Una aceitada organización que se dedica a ingresar al país ciudadanos chinos y taiwaneses. Un negocio de miles de dólares. La mafia china y la conexión local [su_note note_color=»#cdcdcd»]La organización mafiosa tiene varias células y funciona de modo aceitado. El "bulto" llega vía aérea desde Miami hasta la ciudad brasileña de San Pablo, pero por lo general llegan desde algún lugar del continente asiático directamente a San Pablo para lue[/su_note]Marcelo X, pudo haber tenido otro nombre o varios a la vez, tiene poco más de cuarenta años, de ojos saltones, rostro cadavérico y un grisáceo pelo que cae a modo de cortina sobre su frente. De brazos vigorosos y movimientos algo nerviosos. Se violenta cuando observa el grabador de Misiones On Line sobre la mesa, sus saltones ojos se irritan y un dedo índice amenazador se menea de un lado al otro, indicando negación. La nota se hace sin grabador. Desde hace unos siete meses Marcelo trabaja como chofer en una remisería de la ciudad de Eldorado, anteriormente vivía en la turística ciudad de Puerto Iguazú donde se dedicó durante un año a pasar por el Puente Internacional Trancredo Neves, a la vista de gendarmes y personal de migraciones, a ciudadanos de nacionalidad China y Taiwanesa que ingresaban al país de manera ilegal. Destino de los ilegales: Buenos Aires. Sus mocasines negros, acompañados de unas medias blancas de invierno, no pararon de moverse a lo largo de la entrevista con Misiones On Line donde Marcelo luego de dar algunas recomendaciones sobre el caso, se larga a narrar con lujo de detalles como se opera para traficar chinos e introducirlos al territorio argentino bajo los despistados ojos de algunos centinelas de la patria y escabulléndose entre las leyes de migraciones. Según el informante, que decidió abandonar el fructífero negocio y establecerse en la provincia de Corrientes por un corto lapso ya que temía por su vida, hay más de una manera de cruzar la frontera con el «bulto», todo dependerá de la cantidad de dinero que venga con el paquete de chinos. «Con un poco de suerte y buena platita podés llegar a Buenos Aires sin ningún problema», esbozó con una cómplice sonrisa mientras observaba atentamente la libreta y cada tanto aclaraba, «anotá bien lo que te digo». Una aceitada organización. La organización mafiosa tiene varias células y funciona de modo aceitado. El «bulto» llega vía aérea desde Miami hasta la ciudad brasileña de San Pablo, pero por lo general llegan desde algún lugar del continente asiático directamente a San Pablo para luego dividirse y mandar la partida de chinos por diferentes puntos fronterizos del Brasil. Todo depende desde donde se compre el bulto. Desde San Pablo, vía terrestre, hasta la ciudad brasileña de Foz de Iguazú la ruta es tranquila y los obstáculos fáciles de sortear, desde esta última ciudad parte del grupo va a parar por un tiempo prudencial a Ciudad del Este, Paraguay. El trabajo de Marcelo, al igual que el de otros remiseros, comenzaba allí en alguna de estas dos ciudades vecinas de Puerto Iguazú. «Todo depende de cuanto dinero venga con el bulto y de quién esté en el puente el día del cruce», por lo general el cruce del Puente Internacional Tancredo Neves se hace de noche o a la mañana bien temprano. «A veces las cosas no están bien y el pase no se puede hacer por el puente, entonces esperamos unos días y los hacemos pasar por el pique o simplemente pasamos el bulto por el río», explicó el experimentado remisero. Por cada chino que Marcelo hacia pasar al lado argentino recibía la módica suma de 200 dólares, 300 por cabeza si el destino es Buenos Aires. Por lo general pasan con pasaportes que no les pertenecen y son pocos los que tienen visa para poder pasar el país de una forma legal. La mayoría de los pasaportes son originales, algunos llevan la clásica fotografía pegada y otros la moderna fotografía digital. «Primero, existen dos o tres clases de pasaportes chinos. Segundo, todos los chinos tienen la misma cara, los gendarmes no se dan cuenta, además en Ciudad del Este podemos