La insólita declaración de Jonathan Fabbro para descartar las acusaciones de abuso sexual

El ex River y Boca, hoy procesado y preso en Ezeiza por el presunto abuso con acceso carnal y corrupción de su ahijada, apuntó a las dimensiones de su pene en su indagatoria.

El 11 de mayo pasado, un día después de regresar al país en un vuelo de Aeroméxico desde la capital azteca, extraditado y vigilado por efectivos de la PFA tras pasar cuatro meses detenido luego de su arresto en un hotel en Cholula con una circular roja de Interpol sobre su cabeza, el mediocampista Jonathan Fabbro, ex River y Boca, ex jugador de la selección de Paraguay, fue llevado al Juzgado N°32 a cargo de Santiago Quian Zavalía sobre la calle Lavalle, a pocos metros del clásico café Petit Colón, para enfrentar su declaración indagatoria, su chance de hablar.

Afuera del juzgado había cierto revuelo. Estaban su madre, Marta Zabala, su hermana Anabel, su novia, la modelo paraguaya Larissa Riquelme.Había más de veinte periodistas y camarógrafos. Anabel y Larissa atendieron a la prensa en medio de un tumulto de tropiezos y cables pisoteados. El revuelo era comprensible: no todos los días una estrella del fútbol se sometía a preguntas judiciales por el presunto delito de abusar sexualmente de su propia ahijada, hoy de doce años de edad.

Quian Zavalía le reprochó al menos cinco hechos a Fabbro, ocurridos durante cinco años, entre 2012 y 2016, tocamientos, penetraciones y eyaculaciones bucales supuestamente ocurridas en la casa de la madre del futbolista en Villa Pueyrredón, en el auto del ex River y Boca, desde que la niña tenía seis años de edad, desde 2012 hasta 2016. Luego de algunos de los hechos, Fabbro le compraría una gaseosa. «‘Viste mamá lo que los hombres tiran, eso me lo tiraba en la boca y a mí no me gustaba'», le dijo la niña a su madre según declaró la mujer en el expediente.

El juez valoró el testimonio de la niña como una prueba crucial y consistente: la ahijada del futbolista sostuvo su relato no solo ante su madre y su hermano mayor en su propia casa, sino también ante madres de sus amigas de la escuela, su propia madre, una psicóloga del hospital Pedro Elizalde que la consideró apta para declarar en cámara Gesell y la cámara Gesell misma, ocurrida en octubre pasado en el Cuerpo Médico Forense.

La niña, hoy de doce años, habló a lo largo de su relato de supuestas penetraciones en su vagina. Ante el juez, en compañía de su abogado defensor, Fabbro aseguró ser inocente, aseguró estar «a entera disposición» para lo que el magistrado mande. Luego, Fabbro aseguró otra cosa.

«Cuando se le pregunta a la nena qué le sorprendió o le llamó la atención cuando vio mi cuerpo desnudo y dijo que nada, sí que ver un hombre desnudo pero nada específico, no quiero sonar soberbio ni nada, por eso digo si me quieren hacer estudios o analizar, me da vergüenza por las mujeres del Juzgado presentes pero creo que mi miembro no es normal o lo que se le dice normal, sí es un poco mas grande de lo normal», afirmó según la transcripción de su indagatoria.

También dijo que su pareja «lo sufrió cuando tuvimos relaciones», que quería remarcar este punto «porque es algo que llama la atención mi miembro.» Cuando la Justicia le preguntó a Fabbro qué quería decir con todo esto de su pene, su abogado defensor, Francisco Oneto, le aconsejó a viva voz que no conteste.

El jugador, efectivamente, no contestó. Fabbro fue procesado por abuso sexual con acceso carnal agravado y corrupción de menores el 29 de mayo último, 18 días después de su indagatoria. Infobae accedió de forma completa al documento firmado por Quian Zavalía, un periplo de 175 páginas en donde el mediocampista termina en un lugar sumamente incómodo: bajo prisión preventiva el módulo I del penal de Ezeiza.

