Un alemán y un italiano se perfilan como nuevo Pontífice

Joseph Ratzinger, de 78 años, y Dionigi Tettamanzi, de 71, son los cardenales con más chances. Los dos son conservadores, pero el italiano es un moderado. Mañana abre el Cónclave y esperan una rápida definición. El estilo de gobernar la Iglesia de Juan Pablo II es una herencia que está complicando la elección de su sucesor, aunque los dos candidatos que lucen como favoritos enfrentados son el ultraconservador cardenal alemán Joseph Ratzinger, que ayer cumplió 78 años, íntimo colaborador del papa Wojtyla en la defensa del tradicionalismo, y el arzobispo de Milán, cardenal Dionigi Tettamanzi, 71, un moderado, ortodoxo pero abierto a los progresistas.

Si el Pontífice fallecido el sábado 2 fue un Papa más de mensaje que de gobierno, la gran confusión que parece reinar en el precónclave proviene de la dificultad de encontrar un sucesor que sea «misionario, profético y carismático como el papa Wojtyla» pero también «un hábil gobernador de la Iglesia». Lo escribió ayer en La Stampa Luigi Spina, un agudo observador.

Este es el punto doliente de la herencia de Juan Pablo II: delegó la gestión de la Iglesia en la Curia Romana, el gobierno central del inmenso aparato de la Santa Sede y de una vasta periferia extendida en los cinco continentes, con 1.100 millones de fieles.

Los obispos quieren recuperar los espacios de autonomía y protagonismo que perdieron, tras lo que parecía la primavera del Concilio Vaticano II en el desarrollo de la colegialidad en el gobierno de la Iglesia. Los Sínodos han ido perdiendo brillo e incisividad por su carácter meramente consultivo, con el Papa que recibía los documentos aprobados y los cambiaba «a piacere» en las conclusiones finales. Y las conferencias episcopales nacionales han sido mortificadas por el centralismo omnipotente de Roma.

Conservadores, moderados y progresistas, las tres grandes facciones de los 115 cardenales que mañana entran al Cónclave, están de acuerdo en que es necesario cambiar este punto doliente. Pero el contexto actual de la superpotencia de la Curia Romana produce una coyuntura caracterizada por la feudalización del poder. El cardenal Ratzinger propone más de lo mismo de la era wojtyliana, con una renovación pero del rigor que muchos creen ha aplicado en exceso.

Hay otros dos grandes cónsules del papado que acaba de concluir que también sienten la tentación de probar suerte en los juegos electorales. Son el secretario de Estado, cardenal Antonio Sodano, 77, y el vicario del Papa en Roma, cardenal Camillo Ruini, 74. Ambos se sienten candidatos si Ratzinger no reúne los 77 votos imprescindibles de dos tercios del total de 115 cardenales electores (menores de 80 años), que será necesario acumular en las primeras 34 votaciones.

Tanto Sodano como Ruini cuentan con «paquetes» propios de votos, que pueden ser para contratar el futuro con el candidato que se vaya perfilando. En primer lugar, con el hábil cardenal Tettamanzi, que es muy ducho en los manejos, digamos, de tinte político.

Tettamanzi, ayudado por su gran amigo el cardenal Giovanni Battista Ré, estratégico «ministro» de Juan Pablo II encargado de los obispos, salió del rol de secretario general de la CEI como obispo de Génova, donde pasó unos pocos años antes de ser promovido a arzobispo de Milán, la mayor diócesis del mundo. Un caso raro porque de alguna manera desclasó a Génova, pero que puso a Tettamanzi «ad portas» de la lucha por la sucesión papal.

Mientras el cardenal Ratzinger representa a la facción más conservadora, Tettamanzi acumula el favor de los progresistas y a un más vasto archipiélago de cardenales moderados y conservadores que por distintas razones no desean que el alemán sea Papa.

El escenario cambiará si ni Ratzinger ni Tettamanzi logran los dos tercios de los votos. Ayer se supo que los cardenales que mañana entrarán en el Cónclave se han reservado de decidir si irán a votar a la Capilla Sixtina, como estaba previsto. Si deciden que no se votará el lunes, quiere decir que prefieren esperar unas horas en el aislamiento del hotel de Santa Marta para activar nuevas negociaciones.

Si los choques se hacen duros, el martes y el miércoles se abrirán nuevos escenarios. Ayer se anunció que las «fumatas» negras de la chimenea que quema las boletas electorales serán realizadas cada dos votaciones, a las 12 y a las 19 (cinco horas menos en la Argentina). Naturalmente, si se elige al Papa de inmediato habrá «fumata» blanca acompañada por el redoblar de las seis campanas de la Vasílica vaticana.

Ayer se celebró la última misa de luto por Juan Pablo II. Hoy los cardenales descansarán, ocasión que servirá además para más reuniones secretas. Si fracasa la ofensiva del «panzerkardinal» Ratzinger entrarán Sodano, Ruini, Tettamanzi y otros, Angelo Scola, 63, de Venecia.

Si sigue el empantanamiento habrá llegado la hora de la verdad para el arzobispo de Viena, Christopher Schoenborn, 60; el de Lisboa, José da Cruz Policarpo, 69; y los latinoamericanos, el argentino Jorge Bergoglio, 69, el chileno Francisco Errázuriz, 74, o el colombiano Darío Castrillón Hoyos, 75.

Hay después una larga lista de «tapados», que demuestra hasta qué punto en este Cónclave las sorpresas pueden estar a la orden del día. Como ocurrió el 16 de octubre de 1978, cuando la mutua destrucción de dos grandes candidatos italianos hizo brotar la candidatura vencedora de Karol Wojtyla, primer Papa no italiano en 455 años. (Clarín)

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