Lucha y fortaleza en primera persona: la historia de la pequeña posadeña que ingresa a la lista de espera para un corazón

Abigail es de Posadas, tiene cinco años. Su lucha comenzó a los 4 meses de gestación, cuando a su madre Nilda Cabrera el ecógrafo le advirtió que “algo no andaba bien”. Desde ese momento y guiados por el doctor Lisando Benmaor, se largaron de lleno a las indicaciones médicas. Abigail pasó por tres cirugías, controles permanentes y una fortaleza que le brinda su familia para que no perciba “la severidad del caso”.  La semana que viene la pequeña viaja a Buenos Aires y comienza otra lucha, esperar un nuevo corazón.

Desde aquel diagnóstico, la vida de Nilda y su familia dio un vuelco. Abigail tiene un solo ventrículo, que es el izquierdo, y el faltante es el que cumple la función de oxigenar la sangre.

Desde este diagnóstico la pequeña hizo que todos en su entorno familiar comenzaran una lucha diferente, que pondría a prueba la fortaleza, lucha y unión de la familia. Más de cinco años pasaron de aquel día y la familia demuestra ir cumpliendo los desafíos planteados, es que “Abigail es una nena normal, hacemos todo para que ella viva una vida normal con su hermano”, cuenta la madre con una entereza que solo las MADRES con mayúscula saben tener.

El comienzo:

A los cuatro meses de gestación Nilda fue a uno de los tantos controles que deben hacerse las embarazadas. Fue en ese momento que el ecógrafo   le dijo que no veía ciertas cosas del corazón que debían verse. “Fue un viernes”, recuerda con precisión la madre.

Desde entonces, el ecógrafo la deriva con el cardiólogo Lisandro Benmaor, quien al día siguiente comenzó a trabajar con ellos.  “Benmaor, me hizo una ecografía y saltó lo severo del caso, me dijo que ella no tenia oportunidades si nos quedábamos acá, nunca me hablaron de un trasplante porque no querían acelerar el trascurso de todo”, contó Nilda.

A partir de ahí comenzaron los viajes a Buenos Aires porque necesitaban controles más rigurosos y de mayor complejidad. Además Abigail debía nacer en Buenos Aires, según prescripción de los especialistas, ya que necesitaba cuidados muy complejos al momento de nacer.

Un mes antes Nilda se instaló en Buenos Aires, nada resultó sencillo, primero por inconvenientes con la obra social, luego la dificultad para conseguir un sanatorio. Debía ser el Hospital Garrahan, pero esto no fue posible. Los nervios, ansiedad y todo lo que ello conlleva llevó a Nilda a terminar internada, pero sobrepasó esa situación y finalmente y tras mucha burocracia lograron ingresar al hospital Italiano, fue ahí donde nació Abigail un 7 de julio de 2012. A los seis días fue intervenida quirúrgicamente en una operación que duró unas 7 horas. Nada fue sencillo desde ese momento tampoco, cuidados, controles. A los seis meses Abigail ingresó nuevamente a cirugía, otra vez con todo lo que ello implica. “Fue bastante difícil”, reconoce Nilda. A los dos años la pequeña se sometió  a una tercera operación, que sería la última corrección. Luego seguirían los controles.

El trasplante, un hecho

En el 2016, otra noticia volvió a sorprenderlos. Los padres fueron a un control con su péqueña y la cardióloga de Buenos Aires les advierte que las cosas no andaban bien y que el corazón había bajado el funcionamiento. “Debíamos  hacerle un control cada mes en Posadas y cada tres meses en Buenos Aires, y en diciembre pasado la cardióloga vuelve a decirme que la situación empeoró y que el hígado de Abigail no estaba bien, que no se debía esperar y era un hecho que debía ingresar a la lista de espera para un trasplante”.

Otra etapa en la vida de Abigail y su familia se inicia ahora. Nilda ya hizo todos los estudios de trasplante y la semana próxima viajará a Buenos Aires con su familia (El padre y hermano de 8 años de Abigail). Nilda y su familia ya están pensando en enviar a su otro hijo a la escuela allá y prepararse para encarar con todo lo necesario esta nueva etapa de la pequeña luchadora.

No saben cuánto tiempo durará todo, pero sí están preparados. “Uno muchas veces ve por la tele, pero te aseguro que vivirlo es otra cosa. A mí me sostiene y da fuerza ver la sonrisa de mis hijos, verlos jugar juntos, ser felices. Nunca quiero que se apague esas sonrisas y eso me da toda la fuerza que necesito”, declara Nilda con una templanza y fortaleza destacable. Aseguró además que la familia de la pareja son un sostén principal para todos, “sin ellos no sé como encararía todo”, manifestó.

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