Reflexión del Pastor Guillermo Decena: El Cielo II

Como cristianos, nuestro verdadero hogar es el cielo (Filipenses 3:20). Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador. Sin embargo a veces, estamos aferrados al aquí y el ahora. Nos encantan las bendiciones terrenales de Dios. Pero la Biblia nos desafía a centrarnos en “las cosas de arriba”.

Amós 4:12 “Por eso, Israel, voy a actuar contra ti; y cómo voy a hacerlo, ¡prepárate, Israel, para encontrarte con tu Dios!”

Este pasaje hace recordar solemnemente que un día toda la humanidad será juzgada delante de Dios, inclusive los creyentes en Cristo. Pero lo más interesante es que la gente está preparándose para todo menos para lo más importante. Desde que nacemos nuestros padres quieren prepararnos para un futuro promisorio pero lo más importante es prepararse para el encuentro con el Altísimo. La Palabra de Dios nos ayuda a vivir sabiamente sobre la tierra y a prepararnos para este encuentro. Describe al cielo como:

  1. I) UNA PATRIA CELESTIAL

Como cristianos nuestro verdadero hogar es el cielo (Filipenses 3:20). Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador. Sin embargo, a veces, estamos aferrados al aquí y el ahora. Nos encantan las bendiciones terrenales de Dios. Al mismo tiempo, la Biblia nos desafía a centrarnos en «las cosas de arriba».

Si les ha tocado alguna vez pasar por migraciones, saben que lo más esencial es tener un pasaporte vigente, con todos los papeles asociados en orden. ¿Cuál será el pasaporte para entrar al reino de Dios? ¿Cómo podemos recibir permiso para ser ciudadanos del cielo? Algunos opinarán que no se necesita ningún pasaporte, que Dios dejará entrar a cualquiera que lo desee. Les aseguro que esto no es cierto. Otros creen que, por haber sido bautizados en su infancia, tienen un pasaporte al cielo, pero la entrada al cielo no es por medio del bautismo. También hay quienes creen que el precio de un pasaporte al reino de Dios es hacer muchas cosas buenas. No hay suficientes buenas obras para poder llegar a la presencia de Dios. Sólo hay un pasaporte para el cielo. Veamos cuál es en Efesios 2:8-9 “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe”.

Eclesiastés 3.11. En lo más profundo de nosotros existe el deseo de vivir para siempre. El mundo está lleno de historias de hombres que hicieron todo por lograrlo, pero los que tenían fe recurrieron al Padre en busca de la inmortalidad.

Hebreos nos recuerda que los hijos de Dios del Antiguo Testamento esperaban con fe la seguridad de vida eterna después de su muerte. Aguardaban la promesa de la resurrección, al mismo tiempo que experimentaban el sentimiento de ser forasteros y exiliados en la tierra. Ellos sabían que lo que más anhelaban sus almas no lo encontrarían en esta vida, sino en el cielo.

Hebreos 11:14-16. Lo que estaban buscando era «una patria mejor». Tener un anhelo profundo por una patria mejor sería una buena noticia sólo con una condición, la cual revela el autor en la segunda parte del versículo. Lo que ellos esperaban, era lo que Dios tenía toda la intención de darles. El pecado no sólo nos robó la eternidad; también ha destruido nuestra capacidad de disfrutar del viaje por este mundo. Vemos los efectos del pecado a través del tiempo, hasta que al final podemos incluso recibir de buena gana el fin de nuestros días en esta tierra. (Es lo que dice en 2° Corintios 5:1- 2).

Cuando María y Marta lloraban la muerte de Lázaro, Jesús trató de ayudar a Marta a salir de su limitada perspectiva en cuanto a la vida. Simplemente le dijo que su hermano resucitaría. Marta asintió amablemente: Juan 11.24. Ella sabía que Dios algún día resucitaría a Lázaro. Jesús le dijo entonces en Juan 11: 25- 26 «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?”. Es de dudar que Marta hubiera entendido en ese momento lo que Él quiso decir, aunque afirmó que sí. Pero unos minutos después, Jesús levantó a Lázaro de los muertos. Fue entonces que Marta lo entendió.

  1. II) UNA HERENCIA MEJOR

Perdurable herencia tenemos dice en Hebreos 10:34 “Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos”.

Los bienes terrenales traen preocupación, carga, estrés, es una lucha conseguirlos y mantenerlos, y son de corta duración, pero Dios nos ha prometido bienes positivos e imperecederos en el cielo, y esta promesa engendra en nuestros corazones la certidumbre de que allí tenemos una más perfecta e imperecedera sustancia.

