VISIÓN MISIONERA 2018: Epicúreo, la filosofía del placer en cuerpo y alma

Ni el poder, ni la fama, ni el dinero son un pasaporte para la felicidad. Lo dijo Epicuro, el filósofo griego que vivió tres siglos antes que Cristo. Porque las superan la amistad y otras gratificaciones naturales, según el ate­niense. A sus seguidores los llaman epicú­reos y el español define así a quienes bus­can los placeres de la vida. Sin excesos, lejos del dolor, con prudencia y razón.

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Con esa filosofía, en 2013 nació Epicúreo en el barrio posadeño de Villa Sarita, un sitio amigable, cómodo donde se puede com­prar, beber una copa y hasta fumar un ciga­rro en un living acogedor. Es un espacio de placer para quienes gustan del buen vino, las bebidas espirituosas, los habanos, el ta­baco en pipa y hasta del chocolate, del café y del narguile, una pipa de agua de Oriente.

Las creadoras son las hermanas Andrea y Viviana Contreras, jóvenes empresarias y también profesionales. Andrea es escri­bana y abogada y Viviana, nutricionista. Y, como si fuera poco, crecen con su empre­sa, sin abandonar sus profesiones. Vienen de un hogar donde aprendieron de sus pa­dres Fausto y Delia el amor por el comercio como servicio y relación con la gente. Por eso, antes de Epicúreo, abrieron el Almacén del Vino. “Ojalá un día seamos una marca de prestigio”, dijo Andrea Contreras. Y vaya si lo están logrando.

Las hermanas abrieron en mayo de este año otro Epicúreo. Esta vez un restaurante en la Costanera de Posadas, con menúes es­peciales, en el fondo de comercio que com­praron a Doña Chola. Allí ofrecen comida para celíacos, con cubiertos y platos este­rilizados, y menúes bajos en sodio, vegeta­riano y para diabéticos, además de tradicio­nales platos de la gastronomía tradicional. También brindan servicios completos para eventos, algo que completó su agenda y las mantiene ocupadas “de lunes a lunes”, con­fesó Andrea.

 

¿Cómo nació Epicúreo?

En 2012 a nivel comercial se llamó prime­ro Almacén del Vino. Después buscamos este espacio donde el cliente que busca un vino o un habano disfrute de buenos mo­mentos. En esa búsqueda, leyendo a filó­sofos, me gustó mucho Epicuro: yo sentía que estaba relacionado con nuestro objeti­vo. El filósofo griego antes de Cristo, decía que el estado de felicidad consistía en dis­frutar de buenos momentos, en compañía de familiares y seres queridos, compartien­do ya sea una comida, una bebida, un ciga­rro. Algo que haga pleno ese momento. El hedonismo -como el chocolate suizo He­donist que hoy es parte de la casa- significa placer y es una de las palabras que Epicu­ro instauró dentro de su filosofía (epicureís­mo) como el estado de la felicidad.

¿Hay algo de sus ancestros también?

Mis padres venían ya de una actividad co­mercial; no es que no me alcanzaba la parte notarial, sino que sentía esa gana de gene­rar ese hobby y estar en el contacto de la gente. Estos rubros ayudan a crecer mucho, a ver distintas áreas del mundo en lo cultu­ral y en diálogo con mucha gente. Los mis­mos productos que vamos incorporando nos hacen crecer hoy: en el habano, en la pipa, en los chocolates, en el café. Suma un conocimiento que nos gusta mucho, tanto a mí como a Vivi, nos compromete cada vez más y lo llevamos en la sangre.

¿Y el nuevo proyecto gastronómico?

Pasa más por una pasión, con una cuestión diferente a esta. El Almacén, también empe­zó casi como un hobby. Porque en casa de gente amiga con bodegas en Mendoza se me despertaron las ganas de tener algo re­lacionado al mundo del vino. Allí vi, no solo vinos sino como hacen el aceite, la merme­lada, todo lo que genera Mendoza en sí con su materia prima y eso despertó un interés. Pero no pensé que de manera tan rápida se iba a aproximar ese sueño. Y comenzamos el 15 de octubre de 2012.

¿Y en estos cinco años fue mudando el consumo posadeño en vino, tabaco?

¡Uy!, hubo cambios muy marcados. Lo que más llamó la atención fue ver a la gen­te abrir su mente, su espíritu, su paladar, ahondar en el misterio de lo desconocido, como en bodegas boutique desconocidas. Esa actitud nos incentiva a sumar otras bo­degas que no están en el mundo del su­permercado ni en la tele. Son bodegas que trabajan muy bien, casi familiares, con muy buen vino para dar a conocer y degustar. Pero la degustación es clave para lograr que un vino se venda masivamente o se logre su recepción. Porque cada paladar es un mun­do y siempre hay que invitar logrando la respuesta del boca en boca.

¿Cómo se les ocurrió abrir un espacio como el del cigarro?

Ya vendíamos habanos en Centenario y continuamos acá en Beato Roque Gonzá­lez desde 2013. En Cuba vi cómo se desa­rrolla el habano y cómo ofrecerlo, ya que es una mercadería no muy conocida. Y en Gi­nebra, Suiza vi los chocolates Hedonist y la Ruta del café en Pereira, en Colombia. Está bueno saber que estamos ofreciendo y su origen. Las dos hicimos un curso de som­melier. Claro, si nosotras no degustamos es muy difícil saber hablar de las característi­cas del producto. Podés repetir lo que dice la etiqueta, pero si uno sabe de vino puede hablar mucho más.

 

 

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