Misiones, última en el ranking de certificaciones de calidad en el 2004

En el 2004 no logró ninguna certificación en productos manufacturados, lo que significó una drástica caída respecto al 2003, cuando tuvo cuatro. Con su descenso, acompañó a la tendencia nacional que también tuvo un balance negativo en este rubro. Buenos Aires, Mendoza, Santa Fe y Córdoba lideran el ranking.
Las empresas misioneras dedicadas a los productos de manufacturas no tuvieron un protagonismo destacado en cuanto a las certificaciones de calidad durante el 2004 ubicándose en los últimos puestos del ranking de provincias en este rubro y que fue encabezado por Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La realidad de la provincia es que a diferencia de lo que ocurría, por ejemplo tres años atrás, durante los 12 meses del calendario anterior tuvo un retroceso en este punto, según un estudio dado a conocer ayer por el IERAL –Fundación Mediterránea.

La certificación permite cuantificar a las empresas que consideran «necesaria» como estrategia de mercado la inversión en calidad.

El informe habla en líneas generales de la competitividad en la Argentina en el sector manufacturero y en ese contexto analiza la evolución de las certificaciones de calidad hecha a lo largo del año pasado.
«Otra de las características de la competitividad sistémica reside en la mejora continua de la calidad de los productos o procesos involucrado. En ese rubro observamos que durante los últimos cuatro años las provincias que menor cantidad de certificaciones han logrado en el
último año son: Misiones, Santiago del Estero, La Pampa, Corrientes, Chaco, Tierra del Fuego y Formosa, donde ninguna de ella alcanzó el 0,3% del total de certificaciones otorgadas durante el último año», advierte el escrito.

Y agrega que en el mismo periodo se repiten las provincias que mayor cantidad de calidad han logrado. «En este grupo encontramos a Buenos Aires con el 32% del total en el 2004; a la Ciudad de Buenos Aires con el 20%, a Mendoza con el 10%, a Santa Fe con el 8% y a Córdoba con el 7%.

Entrando en detalle, Misiones pasó de las 4 certificaciones logradas en el 2001 a ninguna durante el 2004, luego de obtener 5 en el 2002 y las 4 de 2003. Incluso, quedó detrás de la vecina Corrientes y de Chaco que lograron apenas una certificación contra las 5 del 2003. (Ver cuadro comparativo).
La realidad misionera es paralela a la del país que también registró un descenso -aunque más leve- pasando de las 1007 certificaciones a las 965 entre el 2003 y el 2004, respectivamente.

Competitividad
«¿Es posible medir los niveles de competitividad por regiones en Argentina? Este documento abre un espacio de discusión con respecto a la necesidad de contar en nuestro país con análisis de competitividad global por regiones, así como existen comparaciones entre países llevadas adelante por organismos internacionales como ONUDI y WEF. Para ello, se han utilizado tres indicadores: la importancia regional que tienen las exportaciones de manufacturas, las certificaciones de calidad obtenidas y el gasto anual realizado en actividades de investigación y desarrollo», sostiene Gerardo Alonso Schwarz, del IERAL NEA al hacer la presentación del informe sobre serie competitividad sistémica.

Schwarz aclara que competitividad hace referencia a la habilidad que tienen las empresas de alcanzar los mercados exigentes y permanecer en ellos a lo largo del tiempo. Según esta perspectiva, la competitividad de una actividad o sector (más allá de la disponibilidad de recursos naturales, humanos, financieros o de la infraestructura física disponible) depende de la capacidad de su industria para innovar (en los métodos y tecnología) y mejorar permanentemente la calidad de sus productos. De allí que la
competitividad debe entenderse no en términos de una nación, sino de sus industrias o sectores y, por tanto, no existen naciones competitivas, sino naciones con industrias y sectores competitivos, dice.

«No obstante, y dentro de este marco, la capacidad de las industrias para ser
competitivas no dependerá solamente del esfuerzo individual de la empresa (nivel micro) sino que, a su vez, será condicionado por elementos externos como ser las políticas sectoriales (nivel meso), el marco legal y macroeconómico (nivel Macro) e incluso por los patrones de organización económica y política vigentes en determinada sociedad (nivel meta)».