Pero para el cristiano puede haber una distinta realidad: “la bendición de Dios enriquece y no trae tristeza con ello” dice Proverbios, o sea ¡el Señor puede proteger lo que otorga!  Pero Dios quiere que meditemos en que hay cosas maravillosas que vamos a recibir en el cielo. ¡También habla de recompensa por cualquier malestar por causa del Reino! Hebreos 10:35-36 ¿Cuál es el beneficio de acercarse a Jesús? Sabiendo que tenemos en Cristo una mejor y “perdurable herencia” en los cielos (Hebreos 10:37-39).

Una Herencia Eterna

El querer dejar algún bien a la familia después de la muerte es un deseo bueno, y bíblico, ya que nuestro día a día se desenvuelve en un mundo difícil y consumista. Pero nos hemos puesto a pensar conscientemente ¿cuál es la más valiosa ganancia que podemos ofrecer a los seres que amamos? Mateo 6:19-20. La Palabra de Dios nos enseña que existe una herencia que no se corrompe o desgasta; una herencia pura y perdurable.

Los hijos de Dios somos herederos de Dios, y coherederos con Jesús (Romanos 8:17). Deberíamos entender este pasaje, ¡dice que tenemos que comprometernos con su Reino por más sufrimiento que esta decisión nos traiga! Herederos significa que hemos recibido esa herencia prometida: la salvación plena o vida eterna.

Entonces, nuestra mejor herencia trasciende el cuerpo, y es eterna. Está en la esfera espiritual para disfrutarla junto a nuestro Señor. El poder pasar este privilegio a nuestros seres amados es parte del mejor legado que podemos ofrecer, sabiendo que a quienes compartamos del amor de Jesucristo y lo acepten en su vida también heredarán la vida eterna donde ya no habrá muerte, ni enfermedad, ni llanto, ni lamento, ni dolor (Apocalipsis 21:4).

III) LA CONGREGACIÓN  DE LOS SANTOS

Hebreos 12:22 “Estos primogénitos que están inscriptos en los Cielos, son los miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo, que son señalados como los primogénitos de Dios, del cual Cristo es la cabeza de esos primogénitos”.

Un Sueño Mayor

El 28 de agosto de 1.963 Martin L. King proclamó frente al Lincoln Memorial lo siguiente: “Tengo un sueño: que algún día en las rojas colinas de Georgia, los hijos de esclavos anteriores y los hijos de anteriores dueños de esclavos se sentarán juntos en la mesa de la hermandad… Tengo un sueño: que mis cuatro hijos pequeños algún día vivirán en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter”. Martin L. King articuló y simbolizó un gran sueño, sueño aún no hecho realidad. La visión Bíblica es mayor a la manera en que negros y blancos se relacionan terrenalmente. Se refiere a personas de cada raza, cada lenguaje y cada tribu unidas con pasión por la supremacía de Dios en todas las cosas.

Todas las Razas Unidas

Jesús tiene el derecho de abrir el libro de la historia porque por su muerte rescató personas para Dios- para gloria y alabanza de Dios – de toda «tribu, lengua, pueblo y nación». En el diseño de Dios, la muerte de Jesús fue fundamental para rescatar a algunos de cada raza e idioma y unirlos en un solo «reino». Todos tendrán un rey. Es decir, todos vivirán con pasión por la supremacía de Dios en todas las cosas. Todos serán adoradores de tiempo completo. Observemos esta visión cumplida en los versos 13-14 del capítulo 5.

Para esto fue diseñada toda la creación, Apocalipsis 5:9 explica la razón por la que Cristo murió y es digno de llevar la creación a esta exaltación es que él rescató personas de toda tribu y toda lengua para alabar a Dios como sacerdotes. De esto trata la historia. Para esto son las naciones, las razas y las lenguas. Ahora bien, la implicación es enorme en nuestra misión como iglesia. Por ejemplo, existen cerca de 6.528 lenguajes hablados en el mundo de hoy. Aún más, existen divisiones tribales y étnicas dentro de las lenguas. Cristo murió para rescatar personas de cada una. Otra implicación del propósito de Dios en la muerte de Cristo, es que los redimidos provenientes de toda raza estén unidos, esto incluye negros y blancos, morenos, rojos y amarillos y cualquier otro tono de color.

¿Por qué creó Dios razas y lenguas diferentes?

Hay mayor poder y profundidad en la alabanza hecha a Dios que proviene de unidad en la diversidad que de la simple uniformidad. Salmo 96:3-4. En otras palabras, las naciones son llamadas a participar porque la grandeza de la alabanza depende de ello. La alabanza a Dios es engrandecida, Él  así lo requiere. Y la unidad en la diversidad es mayor que la uniformidad. Dios tiene el sueño y el propósito final para todas las naciones y toda raza y toda lengua. Unidos en pasión por la supremacía de Dios en todas las cosas. Esa es nuestra pasión también.

Que tengan una semana de bendición y victoria!

Pastor Guillermo Decena Centro Familiar Cristiano Eldorado.

Prédicas en vivo los miércoles y domingos 20 horas, a través de http://cfceldorado.org/          

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas