El informe de la junta que examinó a Tazmania no conformó al juez Rey

Los psiquiatras y psicólogos que analizaron al hombre acusado de abusar y asfixiar a un nene de tres años en Posadas no aclararon si Emilio Fernández comprendía la criminalidad de los actos que ejecutó

Emilio Fernández, momentos antes de su declaracion ante el juez.

Emilio Fernández, momentos antes de su declaracion ante el juez.

[su_note note_color=»#cdcdcd»]El hombre se encuentra alojado en la Unidad Penal Uno de la localidad de Loreto[/su_note][su_note note_color=»#cdcdcd»]Rey citará a los facultativos para profundizar las conclusiones del examen[/su_note]El nombre de Emilio Fabián «Tazmania» Fernández está asociado con la locura, la crueldad y la muerte. Se trata del hombre de 41 años acusado de violar y asfixiar a un nene de tres años en el barrio Las Vertientes de Posadas el 5 de agosto del 2004.
Por el momento, él se encuentra alojado en la Unidad Penal Uno de Loreto, con presos comunes, pero su situación recién se resolverá en los primeros días de febrero, cuando el juez de Instrucción Dos, José Luis Rey, dictamine si el cartonero es o no inimputable. Si se establece que cuando hizo lo que se especula que hizo comprendía la criminalidad de sus actos, terminará procesado y probablemente lo condenen a prisión perpetua. De lo contrario, dispondrán su internación en algún neuropsiquiátrico o en el pabellón de inimputables de la UP 1.
En abril de 1992, Tazmania fue detenido como el autor del crimen de su pareja, Maura Centurión, con quien compartía una casa en la chacra 111. Lo procesaron, pero después, uno de los Tribunales Penales de la capital lo declaró inimputable, luego de que una junta médica concluyera que tenía problemas mentales.
Seis años después, un hermano de Fernández, llamado Leonardo, inició los trámites para que el hombre recuperara la libertad. Para que esto se efectivizara, un psiquiatra y otra junta de profesionales examinaron al homicida y dieron el visto bueno.
Los facultativos que le hicieron los estudios a Tazmania dictaminaron que este padecía una «oligofrenia moderada». Esta afección la padecen aquellos que comúnmente son conocidos como «débiles mentales».

Definición de la patología
El sitio web ConsultaPsiquiátrica.com explica que los que sufren este tipo de trastornos: «presentan una lentitud en el desarrollo de la comprensión y del uso del lenguaje y alcanzan en este área un dominio limitado. La adquisición de la capacidad de cuidado personal y de las funciones motrices también están retrasadas, de tal manera que algunos de los afectados necesitan una supervisión permanente.
Aunque los progresos escolares son limitados, algunos aprenden lo esencial para la lectura, la escritura y el cálculo. Los programas educativos especiales pueden proporcionar a estos afectados la oportunidad para desarrollar algunas de las funciones deficitarias y son adecuados para aquellos con un aprendizaje lento y con un rendimiento bajo. De adultos, las personas moderadamente retrasadas suelen ser capaces de realizar trabajos prácticos sencillos, si las tareas están cuidadosamente estructuradas y se les supervisa de un modo adecuado. Rara vez pueden conseguir una vida completamente independiente en la edad adulta. Sin embargo, por lo general, estos enfermos son físicamente activos y tienen una total capacidad de movimientos. La mayoría de ellos alcanza un desarrollo normal de su capacidad social para relacionarse con los demás y para participar en actividades sociales simples».
El juez Rey, quien investiga el homicidio del niño de tres años, Rafael Lorenzo Saravia, ultrajado y asfixiado en una casa precaria del barrio Las Vertientes, quiere saber si Tazmania sabía que lo que hacía era delito. Para eso, convocó a una nueva junta médica, cuya composición fue diferente de la que examinó al hombre cuando lo detuvieron por primera vez.
Los expertos volvieron a concluir en que el acusado padece «oligofrenia moderada». No hablaron de si comprendía o no la criminalidad de sus actos. Por eso, el magistrado volverá a citar a los psiquiatras y psicólogos a fin de que profundicen su informe. Recién después, tomará una decisión.
Allegados de la víctima temen que si a Fernández lo declaran inimputable vuelva a ganar la calle en algunos años.
Fuentes judiciales confiaron que cuando el hombre declaró ante Rey aseguró saber qué era una violación y que él había cometido una.
Añadieron que Tazmania describió que para llevar al pequeño Lorenzo a su casa hizo un rodeo, para que no lo descubrieran. También habría ordenado al chico que fuera recostado sobre el carrito que guiaba, a fin de que nadie sospechara nada. Todo esto hablaría de una especie de plan montado por Fernández para llevar adelante un plan.
El juez también está trabajando para determinar qué responsabilidad le cabría a quien tenía la tutela del acusado al momento del hecho, ya que, por lo que se sabe, a Fernández no lo cuidaba nadie, sino que vivía solo y vendía cartones para poder comer.

Macabro
La macabra historia que culminó con el crimen de Rafael Lorenzo Saravia sucedió la tarde del 5 de agosto en un sector, tal vez el más pobre, del barrio Las Vertientes.
Fernández conocía a los chicos del barrio. En más de una ocasión se habría acercado a ellos, incluso para jugar. Aquel día, invitó a tres nenes a subirlos al carro con el que juntaba cartones. Dos de los amiguitos accedieron, pero uno se bajó a los pocos segundos. El otro, Rafael, siguió.
Lo que pudieron reconstruir los investigadores indica que el cartonero llevó al chiquito hasta su hogar (una precaria casilla de madera) y allí lo obligó a desvestirse. Después, habría reconocido, lo sometió sexualmente y como la víctima no paraba de llorar, la asfixió.
Los parientes del niño comenzaron a buscarlo desesperados cuando notaron que no se encontraba con los compañeros de juegos. Se enteraron al rato que podían estar en casa de Tazmania. Minutos después se supo de la muerte del pequeño.
Una multitud enardecida incendió la casa del hombre, al tiempo que la Policía lo sacaba de la residencia. Si la fuerza llegaba apenas unos segundos tarde, Fernández podía haber terminado linchado.

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