«¿Para cuándo un hijo?»: mujeres de más de 30 y el peso social de decidir no ser madres

ué pasa cuando una mujer no quiere (o no puede) ser madre? O cuando se llega a los 40 y pico y simplemente no se encontró la pareja adecuada para armar una familia. En la actualidad se las conoce como ‘mujeres NoMo’ (No Mother), término creado en el 2011 por Jody Day, una escritora inglesa que no pudo ser madre por problemas de fertilidad; desde entonces, el término ha sido reapropiado por mujeres que están en contra de cumplir el rol materno por imposición social, y que no acuerdan con que «la felicidad depende de tener o no tener hijos».

En términos legales, el sistema internacional de derechos humanos reconoce que la mujer tiene derechos reproductivos que deben ser resguardados por el Estado, entre ellos el de decidir entre procrear y no procrear, el derecho a decidir cuándo procrear, como así también el derecho a recibir información y acceso a métodos seguros y eficaces de control de la fertilidad. De acuerdo a la normativa internacional, ninguna mujer debería ser obligada a ser madre en contra de su voluntad. Lamentablemente, en la sociedad donde el patriarcado sigue vigente, la maternidad se confunde con ser una obligación, y no un derecho.

La periodista española María Fernández Miranda canaliza su propia experiencia en su libro No Madres, donde comparte la historia de otras diez mujeres españolas que tampoco han tenido hijos. «Yo siempre he creído, desde muy joven, que la realización de una mujer no pasa por el hecho de ser o no ser madre. Ahora bien, de manera inconsciente pensaba que acabaría teniendo hijos, porque al fin y al cabo eso es lo considerado como ´normal´ y lo que casi todo el mundo espera de ti como mujer. El choque llegó cuando vi claro que no tendría hijos por razones médicas: sabía en qué consistía ser madre, pero no sabía cómo se ejercía el rol de «no madre». Me faltaban modelos».

Cada mujer tiene su argumento: «Unas no pudieron, otras no quisieron, las hay que no encontraron una pareja con la que abordar ese proyecto de vida -lo recuerda María-. Todas ellas son mujeres completas, felices y realizadas, en contra de los estereotipos que suelen ir asociados a las no-madres como personas incompletas, egoístas y raras». La actriz Maribel Verdú, una de las entrevistadas en No Madres, decía algo muy cierto: la felicidad no depende del hecho de ser o no ser madre, porque entonces sería la bomba, todas tendríamos hijos y ya está».

Por otra parte, según María «hay muchas maneras de trascender», y así lo demuestra en el capítulo de «las adelantadas», nombrando a mujeres de otra época que dejaron una marca imborrable y lograron la trascendencia a pesar de no ser madre, como fue el caso de la diseñadora Coco Chanel, la pintora Frida Kahlo y la escritora Virginia Woolf.

¡Sí, me gustan los chicos!

En la vida de Laura Fernández (dibujante y escritora) nunca estuvo presente el proyecto de ser madre. Con 37 años, hace casi dos décadas que responde lo mismo cuando le preguntan «para cuándo los hijos». «Hasta ahora nunca tuve ganas de embarazarme y jamás me imaginé siendo madre. Desde chica que mis proyectos siempre estuvieron relacionados con viajar o con desarrollarme en lo profesional. En realidad, no sé si fue una decisión consciente el hecho de no tener hijos, es más bien un sentir que fue tomando fuerza y así lo transmito a quién me cuestiona, o a veces directamente lo ignoro». Por otra parte, tiene muy en claro que no podría hacer ni la mitad de las cosas que hoy hace si tuviera chicos, y que no está dispuesta a resignarlas. «Para desgracia de mi madre que siempre quiso nietos, yo no voy a tener hijos. Durante una época era un acoso tremendo, por suerte mi hermano sí quiso tener y con mis sobrinos calmó su necesidad». Cuenta que algunas personas se han llegado a ofender con ella creyendo que no le gustan los niños, «¡pero se equivocan, sí me gustan, pero no me siento responsable para criarlos y mantenerlos!».

Algo que a Laura le molesta bastante, y probablemente a la mayoría de las mujeres en su situación también, es que a los hombres no se les cuestione al igual que las mujeres, ¿cuándo vas a tener hijos?

«Por ahora no» solía ser la respuesta que daba Paula Nieva cuando le preguntaban al respecto con ese novio que estuvo 14 años. «Nunca fue un plan, ninguno de los dos quería ser padre. Cuando cumplí 39 decidí oficialmente que no sería madre, porque vivía con ese pensamiento siempre dando vueltas. Y le dije a mi novio que él tenía que resolver su paternidad, si es que algún día la quería, sin mí. A los 40 me separé, no sé si eso fue definitorio, lo que sí sé es que yo sigo de acuerdo con mi decisión. A más de un año de la ruptura, asegura que «ama vivir la vida sin horarios, de viaje y trabajando. No ser madre a esta edad me ha permitido tomar más riesgos en lo laboral ya que solo tengo que mantenerme a mi sola».

La psicóloga con Perspectiva de Género Vanesa Elias explica que para comprender la maternidad hay que partir de la base de que el rol materno no es instintivo sino algo aprendido, y que nace como necesidad funcional al sistema dominante. «Por mucho tiempo el único objetivo de la mujer en este mundo parecía resumirse en parir. Y muchas veces, ese mismo rol hizo que la mujer, independiente de la maternidad, dejase de existir. En los últimos años, gracias a la lucha feminista hubo un quiebre muy fuerte que abrió nuevas posibilidades de repensarnos, vincularnos y conquistar espacios que antes nos habían sido prohibidos». Aparentemente, el conflicto es mayor para el entorno que recibe la noticia que para las mujeres que eligen de acuerdo a su deseo. «Es el entorno el que no acepta o comprende que esa mujer se sienta completa sin hijos. Pareciera que las mujeres sí o sí tenemos que estar en falta, y que el bebé es el falo simbólico que para el psicoanálisis viene a completarnos».

«También sucede que cuando las mujeres decidieron en un momento no ser mamá -continúa Vanesa-, y después cambia su situación personal pero no logran llevar a cabo su búsqueda, cae el peso social con todas sus fuerzas. En realidad, ante cualquier decisión que tomamos, si la consecuencia nos resulta angustiante aparece la culpa como el mejor potenciador de esa angustia. Y acá está el punto que necesitamos elaborar: entender que las elecciones tienen que ver siempre con renunciar a algo, y que cuando lo elegido no resulta como pensábamos no tenemos que dejarnos manipular por esa culpa en camino».

Cuando entonces sí decidimos ser madres, ya sin responder ciegamente a un deber social, se convierte en una decisión mucho más consciente aún, felizmente nacida de un real deseo acerca de cómo y cuándo ser mamá.

En cualquier caso, ya no deberíamos permitir que se juzgue a las mujeres que no han podido o no han querido traer un hijo al mundo. Y si se pregunta «para cuándo los hijos», en tal caso que se extienda la inquietud hacia los futuros (no) padres.

(La Nación, Laura Gambale)

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas