Javier Pinola crítico con el presente de River: «No somos tontos y sabemos que no estamos jugando al nivel esperado»

El defensor de River no esquiva el irregular presente del equipo. Además, opina de la sociedad argentina y las diferencias con Alemania y asegura que la final de la Copa Argentina la deben «ganar como sea».

 

Siempre se dice que los pequeños detalles son los que terminan haciendo la diferencia. Quizás por eso Javier Pinola se toma unos minutos después de cada práctica para trotar en soledad en el River Camp de Ezeiza. «Lo aprendí en inferiores, para bajar las tensiones y relajar los músculos. Son costumbres, cada uno hace lo que lo hace sentir cómodo y mejor para el próximo entrenamiento», explica el defensor de 34 años mientras dialoga con LA NACION sentado en uno de los bancos de suplentes de la cancha central del complejo.

 

 

Ser autoexigente e intentar mejorar ya es parte de Pinola, quien sabe que está en deuda en River y no esquiva las críticas, a horas de la final de la Copa Argentina con Atlético Tucumán. «No somos tontos y sabemos que no estamos jugando al nivel esperado. Falta compromiso para defender y atacar. Hablamos profundamente porque se viene una final. Hay que ser regulares y estar concentrados. Debemos mentalizarnos y ganar sea como sea», explica.

 

-¿Cómo viven el presente?

 

 

-No nos abstraemos de lo que pasa. Tratamos de estar tranquilos, hay mucha gente de experiencia que ha pasado por situaciones malas. En River todo se magnifica y no lo esquivamos. Pero lo importante es que el grupo esté concentrado y unido, porque el trabajo es la única forma de salir. Es fundamental la cabeza y cuán rápido uno hace el duelo ante una adversidad. Podemos terminar el año con un título, pero no hay que perder la paciencia ni el objetivo. Solo así uno puede dar lo mejor.

 

-¿Cómo manejás las críticas?

 

 

-Lo vivo con calma. Todos opinan, pero si uno es objetivo y sabe qué hizo bien y mal, y escucha al grupo y al cuerpo técnico, no tiene que volverse loco. Para mí fue un período de adaptación en el que traté de rendir de la mejor manera y al máximo nivel desde que llegué.

 

-¿Qué tan autoexigente sos?

 

-Muy, por demás. Esa exigencia me lleva a sobre presionarme o a no perdonarme situaciones. Siempre fui así, pero lo había dejado un poco de lado. Lo importante es lo que hablo con la gente que me quiere y mis compañeros, tratando de relajarme y de disfrutar.

 

-¿El fútbol argentino te lleva a eso?

 

-Yo siempre fui así y no por nada me llevó a donde estoy hoy y a la Selección. Hay que tratar de no ponerse más presiones de las que uno tiene por querer dar lo mejor de sí.

 

-¿Cómo es tu vínculo con Gallardo?

 

-Él sabe cómo pienso, que no me doy por rendido y que siempre intento dar un poco más en cada entrenamiento, en los cuidados. Me conoce, respeta mis silencios, sabe que no me da igual si tengo un partido bueno o malo. Yo aprendo de lo que hacemos día a día y de su manera de trabajar. Es autoexigente y quiere tener todo bajo control.

 

«Muchos hinchas llevan a su hijo de entre 5 y 11 años a la cancha, insultan y el nene repite. ¿Qué ejemplo le das a tu hijo? ¿Que vaya a la cancha a insultar en vez de a disfrutar? Es lamentable»

Javier Pinola

-Tu abuelo jugó hasta la cuarta división en River, ¿vos tenías alguna vinculación con el club?

 

-Sí, no me gusta hablar mucho porque no quiero que se confunda. Fui socio, iba a la cancha y la familia era de River. Pero si sos profesional, cambia el fanatismo porque uno cuando lo enfrenta se debe a su equipo y quiere ganar. Cuando surgió la chance de venir, era un paso que yo quería dar por diferentes cuestiones, es algo lindo que quería aprovechar.

 

-En 2016 sufriste una fractura de tibia derecha y después una fisura, ¿volver fue un desafío?

 

-Fue un momento complicado. Me tocó con 33 años, no era fácil asimilarlo. Mucha gente me apoyó y deseaba mi vuelta, y sé que hay mucha gente que no creía que iba a volver. Pero las malas energías me dieron fuerzas para sobreponerme. Soy un cabeza dura y amo el fútbol. Fue un escollo más a superar.

