La abandonaron con hidranencefalia a los dos meses y su enfermera se convirtió en su mamá

Nuria y Zoe se conocieron en 2014. Ella trabajaba en el servicio de neonatología del hospital Eva Perón de Tucumán. A la beba le habían dado un año de vida. Acaba de cumplir cuatro.

Cuando Zoe llegó al servicio de neonatología del hospital Eva Perón, tenía dos meses y había sido abandonada. Presentaba un cuadro de hidranencefalia irreversible y estaba sola en el mundo. No podía ver, ni escuchar. No movía los brazos ni las piernas. A Nuria, que trabajaba desde hacía un año en el sector de recién nacidos, la llegada de la bebé le cambió la vida por completo. «Yo sabía que no tenía a nadie que se hiciera cargo de ella.

Estuvo dos meses internada. Ya no entraba en la cuna cuando, pese a que habíamos solicitamos que la llevaran a un hogar de tránsito, no había respuesta. Decidí presentarme en el juzgado para convertirme en su mamá y darle una familia», cuenta Nuria Pérez a TN.com.ar

Quería compensar el abandono que había sufrido y contenerla. Nuria define la adopción como una oportunidad para las dos. «Yo ya era mamá de un chico de 13 años que tuve con una expareja. Hablé con mi hijo del deseo de convertirme en la madre de Zoe. Les mostré fotos y todos en casa estuvieron de acuerdo y prometieron acompañarme en la decisión», explica.

Antes de llevarla a su casa Nuria habló con un médico especialista que le dijo que la expectativa de vida de Zoe era, como máximo, un año. «No quería que atravesara todo eso sola. Que durmiera en una cama de hospital. Quería que sintiera el abrazo de los brazos haciéndole upa», detalla emocionada.

Se presentó en el juzgado para averiguar cómo tenía que hacer y si existía la posibilidad de adoptarla. «Me dieron las instrucciones y me convertí en su hogar de tránsito. Pasaron los primeros meses, Zoe llegó al año y fue un alivio seguir teniéndola entre nosotros. Después, surgieron los miedos de que apareciera un adoptante, hasta que conseguí la guarda con fines de adopción», afirma.

En agosto van a hacer cuatro años que Zoe es parte de la familia Pérez. La casa en la que viven queda en Santa Lucía, a sesenta kilómetros de San Miguel de Tucumán. La nena se alimenta con sonda y tiene convulsiones a diario. «No es fácil, trato de dedicarle el mayor tiempo posible. Hago mi turno de doce horas como enfermera y después estoy siempre con ella».

Si no está en casa, los abuelos, o la pareja de Nuria se encargan de que la chiquita esté atendida. «Si bien nosotros no tenemos una buena posición económica, vivo tranquila y estoy refaccionando nuestro hogar. Adaptándola para que ella esté cada día más cómoda».

La familia se siente orgullosa de los cambios que perciben en la nena. «Era una bebé que apenas se movía. No abría ni siquiera sus manitos. Ahora si le hablamos nos sonríe. Nos identifica por la manera en que la abrazamos. Cada uno encontró la manera de conectarse con ella. Los médicos dicen que dentro de su cuadro, está bastante bien», sostiene la mamá.

Mientras espera que se terminen los trámites de la adopción, Nuria cuenta su historia a TN.com.ar porque quiere generar conciencia sobre la adopción de chicos con discapacidad. » Hay muchos niños como Zoe que necesitan un hogar que los contenga y que compense el terrible abandono que sufrieron».

En Tucumán, algunos hablan del milagro del amor. Zoe había sido abandonada, no tenía expectativa de vida y hoy, cuatro años después de haber llegado sola al hospital, es testimonio de el poder de las caricias, del valor de los cuidados y del compromiso de los padres por elección. Del mágico vínculo entre una madre y una hija.

(TN)

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