El escritor Pablo Camogli mostró documentación que vinculan al escritor Moreyra con la dictadura militar

En un escrito de al menos cinco páginas, el escritor Pablo Camogli fundamentó con documentos su renuncia a la  Sociedad Argentina de Escritores filial Misiones (Sadem). A raíz de la premiación del escritor Marcelo Moreyra quien según esos documentos, se desempeñó como personal civil de inteligencia en la dictadura Militar. Por otra parte, Roberto Parodi Ocampo también presentó su renuncia a la Sadem.

En el escrito Camogli también recordó que en el año 2013, desde el ministerio de Coordinación de Gabinete se organizó junto al ministerio de Derechos Humanos, la subsecretaría de Cultura y la Sadem, un concurso literario para la semana de la memoria, entre los cuales había un trabajo escrito por Marcelo Moreyra, pero al momento del anuncio de los ganadores, un miembro de los organismos de Derechos Humanos nos informó que Moreyra figuraba en el listado del batallón 601. Se chequeó la información, “algo muy sencillo debido a que los listados son públicos desde que en el año 2010 la revista “23” los publicará en forma exclusiva”, indicó Camogli. El hecho es que se comprobó que Moreyra integraba dichos listados bajo la categoría de «agente de reunión». Entonces el jurado decidió anular el premio. “El propio Silvero, adelante nuestro, se comunicó con Moreyra para explicarle la situación”, recordó.

Contó además que Roberto Parodi Ocampo también renunció a la Sadem ya que su hermano fue víctima de la dictadura militar.

 

 

El escrito:

Crónica de un cinismo literario:

 

El día viernes 22 de junio, la Sadem (Sociedad Argentina de Escritores filial

Misiones) entregó un reconocimiento a la trayectoria a 10 escritores Misioneros, en

conjunto con la Cámara de Representantes de la provincia. El acto, el primero que de este

tipo se realiza, se terminó convirtiendo en una parodia cuyo título apropiado es: «el

cinismo literario».

Primer acto: EL galardonado / los galardonados

Uno de los galardonados fue el escritor Marcelo Moreyra, de innegable trayectoria

literaria. Entre los premiados también se encontraron notables autores, como Raúl Novau

(a quien hace tiempo he apodado como “el capitán del seleccionado misionero de las

letras”), Rosita Escalada Salvo o Esteban Abad.

Según la información suministrada por el presidente de la Sadem, Aníbal Silvero,

la selección de los autores la realizó la comisión directiva de la institución que encabeza.

Segundo acto: la renuncia

El viernes por la tarde, el conocer por los medios de comunicación que Moreyra

era uno de los premiados, me comuniqué con Silvero para consultarlo sobre si había

informado a las autoridades de la Cámara sobre los antecedentes de esta persona y su

vinculación con la última dictadura militar.

Como respuesta, Silvero afirmó que no tenía por qué comunicar eso a nadie, ya

que “fue tema literario el premio”. Asimismo, me informó que la nómina la había

conformado la propia Sadem, sin injerencia de la Legislatura. Por último, y como forma

de justificar la elección de Moreyra, me explicó que éste es socio de la Sadem, dato que

yo desconocía.

De inmediato redacté mi renuncia indeclinable a la institución (ver imagen 1).

Horas más tarde comuniqué la misma vía twitter, utilizando un término vulgar e impropio

ante la gravedad del tema que nos ocupa. Por ese terminó, pido disculpas a quien pudiera

sentirse ofendido.

Precuela uno: la trayectoria

Según consta en el fondo Documental del Archivo Nacional de la Memoria,

Marcelo Moreyra, con DNI 12.826.983, se desempeñó como personal civil de inteligencia

durante la dictadura Cívico militar (imágenes 2 y 3).

En la jerga jurídica vinculada a los Derechos Humanos, se denomina a estos

civiles como PCI, por las iniciales del rol que desempeñaron al servicio del batallón 601,

la mayor usina de inteligencia civil durante la dictadura y cuya macabra historia se puede

consultar en “El Batallón de Inteligencia 601”, informe elaborado por el Sistema

Argentino de Información Jurídica y publicado por el Ministerio de Justicia y Derechos

Humanos de la Nación, en noviembre de 2015 (http://www.saij.gob.ar/docsf/ediciones/libros/Batallon_inteligencia_601.pdf).

Según la mencionada publicación, los PCI “fueron un engranaje fundamental en

los operativos llevados a cabo por las unidades de inteligencia”.

Tercer acto: apunten al mensajero

A partir de la difusión de mi renuncia y de los motivos de la misma, comencé a

recibir mensajes a través de las redes sociales y whatsApp, en los cuales se pretendía

atacar a mi persona para eludir la cuestión real de que se había premiado a una persona

con tales antecedentes.

Hubo gente que me inquirió con respeto y a la que contesté aportando las pruebas

documentales que ratifican, en forma indubitable, la pertenencia del citado en el aparato

de inteligencia militar. Pero también hubo otros que no merecieron mi atención por lo

burdo de sus argumentos.

Incluso desde perfiles falsos de facebook se ha intervenido activamente en las

publicaciones referidas al tema, siempre con el oscuro objetivo de desviar la atención.

Ahí entendí el sentido del apoyo público de la ministra de Derechos Humanos

Lilia “Tiki” Marchesini, quién, por cierto, es blanco de un sostenido hostigamiento,

ataques y amenazas producidos en los últimos meses (ver imagen 4).

Precuela dos: el cinismo literario

En el año 2013, desde el ministerio de Coordinación de Gabinete en el que me

desempeñaba como empleado, se organizó junto al ministerio de Derechos Humanos, la

subsecretaría de Cultura y la Sadem, un concurso literario para la semana de la memoria.

