Error no forzado

 

Jorge Triaca no cometió un error. Sí, es verdad que él mismo admite haberlo hecho. También que Marcos Peña y el propio Presidente se refirieron así al accionar del Ministro de Trabajo: fue “un error” maltratar verbalmente a una empleada doméstica, y fue otro “error” mantenerla en una situación laboral irregular. Pero esto no es así.

Voy a explicarlo con unos ejemplos. Digamos que alguien va caminando por la calle y, sin querer, se lleva por delante a otra persona: podemos coincidir en que eso es un error. Pero, ¿qué pasa si, en vez de eso, ve a una persona que le cae mal y la empuja a propósito? O digamos (para hablar de un tema más afín al gobierno) que alguien, en su declaración jurada, se olvida de un cero por ahí y escribe 10.000 en vez de 100.000. Eso también es un error, pero ¿y si lo hizo a propósito?

Creo que así va quedando claro que no es lo mismo cometer un error que hacer algo que esta mal. Cuando hay un error, la persona tenía buenas intenciones, un buen objetivo, pero no pudo lograrlo por alguna falla (a fin de cuentas, nadie es perfecto). En cambio, las malas acciones se hacen sabiendo que están mal, y con el objetivo de obtener algún beneficio personal.

Por eso, Triaca no se equivocó: sabía que su comportamiento era incorrecto para un Ministro, y más aún un Ministro de Trabajo. Sí, es verdad que lo admitió y se arrepintió, pero no lo hizo al darse cuenta de que había estado mal. Lo hizo porque la cuestión tomó estado público. Porque lo descubrieron.  Lo que genera la impresión de que, si nadie se enteraba, Triaca hubiera seguido con ese comportamiento. Y peor aún, nos hace sospechar que hay muchas otras cosas que ni siquiera sospechamos.

Desde su llegada al poder, Cambiemos convirtió la autocrítica y el reconocimiento de los propios errores en una marca registrada. Era un rasgo que los diferenciaba del kirchnerismo y que fue bien recibido por la sociedad. Ahora bien: no es lo mismo perdonar un error que perdonar una mala acción. Menos aún si se trata de un funcionario que, al tener más responsabilidad, debería estar sujeto a sanciones más duras que el común de la sociedad.

No sé si Triaca debería haber renunciado, o si deberían haberle pedido la renuncia. Ciertamente, hay parte de la sociedad, incluso muchos votantes de Cambiemos, que lo sienten así. Pero creo que más allá del castigo puntual que le correspondiera al Ministro, los líderes del gobierno deberían haberlo condenado en forma más enérgica.

Tanto el Presidente como el Jefe de Gabinete prefirieron, en cambio, destacar su labor como Ministro y en particular la intervención del SOMU (Sindicato de Obreros Marítimos Unidos). Pero claro que nada de esto lo excusa de haberse comportado mal en este caso. Defender a un funcionario diciendo que, en general, es excelente, y no pedirle cuentas por sus acciones más cuestionables, parece una versión apenas un poco más sofisticada del “roba pero hace”.

Creo que, ante estos casos, un gobierno que viene haciendo un esfuerzo considerable por mantener la transparencia, no puede darse el lujo de hacer una defensa ciega o pasar por alto la infracción de un funcionario de tan alto rango. En la sociedad, despierta la impresión de que, a fin de cuentas, las cosas no cambiaron tanto con respecto a la gestión anterior. Hacia adentro, hará que los funcionarios sean descuidados y cometan más de estos “errores”.

Puede parecer un caso menor, ahora, pero la decadencia nunca empieza de golpe. Al contrario, empieza con cosas chicas, con ligeros deslices y disculpas, que en un momento dado se van acumulando y que al final desembocan en una situación a la que nadie sabe cómo se llegó. Triaca no cometió un error, pero es muy probable que el gobierno lo esté cometiendo ahora.

 

(*) Magister en Comunicación y Marketing político Universidad del Salvador.

Postgraduate Business and Management. Universidad de California Ext. Berkeley, EEUU.

Director de Buenos Aires Comunicación, BAC

 

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