20% en Gestión y 80% en Marketing

Un viejo principio, llamado ley de Pareto, o regla del 80-20, dice que la parte más importante de cualquier cosa está en un 20%. En un lugar de trabajo, por ejemplo, es el 20% de los empleados el que hace el 80% del trabajo. En una empresa, digamos en un restaurante de comidas rápidas, el 80% de la recaudación se obtiene sólo del 20% de los platos más vendidos. Y así sucesivamente. Si lo aplicáramos al gobierno, podríamos decir que un 20% de sus acciones son auténtica gestión, y que un 80% restante es puro marketing.
Esta fórmula nos revela toda una forma de entender la política. Gobernar es buscar una forma de administrar los recursos de un país, siempre limitados, de la forma más equitativa posible y resolviendo los problemas de la población. El marketing es solo una forma de vender, realzando las bondades de un producto y escondiendo, mediante una gran variedad de técnicas, sus defectos. El marketing no es política, aunque las dos cosas se hayan mezclado tanto en los últimos tiempos que por momentos nos cuesta diferenciarlas.
La primacía que el gobierno tiende a darle al marketing quedó en evidencia con el reciente blooper de Nicolás Massot en un programa televisivo. Lo interesante es que, creyendo que estaba en el corte, Massot hizo declaraciones que no fueron de ninguna manera escandalosas, ni que lo dejaron mal parado. Sin embargo, la oposición lo presentó como “un papelón” y la propia gente del gobierno como “un desliz”.
El problema, me arriesgo a decir, no estuvo en las cosas que dijo, sino en la forma en que las dijo. Massot apareció como es fuera de cámara, más descontracturado y hasta se le escapó un “quilombo” por ahí. Hizo lo que un hombre del PRO no puede hacer, que es bajar la guardia y olvidarse del marketing. Fue el “producto Massot” lo que quedó en jaque, no el “político Massot”. Ni que hablar que sus declaraciones, aunque puedan dolerle a algunos, son muy ciertas: tarde o temprano el justicialismo volverá al poder, y nos queda esperar, como sociedad, que lo haga bajo una fórmula renovada.
Pero esta tensión entre gestión y marketing también se manifiesta en áreas mucho más centrales del gobierno. La necesidad de transmitir la imagen de “equipo” homogéneo y que tira para el mismo lado se refleja en un esquema centralizado del poder en que no hay mucho lugar para el disenso. Las reuniones de gabinete no son precisamente un espacio en el que se escuchen diferentes voces.
Es cierto que para cualquier mandatario es importante construir una base sólida con gente de confianza y grandes ideas. En este sentido, Macri armó un medio campo integrado por Peña, el Mascherano de este gobierno, y dos mediocampistas de territorio: Quintana y Lopetegui. Marcos Peña es el que distribuye el juego, el que evalúa, mide y reacciona; el problema es que, por esta centralidad, la pelota no puede circular si no pasa por él. Quintana y Lopetegui lo acompañan con su conocimiento y liderazgo entre los empresarios; el resto del gabinete son corderos que cuentan sus cuitas con cuidado y sin poder expresarse con énfasis por temor a ser las víctimas de un futuro recambio.
Las reuniones de gabinete, según se cuenta, son recuentos rigurosos de proyectos y problemáticas en las que nadie se atreve a diferenciarse mucho y decir lo que realmente piensa. Bajo la mirada atenta del Jefe de Gabinete, nadie saca los pies del plato. Esto que ocurre en el microcosmos del gabiente tiene después grandes consecuencias a escala macro. Ante los conflictos que surgen en la sociedad, pocos son capaces de salir a hablar por si solo -por no atreverse, por falta de práctica o de “seniority”. Las intervenciones de los ministros en general solo agravan los conflictos, y en esos casos una vez más altas esferas deben ocuparse de arreglarlo. y finalmente la foto es de Marcos Peña (ejemplo UIA).
Por esta centralización y homogeneización del marketing es que los dichos de Massot, aunque no sean insensatos, parecieron fuera de lugar. También da que pensar la forma en que caracterizó al peronismo y el recambio democrático. “¿Alguien tiene dudas que nosotros podemos quedarnos diez años más? ¿Y después qué? ¡Después va a venir el Partido Justicialista, reciclado!” dijo el jefe del bloque.
No parecería grave en un país con un recambio normal, pero en este caso parecería que el gobierno se empeña en sostener la ficción de que el PJ nunca va a volver al poder. Una vez más, puro marketing. El peronismo de hecho tiene buenas chances de regresar si resuelve sus propios dilemas, si logra darle la vuelta al problema de Cristina -que sigue siendo, en lo teórico y en las encuestas, la mejor propuesta para el 2019. La única forma que tendrá el PRO de asegurar su permanencia es enfocándose en el 20% que es la gestión, porque con eso, y no con el marketing, se ganan las elecciones.

(*) Magister en Comunicación y Marketing político Universidad del Salvador.

Postgraduate Business and Management. Universidad de California Ext. Berkeley, EEUU.

Director de Buenos Aires Comunicación, BAC

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