Por decisión del entonces ministro Ricardo Escobar, me tocó formar parte del jurado junto

a Silvero y a la artista múltiple Numy Silva.

Luego de las lecturas y cambio de opiniones, seleccionamos a los ganadores, entre

los cuales había un trabajo escrito por Marcelo Moreyra, quién, una vez más, asentaba

toda la calidad literaria de su pluma.

Al momento del anuncio de los ganadores, un miembro de los organismos de

Derechos Humanos nos informó que Moreyra figuraba en el listado del batallón 601 como

PCI.

De inmediato me dispuse a chequear la información, algo muy sencillo debido a

que los listados son públicos desde que en el año 2010 la revista “23” los publicará en

forma exclusiva. Tal como nos habían indicado, Moreyra integraba dichos listados bajo

la categoría de «agente de reunión».

Ante esta primera evidencia el jurado decidió anular el premio. El propio Silvero,

adelante nuestro, se comunicó con Moreyra para explicarle la situación, obteniendo como

respuesta que no era cierto que se hubiera desempeñado en tal condición.

Pero a los pocos días, el propio escritor difundió un mail entre colegas en el que

reconocía haber trabajado para el Ejército, pero afirmó que fue en democracia y en un

trabajo como cualquier otro. Esto mismo ratificó este fin de semana Cruz Omar Pomilio,

amigo personal de Moreyra, en mensaje público dirigido a mí a través de Facebook, en

dónde justifica el accionar de su amigo, quién habría actuado “envalentonado por el

estrafalario ideal de limpiar de zurdos el país” (sic).

De todas formas, y como paso obligado en la metodología de mi profesión, decidí

chequear la información en el ámbito oficial adecuado. Es por ello que solicité la

confirmación de la presencia de Moreyra como PCI del 601 al Archivo General de la

Memoria, cuya respuesta afirmativa puede observarse en imágenes 2 y 3.

Lo concreto, es que estuvimos a un paso de entregarle un premio por la semana

de la memoria, a quién integró el aparato de inteligencia de la represión.

Cuarto acto: la solidaridad

Desde el mismo momento en que difundí mi renuncia, recibí la solidaridad y el

acompañamiento de muchos compañeros y compañeras, a quienes agradezco de todo

corazón. Pero muy especialmente me reconforta la solidaridad de aquellos que fueron

víctimas de la represión y que desde entonces bregan por Memoria, Verdad y Justicia.

En mi condición socio-política de hijo de las Madres, de nieto de las Abuelas y de

hermano de los Hijos, es que mi compromiso con el Nunca más es prioritario entre mis

convicciones.

Acto final: el cinismo literario

Esta crónica se cierra con el acto final, la escena que encierra el drama de la noche

lúgubre de la dictadura. De un lado, un PCI de la represión, del otro, el tesorero de la

entidad que otorga los premios, Roberto Parodi, cuyo apellido es emblemático en aquella

época del terror. La escena parece de película, pero ocurre en la vida real y con el salón

de las Dos Constituciones como escenario.

El hermano de Roberto, Manuel Parodi Ocampo fue secuestrado por la dictadura

el 16 de abril de 1976, en Resistencia y acribillado en la masacre de Margarita Belén, el

13 de diciembre de ese mismo año. Pero incluso el propio Roberto fue víctima de la

represión, ya que estuvo detenido durante dos años y medio.

¿Con qué necesidad se lo hizo partícipe de tal evento sin siquiera comentarle los

antecedentes del premiado?

Ante este hecho, por estas horas Parodi presentó su renuncia indeclinable a la

Sadem.

Una breve reflexión final

Integrar la nómina del batallón 601 no es un delito en sí mismo. Pero sí hay varios

delincuentes que integran esa lista, como el prófugo Carlos Carvallo, una tradicional e

insospechada voz periodística posadeña, hasta que fue acusado de violaciones a los

derechos humanos en Entre Ríos y que figura en el listado como “agente de reunión”. O

el caso de Oscar Alfredo Simone Blanco, cuya causa ha sido elevada a juicio en la

provincia de Mendoza.

Reitero, no me consta que Moreyra haya cometido algún delito, tan solo tenemos

documentado que trabajó para la inteligencia militar en épocas en donde las violaciones

a los Derechos Humanos por parte de las fuerzas armada, eran cotidianas. Y aquí retomo

el citado informe sobre el “Batallón 601”, cuyo objetivo, afirman sus autores, es “despejar

la aparente desvinculación que tuvieron en las violaciones a los derechos humanos

quienes, siendo parte de la estructura organizativa, no han sido mencionados por víctimas

sobrevivientes, pero sin embargo compartieron acciones, estructuras, espacios y tiempos,

con aquellos que sí han sido identificados. Por ello, a través de información que vincula

a partícipes identificados con los que nunca lo fueron, se trata de establecer que —por la

actividad a la que estaban asignados— no pudieron ser ajenos a los hechos que se juzgan”.

Dos preguntas epilogales.

¿Para qué difundir esto? Porque existe un interés público en que esto se conozca,

criterio en el que nos amparamos bajo la jurisdicción establecida por la Corte

Interamericana de Derechos Humanos en el caso Kimel, y que se puede consultar íntegro

en este enlace http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_177_esp.pdf.

http://www.saij.gob.ar/docsf/ediciones/libros/Batallon_inteligencia_601.pdf

 

¿Por qué hacerlo ahora? A lo que respondo ¿por qué no hacerlo ahora?

NUNCA MÁS

 

 

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