Independiente no pudo quebrar al Santos y se irá en cero a la revancha en Brasil

Empataron 0-0 en Avellaneda. El próximo martes será la vuelta de los octavos de final.

En Avellaneda, Independiente no pudo quebrar al Santos. El equipo de Ariel Holan, que en la previa celebró la conquista de la Suruga Bank, tuvo las chances, pero no logró convertir ante el conjunto brasileño, en la ida de los octavos de final de la Copa Libertadores. La vuelta será el próximo martes, en Brasil.

Se sabe cómo son las noches de Copa en el Libertadores de América, ese estadio donde el nombre y el deseo comparten identificación. Pero la caldera no logró encender al equipo ni asustar al visitante. La culpa no la tiene el hincha, que se entienda. El vamos por la octava suena como grito de guerra, exagerado en el espejo del equipo. Porque este Independiente campeón de la Sudamericana y que luce también con orgullo la Suruga Bank aun no es el mismo del Maracaná.

Mereció ganar, es cierto, por insistencia, más que por juego.

La idea sí, permanece. Pero la maquina (léase como sustantivo, no como adjetivo) está en pleno ajuste, en alineación y balanceo. Hay piezas nuevas (cuatro en esta noche ante el Santos) y algunas de repuesto (Britez y Braian Romero, por ejemplo) que no eran alternativas fuertes en el mejor equipo de Holan.

Así las cosas, el Rojo no pudo manejar el partido. Pero no por razones de ansiedad o de presión de la gente; simplemente le faltó fútbol. Le faltó Martín Benítez, un dato clave. Porque el misionero es el real conductor, aunque no se trate de un enganche clásico. Conduce desde la gambeta hacia adelante y desde tener la pelota más que ninguno.

Meza, en cambio, aporta ráfagas, casi siempre decisivas, pero no continuidad. Y a Independiente le faltó circulación, sociedades. La zurda de Pablo Hernández ilusiona pero por ahora no concreta. La picardía de Cerutti amaga con encender, pero no parece estar al máximo para llegar al fondo.

El 4-1-4-1 que utilizó Holan pareció buscar que el Silva chileno disimulara la improvisación de la inédita zaga central (Britez-Burdisso) para que los cuatro de juego (Cerutti, Hernández, Meza y Romero) pudieran soltarse sin reservas.

No salio. Ni Meza ni Hernández encontraron el carnet de conductor. La pelota no le llego casi nunca a Gigliotti (la que tuvo en el segundo tiempo la envió de zurda muy por arriba) y pocas veces merodeo el área de Santos por abajo. Por arriba, en cambio, generó algo más de inquietud y allí Burdisso aporta una variante que antes no tenía.

El sueño grande (la octava) suena muy ambicioso por ahora. El mas pequeño, pasar al Santos, merece al menos la ilusión. Independiente ha crecido jugando de visitante, ¿por que no confiar que pueda repetir entonces?

 

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