¿Qué tan competitivos somos en Argentina?
Para evitar la discusión acerca de cuál es la perspectiva de análisis de la
competitividad más correcta y amplia podemos referirnos a como somos vistos por el mundo. De esta manera, encontramos que los dos indicadores más reconocidos y citados a nivel mundial, por su capacidad de comprender (más allá de la importancia relativa de cada sector industrial en cada caso en particular) la complejidad del fenómeno de la competitividad sistémica son el Índice de Desempeño Industrial Competitivo (Competitive Industrial Performance Index o CIP), elaborado por la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI) y el Índice de Incremento
de la Competitividad (Growth Competitiveness Index o GCI), elaborado por el World Economic Forum (WEF).

En el análisis realizado por la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI), se parte de la suposición de que los niveles de competitividad industrial sistémica alcanzados por las empresas de una economía están dados por la importancia que tiene el Valor Agregado a las Manufacturas per cápita y la Producción y la Exportación de Manufacturas por habitante en un país, haciendo mayor hincapié en la producción de bienes de mediana y alta tecnología.

Aunque lamentablemente el último dato disponible corresponde al año 2000, según esta institución la tendencia general en Latinoamérica es un constante deterioro de la competitividad de las industrias, de forma tal que México es el único que ha podido mejorar su posición escapando de dicha tendencia, pasando del puesto 31 al 26.

Argentina también muestra una caída lenta en dicho listado ya que, si bien en 1980 ocupaba el puesto 33 de este mismo ranking, en el año 2000 ocupó el puesto número 37 en este ranking de competitividad de países.

En el otro extremo, también encontramos países que muestran una mejora constante en sus rendimientos competitivos, como Irlanda (que ascendió del puesto 23 en 1980 al segundo lugar en el 2000) y Corea (que ha llegado en el 2000 a alcanzar el décimo puesto).

Por otra parte, el GCI, indicador elaborado por el WEF, tiene como objetivo medir la mejora registrada en aquellas condiciones que generan un ambiente en el cual podrán surgir con mayor facilidad empresas competitivas, por lo cual es previsible que una buena posición en este ranking (una mejora del entorno de los negocios) tenga como
consecuencia que en los próximos años mejore el desempeño en el análisis de ONUDI (un mejor desempeño de las empresas).

De esta manera, utiliza como supuesto básico que la competitividad de una región o país se encuentra basada principalmente en tres pilares: la generación y el acceso a nuevas tecnologías, la calidad de las instituciones públicas y la previsibilidad generada por el entorno macroeconómico.

A partir de allí, intenta mostrar los incrementos o mejoras en competitividad que registra una región, más allá de que tan competitiva sea absolutamente. Para ello si bien también utiliza indicadores duros (como por ejemplo inversión en ciencia y tecnología, difusión de las denominadas TICs, matriculación en instituciones de educación superior, entre otros), también recurre a la valoración de los empresarios sobre distintos puntos de
los tres pilares mencionados.

Como consecuencia de ello este indicador resulta muy sensible a las opiniones y expectativas del sector privado y muy útil a la hora de mostrar
el esfuerzo realizado por estos países para mejorar el desempeño concreto de sus industrias.

En este marco, el GCI nos muestra que en América Latina existen dos países que en los últimos años se han destacado por la mejora generada del ambiente procompetitivo: Chile y México. Con lo cual las empresas de estos países tienen mayor facilidad para ser competitivas a nivel internacional, más allá de las particularidades de los sectores económicos en los cuales actúen.

Lamentablemente, observamos que el desempeño tanto de Argentina como de Brasil también ha caído en este ranking, lo que implica para las empresas de estos países mayores dificultades a la hora de innovar e intentar ingresar a los mercados más exigentes.

Economías regionales
Si bien las economías regionales de nuestro país están especializadas en distintos sectores, también es posible realizar una comparación entre los niveles de competitividad industrial que han alcanzado las mismas siguiendo el ejemplo de las mediciones internacionales mencionadas anteriormente.

Por ello, y teniendo en cuenta que el concepto de competitividad sistémica está basada en el acceso a mercados exigentes, mediante la mejora continua de la calidad y la innovación de procesos y productos, para identificar dichas diferencias dentro de nuestro país resulta relevante observar la importancia de las exportaciones (debido a las
exigencias que tradicionalmente tienen como requisito), así como también el esfuerzo de las empresas por mejorar la calidad y la inversión total en innovación y desarrollo.

Es así como el primer enfoque de análisis surge de la importancia que tienen las exportaciones de manufacturas1 (tanto de origen agropecuario como industrial) pero, como a su vez existen grandes diferencias de tamaño entre las provincias, es necesario ponderarlas por la cantidad de habitantes.

