El Chango Spasiuk dio a conocer su nuevo proyecto que fusiona folklore y música electrónica

El estreno de “Pino europeo”, la experiencia electroacústica que une a Chango Spasiuk con Chancha Vía Circuito, colmó anoche la disco porteña Niceto Club y exhibió un nuevo peldaño en el devenir estético y expresivo del acordeonista misionero capaz de poner su obra en diálogo con distintas experiencias sonoras.

El fenomenal aporte de Chango –que, por ejemplo, hizo entrar a la música litoraleña al Teatro Colón- muestra la ductilidad de una obra capaz de soportar lecturas varias con las que derriba prejuicios e instaura mundos que no clausuran la experiencia de búsqueda sino que inspiran otras vertientes y posibilidades.

Y con “Pino europeo” y en singular encuentro con Pedro Canale, tendió el puente temporalmente más largo al reunir las tradiciones musicales de los inmigrantes ucranianos que había documentado en “Polcas de mi tierra” (1998) con las máquinas, los loops y el sensible criterio de Chancha Vía Circuito.

Para que ese intercambio no quede solamente en la superficie de una tensión entre aquella memoria, su acordeón y la máquina, añadió cuatro instrumentistas de su grupo que aportaron matices, potencia y sutilezas (según el caso y el momento) a cada pasaje de un recital tan festivo como inusual.

Las impactantes percusiones de Marcos Villalba y Javier Martínez, el climático violoncello de Eugenia Turovetzky y el protagónico e incendiario violín de Pablo Farhat, se desplegaron en torno a esos ritmos folclóricos paridos de la cruza entre el centro de Europa y la selvática de Misiones.

Desde las 21.45 y a partir del relato que da nombre a este proyecto y que refiere la historia la madera de pino alemán que era una caja y con la que un inmigrante ucraniano hizo la cuna en la que durmieron sus cinco hijos y, luego, también le sirvió para construir su violín, la puesta tuvo un arranque casi sin respiro que se extendió durante 25 minutos.

En ese lapso y también apoyado por las sugerentes imágenes de Milena Pafundi y Mariela Bondino que se apreciaban en una pantalla de tres planos al fondo del escenario, se sucedieron “Alegría que hace llorar” y “Polca rural” (ambas del disco “Polcas…”) con “Vera” (compuesto para su hija y parte del proyecto “Tierra colorada en el Colón”) y “Starosta” (de “Tarefero de mis pagos”, de 2004).

La presencia de tres cantantes de la colectividad ucraniana entonando en su lengua y también en español “Canción de amor” (que Spasiuk acompañó desde el teclado) fueron apenas una pausa en un vértigo contagioso que viajaba entre los músicos y la marea de gente.

Entonces Canale gritó un “¡muchísimas gracias!” y Chango apuntó: “Estamos felices que vengan a bailar con nosotros en este espacio para celebrar la diversidad”.

Más allá de las canciones de “Polcas de mi tierra” intervenidas (entre ellas la atractiva e incendiaria “Distancia”, “Camino alegre”, una selección de schotis, “As de basto” e “Ivanco”), la puesta continuó explorando los lances entre universos en apariencia contrapuestos.

A la hora de los bises, regresaron las vocalistas quienes tras cantarle a Ana por los 87 años que estaba cumpliendo y festejando allí, abordaron a capella “una canción tradicional ucraniana que habla de la patria de la humanidad”, le contó Spasiuk a Télam.

Y antes de una segunda vuelta de “Distancia” que cerró la velada, también hubo espacio para una visita a “Josefina” (que grabó en “Chamamé crudo”) y que hasta coqueteó con el reggae.

Fueron 90 minutos de una apuesta artística que confirmó el espíritu talentoso e indómito de Chango para que su música no deje de ser un organismo vivo que reconoce legados, creaciones, riesgos, idas y vueltas y que, a la vez que se rebela a los condicionamientos de aquello que es de una única manera, abre oídos, cabezas y corazones.

Fotos: Ignacio Arnedo

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