Un argentino leyó el último mensaje del Papa

El arzobispo Leonardo Sandri, quien ocupa el estratégico cargo de sustituto en la secretaría de Estado vaticana, fue el encargado de leer en la plaza de San Pedro la plegaria que Juan Pablo II había escrito para el segundo domingo de Pascua.
Tal vez, cuando sus días de debilidad aquejaban su delicada salud, supo que era el momento de preparar el último mensaje para que llegue a los miles de fieles de todo el mundo. Lo cierto es que Juan Pablo II había preparado el Angelus de hoy referido al papel del amor como elemento que «convierte los corazones y dona la paz». La muerte lo sorprendió antes de poder trasmitir su deseo, pero fue el arzobispo argentino Leonardo Sandri, quien lo leyó muy emocionado en la plaza de San Pedro.

«Lo hago con tanto honor pero, como decir, también con tanta nostalgia», expresó Monseñor Sandri, sustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano. Al término de la misa y frente a una multitud, leyó el texto que Juan Pablo II había escrito para el Regina Coeli de hoy, la plegaria mariana que después de Pascua sustituye al Angelus.

Sandri, de 61 años, era uno de los colaboradores más estrechos de Juan Pablo II. Nació en Buenos Aires en 1943. Fue ordenado sacerdote en 1967 y realizó una brillante carrera en el Vaticano. A tal punto que fue nuncio apostólico (representante diplomático) en Venezuela y México, antes de ser promovido al estratégico cargo en la secretaría de Estado, técnicamente, el número tres del Vaticano.

Ante la imposibilidad de hablar por parte del Papa, Sandri tuvo en los últimos tiempos la misión de decir el tradicional Angelus. Esta tarde, fue nuevamente la voz del Sumo Pontífice para transmitir su último mensaje en la plaza de San Pedro.

El texto es el siguiente:

«Queridos hermanos y hermanas. Resuena hoy el alegre Aleluya de la Pascua. La actual página del Evangelio de Juan subraya que el Resucitado, la noche de ese día, se apareció a los apóstoles y les mostró las manos y el costado, signos de la dolorosa pasión impresos de manera indeleble en su cuerpo incluso después de la resurrección.

«Esas llagas gloriosas, que ocho días más tarde hizo tocar al incrédulo Tomás, revelan la misericordia de Dios, que ha amado tanto al mundo que le ha dado su Hijo unigénito.

«Este misterio de amor está en el centro de la actual liturgia del domingo «In Albis», dedicado al culto de la Divina Misericordia. A la humanidad, que a veces parece pérdida y dominada por el poder del mal, el egoísmo y el miedo, el Señor resucitado ofrece como dono su amor que perdona, reconcilia y reabre el ánimo a la esperanza. Es amor que convierte los corazones y dona la paz. `Cuánta necesidad tiene el mundo de comprender y de acoger la Divina Misericordia!.

«Señor, que con tu muerte y resurrección reveles el amor del Padre, nosotros creemos en Ti y con confianza te repetimos hoy: Jesús, confío en Ti, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

«La solemnidad litúrgica de la Anunciación, que celebraremos mañana, nos empuja a contemplar con los ojos de María el inmenso misterio de este amor misericordioso che sale del corazón de Cristo.

«Ayudados por El podemos comprender el sentido verdadero de la alegría pascual, que se basa en este certeza: Aquel que la Virgen ha llevado en su seno, que ha sufrido y ha muerto por nosotros, ha resucitado en verdad. Aleluya!». (Clarín).

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