Si bien en el 2003 nuestro país exportó 488 dólares de manufacturas por habitante, las provincias que han mostrado un desempeño superior al promedio nacional, exportando por valores superiores a los 500 dólares por habitante son: Santa Fe, Chubut, San Luis, Córdoba, Santa Cruz, La Rioja y Buenos Aires.

En el otro extremo del ranking, encontramos a las provincias de Santiago del Estero, Formosa, La Pampa, Corrientes, Chaco, Jujuy, Salta y Neuquén (si la consideramos dentro del análisis también la ciudad de Buenos Aires debería estar dentro de esta categoría), con exportaciones de manufacturas por habitante menores a los 100 dólares anuales.

Cabe aclarar que varias de estas provincias tienen un sector exportador muy dinámico, pero altamente concentrado en la exportación de Materias Primas o Combustibles, los cuales al constituir commodities no aportan una ventaja competitiva sustentable en el tiempo a dichas economías, según esta perspectiva.

Por otra parte, podemos argumentar que no es suficiente utilizar el comercio exterior como indicador de la competitividad de las industrias ya que las empresas pueden ser competitivas más allá del mercado objetivo que actualmente estén alcanzando (de hecho este es el caso de varias provincias o regiones cuya producción está orientada al mercado interno debido a que dichos productos actualmente sustituyen importaciones o
a que por sus características, constituyen bienes no transables).

Financiación
En cuanto a las fuentes de financiamiento de este tipo de gastos, encontramos que las principales son el Gobierno Nacional (39,1% del total), las Empresas (26,1%) y las Universidades Públicas (24,6%), mientras que los Gobiernos Provinciales financian apenas el 5,2% del total.

Por ello, teniendo en cuenta que el 70% del gasto total es explicado por el sector público, es lógico que donde se encuentre la mayor concentración de este tipo de gasto estarán los mayores niveles de gasto. Por ello, más allá de quien origine dicha inversión (gobierno nacional o provincial, universidades, ONGs o empresas), la información también debe ser ponderada por la respectiva cantidad de habitantes (siguiendo la
precaución tomada en el caso de las exportaciones).

Al hacerlo observamos que el distrito con mayor gasto en este rubro por habitante es la Ciudad de Buenos Aires ($ 153 por habitante), donde a su vez tienen sede la mayor parte de los organismos nacionales dedicados al área de Ciencia y Tecnología.

Más allá de este caso llamativo, es posible observar que debido a que la disponibilidad de recursos provinciales no constituye un limitante al financiamiento de actividades de investigación y desarrollo (como se señalo al explicar las principales fuentes de estos recursos), los mayores gastos por habitante en este rubro se encuentran en provincias consideradas «chicas», como Tierra del Fuego, San Luis y Río Negro (donde si bien los gastos totales en este rubro no son tan importantes, el impacto de los mismos tiene mayor importancia debido a la escasa población que reside en ellas).

En el otro extremo de este ranking, encontramos nuevamente a las provincias del norte argentino (tanto del NOA y del NEA). Y, a su vez, dentro de este grupo se destacan las provincias de Formosa, Santiago del Estero, Chaco, Misiones, Jujuy y Entre Ríos con gastos en I+D inferiores a los veinte pesos por persona.

Dentro de este grupo cabe destacar el caso de la provincia de Corrientes, donde si bien el gasto en I+D por habitante es inferior al promedio nacional, también supera entre dos y tres veces al realizado en las demás provincias del NEA.

Reflexiones Finales
Como se aclaro al principio del documento, la complejidad que tiene el concepto de competitividad sistémica hace que existan distintos enfoques para medirlo y analizarlo comparativamente a nivel mundial. Por lo tanto al realizar este análisis a nivel nacional resultaría imposible abarcarlo desde una sola perspectiva.

De esta manera, los tres criterios propuestos aportan una aproximación a dicho concepto mediante distintos rankings de competitividad provincial, que contemplan diferentes facetas del fenómeno analizado, intentando así ser el punto de partida para la discusión y elaboración de un indicador sintético de competitividad global.

Para lograrlo, a su vez, sería necesario complementar el anterior análisis con la construcción de otros indicadores que muestren los incentivos existentes a nivel provincial a la actividad de empresas competitivas, como así también la productividad laboral de la mano de obra local, entre otros elementos.

No obstante, los tres criterios utilizados ya nos muestran también que, si bien en todo el país se comparte un ambiente macro relativamente similar (estabilidad jurídica y marcos legales y macroeconómicos muy similares), existen brechas muy importantes en el esfuerzo realizado en la generación de ventajas competitivas sustentables en las distintas provincias.

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