 

-¿Hay algo que no te gusta del fútbol?

 

-La falta de respeto. Viví en Alemania, un país en el que el respeto es lo primordial, y no entiendo al hincha argentino. Van a insultar al visitante y a faltar el respeto. Yo me le aguanto y hago oídos sordos, pero no me acostumbro. No hay que hacerlo. Lo peor es que muchos llevan a su hijo de entre 5 y 11 años e insultan y el nene repite. ¿Qué ejemplo le das a tu hijo? ¿Que vaya a la cancha a insultar en vez de a disfrutar? Es lamentable.

 

-¿Te sigue sorprendiendo eso?

 

-Algunas cosas sí. Vamos a sacarnos toda la bronca de la semana a la cancha. En Europa jamás recibí un insulto ni me arrojaron algo. Mirá, un ejemplo con un compañero: Enzo Pérez, jugador de Selección, va de visitante y lo insultan. Allá no pasa. Es inentendible, lo putean, le dicen «muerto» o «cómo vas a jugar en la Selección». Y después cuando juega la Argentina, lo van a alentar. Está bien que te quieran desconcentrar, pero no es la forma.

 

-¿Creés que así es nuestra sociedad?

 

-Sí, el insulto agresivo habla de la sociedad argentina. Se canalizan muchas cosas en el fútbol. Ojo, me encanta el fanatismo porque amo este deporte como millones de personas. Pero hay vivirlo más tranquilos, como algo lindo. Que te enoje perder, pero sin llegar a la violencia.

 

-¿El extremo total fueron las amenazas en Rosario?

 

-Es un tema pasado, olvidado. No voy a decir nada por un puñado de gente. Me quedo con los buenos momentos y los amigos que tengo allá.

 

-¿Qué mensaje le bajás a los más jóvenes?

 

-No hay que llenarles la cabeza, solo consejos indispensables y de a poco. Muchos tenemos una carrera atrás y ellos la tienen por delante. Lo importante es predicar con el ejemplo, mostrando cómo uno se esfuerza y cómo trabaja. Llegar es fácil, lo difícil es mantenerse.

 

-¿Cambiaron las épocas?

 

-Sí, a los 15 años hay chicos con contrato. En mi época era muy difícil y había hambre de gloria. Quizás hasta tienen un departamento, viven solos y se manejan con su plata. No digo que esté mal, pero puede confundir. Después, en primera, hay que aprovechar para aprender, sin creer que las sabés todas. A esa edad muchos no valoran el lugar en el que están. River es un privilegio. Tuve compañeros que habían estado acá y me decían: cuando te vas, querés volver.

 

-¿Se perdió el hambre de gloria?

 

-No, pero las cosas llegan más rápido, los representantes aparecen a los 14 años porque se quieren salvar y les prometen Europa. Los chicos deben disfrutar en la cancha, con responsabilidades, pero sin prisa. Hay que hablarles para aprendan y jueguen. Lo mismo los padres: la mejor manera de apoyar a un hijo es sin presionarlo. Para eso hay un entrenador. Si alguno quiere aconsejar como padre, no hay problema. Mis hijos hacen baby fútbol y yo en el entrenamiento no hablo. Después, les doy consejos que a mí me ha dado mi papá. Pero sin presiones y sin saltar etapas. No los obligo a nada.

 

-¿Ser referente es una presión?

 

-Conlleva una responsabilidad, pero es algo lindo y no intento sentirme referente. Soy una persona más, con experiencia y dispuesta a charlar. Trato de hablar lo justo y necesario, y cuando veo algo que no me gusta o que podemos mejorar para hacernos más fuertes, lo charlo con respeto y escuchando las opiniones.

 

-En un futuro, ¿vas a seguir ligado al fútbol? ¿En Alemania o en la Argentina?

 

-Sí, es lo que me apasiona y me gusta. Después, mi vida en Alemania no la cambio por nada. Es mi segunda casa. Extrañar se extraña, pero por el futuro de mis hijos y la tranquilidad de mi familia, me encantaría vivir allá. No aseguro nada, es un sueño. Uno no sabe las vueltas de la vida, amo a la Argentina porque es mi país. Hay que acostumbrarse, pero hay cosas por más que quiera y le ponga buena voluntad, no se acostumbra.

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