El camino de la solidaridad

Más allá de la obligatoria asistencia estatal, muchos carenciados y discapacitados de San Vicente saben que cuentan con la ayuda de una mujer, Petty, que vive a cientos de kilómetros de aquí, en Buenos Aires. Saben que cada vez que desembarca en estas tierras no viene con las manos vacías. Su silencioso trabajo le permite proveer a esos vecinos de elementos de primera necesidad, desde sillas de ruedas hasta alimentos, que durante meses los colecta en su zona, gracias a la solidaridad de amigos y desconocidos; de empresas; y de organizaciones.

San Vicente (Corresponsalía). Más allá de la obligatoria asistencia estatal, muchos carenciados y discapacitados de este municipio saben que cuentan con la ayuda de una mujer, Petty, que vive a cientos de kilómetros de aquí, en Buenos Aires. Saben que cada vez que desembarca en estas tierras no viene con las manos vacías. Su silencioso trabajo le permite proveer a esos vecinos de elementos de primera necesidad, desde sillas de ruedas hasta alimentos, que durante meses los colecta en su zona, gracias a la solidaridad de amigos y desconocidos; de empresas; y de organizaciones.
Petty es Edelmira González de Lima, y tiene casi 40 años. Vive en Escobar, pero nació y se crió entre San Vicente y Aristóbulo del Valle.
En esta nueva misión, -llegó hace diez días a la Capital de la Madera-, además de donaciones trajo a Santiago, un chico no vidente de 13 años que toca teclados, y que tuvo oportunidad de mostrar sus cualidades en la Escuela Especial N° 30 de esta localidad.
«Esta vez llegamos con ropas y seis sillas de rueda. Cargamos tres veces el Ford 350 de la Municipalidad. También elementos para un centro de rehabilitación que está en el Hospital. Visité mucha gente en la colonia, viendo sus necesidades. En esto se sumó el intendente Luis Benítez, porque la necesidad no es solo ropa y sillas, sino también comida. Luis me consiguió mercaderías, colchones y frazadas, y cubrimos necesidades de manera más amplia», contó la mujer.

En acción

El método que utiliza Petty en cada visita es el mismo. Recorre lugares, barrios humildes y zonas rurales, donde va recepcionando necesidades. Con esa lista luego buscará en Buenos Aires la manera de conseguir lo solicitado. A su vez va entregando los requerimientos que apuntó en su viaje anterior. Ahora, -además de esa acción-, pudo avanzar en otras cuestiones. Por ejemplo contó que «el director del Hospital de San Vicente, el doctor Cristian Barella, me prestó una camioneta. Visitamos aldeas guaraníes, y mientras ellos vacunaban yo miraba las necesidades para ver si se pueden cubrir en parte, por lo menos la de los más chicos». También relató que en marzo estuvo en San Vicente, junto al director del Instituto de Rehabilitación Fleming, uno de los más prestigiosos de Sudamérica. «Fui a pedir una beca para operar a un chiquito y en vez de eso, el director me pidió venir a evaluar. Hicimos un relevamiento y a raíz de eso ahora me estoy llevando a una familia, los Neri, que son once chicos ciegos y que tiene la posibilidad de hacerse los estudios y determinar si se los puede operar. Conseguí un lugar para que estén allá, queda en Escobar».
Petty también organizó las actividades de una tarde que los chicos de la Escuela Especial N° 30 de San Vicente compartieron con alumnos de otros establecimientos. Allí fue cuando Santiago, el chico no vidente de 13 años se sentó frente a su teclado y demostró su capacidad de hacer música. También actuaron Los Castilleros, un grupo juvenil de teatro de la Iglesia Jesucristo Rey de Vida. «Granix, la fábrica de galletitas, donó cereales, galletitas y gorritas, para estos chicos. Otras personas aportaron el chocolate y el Municipio la leche y el azúcar», explicó.
No paró. Mientras escuchaba la música de «Santi», hablaba con la madre de un chico con capacidades distintas. Le dijo que necesita un nuevo changuito ortopédico. Petty anotó todo en su cuaderno. El mismo cuaderno que en un par de meses volverá a traer a San Vicente. Con seguridad, también traerá el changuito ortopédico solicitado.
¿Por qué lo hace?. Buscó la respuesta y fue casi obvia. «Porque me gusta. Siento la necesidad de hacerlo. Dios me da la posibilidad de hacerlo y de levantarme todos los días, y mi familia me acompaña», dijo.


El destino de «Petty»

Edelmira González de Lima nació en Aristóbulo del Valle y creció en San Vicente. Hoy vive en Escobar, Buenos Aires.
Cuando en 1975, una carga de pinos aplastó y mató a su padre en un aserradero de la Capital de la Madera, Petty y su madre creyeron que se les terminaba el mundo. En 1978 decidieron mudarse a Buenos Aires. Hoy cuenta que fue muy duro, porque salieron de Misiones llevando solo un bolso de ropa. Allá se casó y tuvo hijos. Un accidente de tránsito casi la mata, pero no la sacó barata: como consecuencia de las gravísimas heridas, debió someterse a casi veinte cirugías.
Su tarea solidaria comenzó casi por casualidad, visitando a sus parientes misioneros de Picada Molino, un camino ubicado entre San Vicente y El Soberbio. Allí palpó las necesidades de sus habitantes. Volvió a Buenos Aires y juntó zapatillas, ropa y alimentos haciendo varias campañas solidarias por los medios y por el boca a boca. Regresó a Picada Molino con lo recaudado y lo entregó. A partir de entonces al rueda de la ayuda y la asistencia comenzó a girar. Por ejemplo hace un año llegó a la Escuela 705, ubicada «al fondo» de la misma picada con un camión cargado de ropa, calzado, enciclopedias y sillas de rueda.
En agosto pasado volvió con dieciséis sillas de ruedas y changuitos ortopédicos para los alumnos de la Escuela Especial N° 30.
Está vinculada con Cilsa, una ONG que apoya y ayuda a personas con capacidades diferentes. Por ejemplo tienen un grupo de chicos discapacitados medio motor, -están impedidos de caminar pero movilizan la parte superior del cuerpo-, que se dedica a fabricar y reparar sillas de rueda.

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