Las páginas de tres raros volúmenes de los siglos XVI y XVII habían sido archivadas con un poderoso tóxico. Y estaban al alcance del público.
Ahora están dentro de unas cajas de cartón, ventilados y separados del resto de volúmenes con etiquetas de seguridad. La idea es digitalizarlos para minimizar el riesgo del contacto físico. Pero durante años estuvieron al alcance de cualquiera de los usuarios de la Universidad de Southern Denmark, en Esbjerg, Dinamarca. Hasta que descubrieron que los tres libros habían sido embadurnados con arsénico.
“Algunos recordarán el libro mortal de Aristóteles que juega un papel vital en la trama de El nombre de la rosa, la novela de Umberto Eco. Envenenado por un monje benedictino loco, el libro causa estragos en un monasterio italiano del siglo XIV, matando a todos los lectores que se lamen los dedos al pasar las páginas tóxicas”, recuerdan investigadores .
Jakob Povl Holck y Kaare Lund Rasmussen son los profesores que se han topado con los tres raros libros de los siglos XVI y XVII con grandes concentraciones de arsénico en sus cubiertas. Todos los volúmenes formaban parte de la colección de la biblioteca de su universidad y nunca nadie se había dado cuenta de lo peligrosos que eran. Incluidos Holck y Rasmussen.
“La razón por la que llevamos estos libros al laboratorio fue porque previamente habíamos descubierto que se habían utilizado fragmentos de manuscritos medievales, como copias de la ley romana y la ley canónica, para hacer sus portadas. Está bien documentado que los encuadernadores europeos en los siglos XVI y XVII solían reciclar pergaminos más antiguos”, dicen.
Mientras se intentaba identificar “los textos latinos utilizados, o al menos leer parte de su contenido”, los expertos descubrieron que eran “difíciles” de interpretar por culpa de una “extensa capa de pintura verde que oscurecía las viejas letras manuscritas”. Por eso los llevaron al laboratorio para someterlos a un análisis de rayos X.
“En su apogeo, la mayoría de materiales, incluso las cubiertas de libros y la ropa, pudieron haber sido recubiertos de verde de París por razones estéticas. Y el contacto continuo de la sustancia con la piel provocaría la aparición de distintos síntomas”, aseguran los profesores de la Universidad Southern Denmark.