La defensa de Fabbro había asegurado en repetidas ocasiones que no había existido una penetración vaginal, que la niña mentía. Una pericia que revelaba la intimidad de la menor junto con el nombre de su madre fue ofrecida a varios periodistas poco después del arresto de Fabbro, un documento que circuló informalmente entre cronistas. Para Quian Zavalía, según razonó el juez en su valoración de la prueba, la presencia de un himen no hacía la diferencia. «Es previsible que no haya comprendido el alcance de los comportamientos que la victimizan y que pudiera confundir o asociar la penetración con frotación», dijo el juez, lo que igualmente constituiría un abuso gravemente ultrajante según sus cálculos.

La niña, según afirmó el juez «presenta sintomatología asociada a victimización sexual» como «bajo rendimiento académico» y sentimientos como «depresión, ansiedad, culpa, vergüenza, hostilidad.» Acusar a su padrino era una fuente de problemas. A lo largo del tiempo, la menor expresó un miedo constante de que a Fabbro «le pasara algo» tras la acusación. Incluso testigos aportados por la defensa aseguraban que la niña y su hermano mayor «amaban» a Fabbro y que no tenían «ningún tipo de animosidad.»

Hay puntos más nebulosos. El reconocido perito Mariano Castex -que actuó en la defensa de Diego Lagomarsino en el caso Nisman- designado por la anterior defensa de Fabbro, entregó un informe donde habló de una «relación ‘inapropiada'» con su padrino, sin ser más específico.

A lo largo de la causa, el entorno de Fabbro se dedicó a apuntar contra el relato de la menor. «Lejos de respaldar su versión la controvertían, no dando crédito a sus dichos. Tuvo que soportar el alejamiento de esos afectos, que produjo la denuncia que formulara y la disrupción familiar subsecuente», apuntó el juez.

El entorno aseveró, por ejemplo, que los chats en donde el jugador le pide fotos a la niña serían falsos, una fabricación. Los chats fueron efectivamente borrados del teléfono de la menor; lo que se entregó a la Justicia fueron capturas de pantalla. El número de teléfono fue reconocido por Fabbro: Larissa Riquelme y Anabel y su hermana Anabel afirmaron según el procesamiento que el número era empleado para comunicaciones vía WhatsApp. Un perito del área de Cibercrimen de la Policía de la Ciudad afirmó que las capturas fueron originadas en el teléfono peritado a través de un rastreo en las rutas de memoria del aparato, con una secuencia de guardado que validaba el planteo.

Fabbro mismo aseguró que el padre de la menor trabajaba para él y deslizó la posibilidad de un apriete en su contra en supuestos audios y llamadas, se hablaron de otras internas familiares, por dinero o despecho. Se habló de fiestas de adolescentes en casa de la niña, de preservativos tirados. Quian Zavalía no valoró estos argumentos al procesar al jugador.

Anabel Fabbro contó en su declaración testimonial sobre una visita a una disco de Villa Gesell en el verano de 2016, a donde llevó a la ahijada de su hermano. La niña, al salir, le aseguró que se había «chapado a cuatro» según su relato ante la Justicia. Quian Zavalía retrucó en su valoración de prueba que Anabel incurrió «en el mismo comportamiento desprotector que ahora reprochan e incluso peor, en locación distinta de su hogar y lejana de sus padres.»

Hoy, Fabbro espera la confirmación de su procesamiento o su sobreseimiento junto a otros supuestos ofensores sexuales en el módulo I de Ezeiza, sin ninguna medida de resguardo de integridad física dictada especialmente. «Ahí está tranquilo», afirma alguien que conoce de su encierro. Infobae contactó a Francisco Oneto, el abogado defensor de Fabbro, para darle la posibilidad de comentar antes de la publicación de esta nota: se negó a hablar aduciendo «distorsión de sus dichos» en contra del jugador y un «linchamiento mediático.»

(Infobae)

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