Devotos visitaron los santuarios del Gaucho Antonio Gil en Posadas

Como cada 8 de enero los seguidores del gauchito correntino se hicieron presente en los distintos altares de la ciudad. Año tras año las demostraciones de fe aumentan gracias a la creencias de sus fieles.

Altares paganos. Cuando las demostraciones de fe se juntan con la realidad cotidiana de los seguidores.

Altares paganos. Cuando las demostraciones de fe se juntan con la realidad cotidiana de los seguidores.

Cuenta la leyenda que Antonio Mamerto Gil Nuñez, más conocido como el «Gauchito» Gil, formaba parte del ejército del general Zalazar. El pueblo de Corrientes estaba dividido entre los celestes (liberales) y los colorados (autonomistas). En medio de cruentas luchas, Antonio Gil decidió desistir de llenar sus manos con sangre de inocentes. Por eso sus detractores lo acusaron, lo capturaron y lo llevaban a Goya para ser juzgado. Sin embargo todos sabían que su destino era la muerte. Así fue, durante el camino murió desgollado por sus captores.

Antes de morir, Gil advirtió a un sargento sobre la suerte que correría su hijo. Cuando éste llegó a su casa encontró al niño muriéndose y acordándose de las palabras dichas por el «Gauchito» y le imploró la salvación de su hijo.

El pequeño se sanó. De esta manera nacía uno de los mitos más populares de la región. En el departamento de Mercedes, provincia de Corrientes, se alza el principal santuario de este rito pagano. Cada 8 de enero sus fieles deciden rendirle culto a sus creencias.

Las banderas rojas flamean en el frente de las casas y un chamamé pone ritmo a la tarde. Allí donde la fe se reúne con la realidad, aparecen los testimonios de vida que cada devoto cuenta.

Carlos García explicó su encuentro con Antonio Gil: «Hace dos años atrás me tenía que realizar una angiosplastía. Siempre venía al Gauchito Gil y un día me dijo que esperá un poco, porque yo estaba con miedo. Mi turno era en noviembre y tiré para más adelante. Al día de hoy que no siento nada.» Historias como las de él hay muchas. El señor Pérez, como lo conoce, levantó el santuario ubicados en Garupá. Vestido con camisa roja y sombrero de gaucho señaló: «Tuve un accidente de tránsito, quedé apretado por la ruedas de hierro de un tractor. Desperté internado en el hospital. A través de un tomografía computada me descubrieron una inflamación en el cerebro. Un día dormido se me presentó el Gauchito y dijo que me iba a recuperar. Seguí con los tratamientos hasta que decidí confiar en mi sueño y me ecomendé al Gauchito». Todos los devotos concuerdan en que Gil no cura, ni hace milagros, sino que es un intemediario de Dios para los ruegos.

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