conseguir los pasaportes que queramos», los hacen pasar por «turistas». Si es de noche la excusa valida es que los «turistas» van al casino, si es de día el pretexto predilecto son las bellas Cataratas del Iguazú «si van más allá, las minas de Wanda, entendés?. Ah!, eso sí, son muchos los pesitos que por ahí quedan en el camino». Sin dudas la tarea de pasar el «bulto» por los distintos pasos fronterizos es una ocupación difícil y algo arriesgada. «Nosotros no tenemos nada que ver, ellos contratan un servicio de transporte. Nosotros no tenemos porqué saber que ellos quieren entrar ilegalmente al país, entendés, anotá bien pibe», se justifica Marcelo con cara de admiración. «Si los agarra un gendarme legal los chinos están fritos, la organización se va a tener que poner con mucha guita, les pagan un abogado, les ponen un domicilio legal en Iguazú o Buenos Aires, esperan un tiempito y en Eldorado los dejan libres como palomas» afirma Marcelo mientras irónicamente agita las manos como un pájaro. El aire en la cafetería donde Marcelo eligió para vomitar parte de su historia huele a café brasileño y el humo de los cigarrillos hacen que el lugar se torne irrespirable. Marcelo optó por dejar su tarde libre, tiene tiempo y su historia es larga. Una buena excusa para pedir otro café y seguir atentamente el relato del remisero. «Pibe: acá no sólo esta metida la mafia china, hay muchos más. Sí pensás publicar todo lo que te digo más vale que vayas pensando en irte de la provincia». El número: 30 mil chinos en toda la región. La triple frontera entre la Argentina, Brasil y Paraguay, una vasta zona de veinte kilómetros al norte de las Cataratas de Iguazú, se ha convertido en una región con características similares a la legendaria película Casa Blanca, donde distintos servicios de inteligencia han puesto especial atención. Allí la turística ciudad de Puerto Iguazú es sin duda la puerta de entrada de cientos de ciudadanos chinos y taiwaneses que entran ilegalmente al país. En los últimos seis años los chinos empezaron a llegar en oleadas a la región, especialmente a la localidad de Ciudad del Este, Paraguay. Se estima que en la región hay no menos de 30 mil chinos, la mayoría de éstos llegan desde Taiwan y otra buena parte de China continental. Algunos, como es el caso de Marcelo, afirman que la «mafia china» tiene grandes inversiones en la región. El problema del tráfico de chinos no es exclusivo de la triple frontera. En la formoseña ciudad de Clorinda, estaría ubicada otra de las puertas de acceso al país. La conexión local. El gestor. Jardín Iguazú es el nombre de un asiduo restaurante ubicado dentro de los márgenes de la descuidada terminal de ómnibus de la turística ciudad de Puerto Iguazú. «Welcome, tenedor libre con parrilla $6,50», reza un colorido cartel a la entrada, muchas plantas, luces, una pantalla gigante de televisión y al frente de la sabrosa parrilla un amorfo montículo de piedras que se eleva desprolijamente hacia la cima de un tanque de donde cae agua en forma de cataratas, al pie un pequeño río de cemento por donde continuamente fluye agua, y pececillos de colores que van y vienen con cara de asombro. La mayoría de los autos que se suelen estacionar en la puerta del cálido restaurante tienen patente paraguaya. Dentro del mismo restaurante funciona la agencia de turismo «Pugliese», otra de las fachadas para ocultar los «turbios negocios» que se mueven en el ámbito del acogedor restaurante, el mismo fue clausurado por el departamento de bromatología de la municipalidad en más de tres ocasiones y tienen un jugoso expediente de más de 30 partes por no respetar las más mínimas condiciones de higiene. «El que mueve el tema acá es el chino de la terminal, quién no lo sabe» indicó en voz baja y con enigmáticos ojos, el remisero. El nombre del misterioso hombre de los «turbios negocios» es Pe Ten Jen. De corta estatura, cuerpo rechoncho y evidentes rasgos orientales. Pe Ten Jen y su esposa Jen Hsieh, según el verborragico Marcelo, son de nacionalidad China aunque ambos poseen