La historia del “Yeti de la Puna” que cautivó a científicos de todo el mundo

En el invierno de 1956, el ingeniero Claudio Level Spitch a cargo de un grupo de investigadores que trabajaba en el cerro Macón, a más de 5.600 metros de altura, relató: “Encontramos huellas de una dimensión formidable que se dirigían zigzageantes hacia la imponente cumbre del nevado y que, por lógica deducción, no pertenecían a un ser humano ni a ningún animal de la región”.

En una entrevista realizada el  17 de julio de ese año, Spitch explicó: “Observamos enormes huellas humanas que superan la de los elefantes. Tenían unos 40 centímetros de diámetro, con gran similitud a las que se encontraron en el Himalaya”.

Sus relatos abrieron el debate y dispararon innumerables especulaciones.

De la noticia, publicada en el matutino salteño sobre el hallazgo en las montañas de Tolar Grande, se hizo eco la prensa internacional y atrajo la atención de científicos y aventureros de todo el mundo. Comenzó a tejerse así la leyenda del “abominable hombre de la Puna”, versión criolla del Yeti.

De acuerdo a testigos las huellas divisadas en Salta, impresas en el hielo y la arena, tenían características similares a las del hombre de las nieves del Himalaya; y de la de sus primos Sastquach, de Canadá; Migo, del Tíbet; Bigfoot (Pie Grande), de las Rocosas, Estados Unidos; Almasty del Cáucaso y de Orang Pendek, de Sumatra.

Por aquellos años, se multiplicaron los testimonios de lugareños que aseguraban que por las noches escuchaban aullidos espantosos.

Por un tiempo buen tiempo, nadie vivió del tranquilo en los caseríos esparcidos en la inmensidad de la Puna.

Testimonios

Una de las historias que tuvo mayor repercusión fue la relatada por un transportista de apellido Taritolay, quien aseguró haberse cruzado “face to face” con la enigmática criatura. “Era alto, fornido, peludo y con grandes pies. Traté de reaccionar, pero no me dio tiempo”, recordó el hombre.

Taritolay, quien portaba un arma de fuego, quiso dispararle pero el gigante logró escabullirse con asombrosa agilidad entre las enormes rocas de la montaña.

El cerro Macón se encuentra ubicado a unos 30 kilómetros de Tolar Grande. La cumbre ofrece un gran campo visual, desde la que se puede observar el Salar de Arizaro, el más grande de Argentina, las cumbres del Llullaillaco, Socompa y Aracar, hasta el cordón Cachi Palermo.

La cima de esta montaña es un típico santuario de altura, que constituye una valiosa fuente de estudio arqueológico sobre las culturas prehispánicas. Y también alberga, silenciosamente, la leyenda del “abominable hombre de la Puna”.

El geólogo Ricardo Alonso contó oportunamente a El Tribuno, que efectivamente en la década de 1950 surgieron una serie de relatos en diferentes partes del mundo que daban cuenta de la aparición de un extraño ser, caracterizado por tener pies enormes y dejar sus huellas en lugares inhóspitos, como grandes montañas y nevados.

En aquellos tiempos, andinistas locales como Milenko Jurcich, Yosko Suitanich (Club Andino del Norte – Facultad de Ciencias Naturales) y el Dr. Apolo Ortiz contaron historias al respecto. Dieron cuenta, al igual que Level Spitch, de la aparición de huellas humanas enormes en el Macón.

Alonso explicó: “Esa región no es habitada por una gran variedad de animales y en el Macón solo pudieron dejar sus rastros burros, llamas o un puma, pero este último sería muy raro. Ninguno de estos ejemplares pudo dejar huellas semejantes a las descriptas”.

Junto a las noticias surgidas desde Salta, aparecieron en simultáneo testimonios similares en Estados Unidos, donde se hablaba de la existencia de Bigfoot o Pie Grande.

 

Fuente: El Tribuno

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