobras, basado en la composición étnica de su población, la funcionaria advirtió que «los traficantes ya no buscan sólo rubias y de ojos verdes».

«Hoy en día y teniendo en cuenta que la explotación sexual de una joven puede llegar a reportar al reclutador unos 12.000 dólares anuales, todas, sin distinciones de color, raza o religión, están expuestas a este flagelo», señaló Báez.

A propósito, la subsecretaría que responde al flamante Ministerio de Derechos Humanos de Misiones, recordó un reciente caso en que cinco mujeres, dos de ellas menores, fueron detenidas cuando viajaban a Córdoba a trabajar en una whiskería.

Comentó que las menores eran «chicas extremadamente humildes que si bien fueron adiestradas para mentir, se les notaba en el rubor de sus rostros, que no tenían idea del lugar adonde iban, y menos del trabajo que les tenían reservado».

En cambio, las mayores se desenvolvían con más soltura y «hasta se burlaban de los consejos que dábamos a las más chicas, en especial cuando les alertamos que el objetivo final era el de prostituirlas, esclavizarlas, y que nada del dinero abundante y la buena vida que le había prometido era cierto».

«Sin lugar a dudas hay grupos organizados en estas provincias, donde no está solamente el sector empresarial enriquecido que busca, de una u otra manera, complacer sus placeres sexuales en forma importante a través del dinero», dijo por su parte el juez Correccional y de Menores de Posadas, César Raúl Jiménez.

Precisó que en ese detestable negocio «también están incluidos sectores políticos y fuerzas de seguridad».

«Acá no están exentos ningunos de los sectores de poder importantes y por eso tenemos que a través de estas organizaciones sociales de base, imponer en el colectivo esta triste realidad», subrayó.

Para seducir a potenciales prostitutas, generalmente los reclutadores recurren a los servicios de un contacto local, preferentemente mujer, que les provee de dinero, buena ropa y les promete un trabajo simple y bien remunerado.

Es más, en casos hasta consiguen el consentimiento de los padres para que «se vayan con la señora», como identifican a la intermediaria que, en un paso posterior, hace aparecer en escena al verdadero iniciador de la tratativa: un hombre entrado en años que irradia confianza.

Así, la misma operación en uno, dos o tres casos, centrados en zonas rurales y paupérrima condición económica, conforman un grupo que termina por convencer a todo el entorno de haber emprendido un camino mejor al que tenía signado.

La adulteración del documento de identidad, si es que las reclutadas lo tienen, es el paso siguiente, ya que habrá que afrontar controles en las rutas y caminos. Caso contrario, se pergeña una mala falsificación, tanto que no resistiría la menor requisa. Pero, igual, la cuestión es viajar cuanto antes.

El destino será Córdoba, Rosario o alguna ciudad sureña de la Argentina, en un trueque sinfín que terminará por destruirlas, viviendo como esclavas, empujadas a la drogadicción o en algún zanjón por intentar escapar del martirio, como le ocurrió a la misionera Andrea Da Rosa, quien permaneció diez años con sus captores y hoy dar charlas acerca del flagelo de la trata de personas con fines de explotación sexual y laboral.

Fuente: DyN

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