cedula otorgada por la Policía Federal Argentina. Según pudo averiguar esta agencia, la familia de Pe Ten Jen tiene varias propiedades en Ciudad del Este y Puerto Iguazú. En todas las oportunidades que ciudadanos de nacionalidad china fueron detenidos por intentar ingresar al país sin tener la documentación necesaria para tal fin, el misterioso Pe Ten Jen fue el encargado de prestar su sofisticado servicio para la pronta liberación de sus compatriotas. El astuto «gestor», que también suele hacer de intérprete del tan complicado idioma ante los oídos de Gendarmería Nacional, no sólo consigue el abogado para que sus compatriotas salgan del meticuloso embrollo, sino que además le brinda un domicilio legal, hace los trámites ante el juzgado de Eldorado y la delegación de migraciones de Puerto Iguazú, afronta los gastos y como si esto fuera poco les lleva la comida el tiempo que dure la detención, que por lo general no supera las 48 horas. Marcelo se pone nervioso al hablar de quien hace un tiempo atrás era su patrón. Enciende un cigarrillo tras otro, deja su segundo café y pide una cerveza bien fría. «Pe Ten tiene todos los contactos, él es uno de los gestores de la zona» alcanzó a tartamudear el crispado remisero de blancas medias. Un negocio de miles de dólares. 20 mil dólares, sería el precio que cobrarían las organizaciones mafiosas para sacar a un triste ciudadano chino de su país. Lo que pocos se preguntan es cómo se logra pagar semejante cifra. Una vez que los detenidos pasan por las manos del Juez competente, quedan en manos de Migraciones que los detiene, un abogado contratado por el «gestor» pide la liberación provisional de los detenidos, presentan un recurso a la medida adoptada por migraciones y pagan una caución de 1000 pesos por cada chino en problemas. Los detenidos quedan libres sujetos a lo que dictamina el Departamento de Asuntos Jurídicos de Buenos Aires. Fijan un domicilio legal y el departamento jurídico en 30 días se expide al respecto. Literalmente los detenidos quedan libres. Deportar a los ciudadanos chinos que ingresan al país, no es un costo menor para el Estado argentino. Teóricamente a los detenidos se los embarca a en un vuelo a la ciudad de Buenos Aires y de allí se los embarca a otro vuelo que los devuelve al país de origen. El caro precio de la libertad. Desde China hasta Buenos Aires es un largo viaje pero mucho más largo es el camino que conduce a las puertas de la libertad. Una vez que los chinos llegan a Buenos Aires tienen que pagar caro el precio de su libertad, el costo oscila entre cinco y diez años de esclavitud. Trabajan en restaurantes, fábricas, o ingresan dentro de las filas de alguna de las organizaciones que se dedican a diferentes actos delictivos. Pocos son los que pueden obtener títulos terciarios o universitarios. «Casi siempre los chinos que pasan tienen entre 20 y 35 años, no más. No pasan gente especializada, los quieren para mano de obra en negro, esclavos, pibe, entendés?». Los chinos que logran llegar a Buenos Aires con el tiempo obtienen la ciudadanía, aunque son los menos. Las fuentes consultadas estiman que por la triple frontera ingresan al país al menos 15 ciudadanos chinos por mes, aunque algunos meses el número es menor. Con métrica alquimista y una cuota de orgullo por la tarea realizada, Marcelo saca cuentas con sus largos dedos «durante mi tiempo de trabajo con el chino, crucé nueve veces por el puente y hice cuatro viajes a Buenos Aires, pibe, volaba por la ruta». Según datos suministrados por fuentes allegadas al Ministerio del Interior de la Nación, sólo el 30% de los ciudadanos chinos que ingresan ilegalmente al país son extraditados a su país de origen. Marcelo termina su cerveza, ya caliente, apaga su último cigarrillo y de un salto se para de su silla, y advierte con tono paternal «Tené cuidado, pibe, no sabés donde te metiste. Olvidate de mi cara y lee bien todo lo que anotaste». El alto remisero abandona la cafetería con un tonto andar dejando atrás un mar de preguntas, de sospechas y una cuenta sin pagar.