Los prejuicios, ¿Qué nos revelan?

7 segundos nos lleva elaborar un prejuicio sobre la apariencia de una persona. Y no solo eso, 7 segundos nos bastan para que esos prejuicios condicionen significativamente la manera en que nos relacionamos con las personas. 7 segundos que abren o cierran mundos de posibilidades.

Por tal motivo es que tener distinciones en este tema, nos posibilitará encontrar una nueva dimensión en nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos.

 

Los prejuicios, lejos de describir a una persona, hablan más de nosotros mismos, del tipo de observadores que estamos siendo en el mundo. Lo que Pedro dice de Juan, habla más de Pedro que de Juan. Esta frase popular revela este fenómeno, el fenómeno del observador.

En realidad, cuando describimos cualquier cosa de este mundo, lo hacemos teñidos de nuestra manera de ser, de nuestra forma de ver al mundo. Es tan nuestra, que no nos damos cuenta de que la tenemos y de que nos condiciona de tal modo, que incluso en ocasiones hemos dejado de vincularnos con algunas personas por el pre – juicio respecto a la misma.

 

Experimentos sociales han observado que cuando no actuamos bajo estos pre – juicios le damos cabida a la posibilidad de conocer verdaderamente a las personas. Me pregunto, ¿Si tuviésemos la sana costumbre de conocer a las personas, sus circunstancias, historia, entorno, vida, antes de emitir cualquier juicio, no seriamos mucho más felices?, ¿no seriamos mayor posibilidad para ellos y para nosotros?

 

Estos pre – juicios nacen en nosotros mismos, dada nuestra historia, idiosincrasia, cultura, emociones, creencias, paradigmas y mapas mentales. Sin olvidarnos de las propias construcciones que vamos armando a lo largo de nuestras vidas, nuestras propias experiencias.

Cuando pre – juzgamos, creemos estar emitiendo una “verdad” sobre la otra persona y en realidad estamos dejando al descubierto lo que nosotros estamos siendo en el mundo, de cómo miramos el mundo que nos rodea y en base a esos juicios, como nos vinculamos con él.

Cuando aprendamos a darnos la oportunidad de conocer a las personas, sin tantas conversaciones en nuestra cabeza, seguramente se abrirán nuevas posibilidades, nosotros las abriremos.

 

Creo que en algún punto, en el proceso de identificarnos buscamos lo que nos aleja del otro, decimos que no son del mismo barrio, del mismo color de piel, del mismo colegio. Agrupamos a las personas por sus logros personales, sus profesiones, su estatus social, por el auto que maneja o por el lugar a donde suele ir de vacaciones. Las agrupamos por edades, por apariencias, por rasgos físicos o por la simpatía o no, a un determinado equipo de futbol, por sus preferencias con la comida, por su gusto en los deportes o por sus inclinaciones políticas. Las agrupamos por tantas cosas que nos terminamos olvidando que son más semejantes a nosotros mismos de lo que creemos.

 

¿Y si comenzamos a ver las cosas que nos unen, en lugar de las que nos separan? ¿Si vemos a quienes les gusta bailar, a los que están enamorados, a los que tienen desafíos, a los que creen en Dios, a los que les gusta la música, a los que les gusta nadar o a los que les encanta escribir?, veremos que tenemos más cosas en común de lo que imaginamos.

Usted podrá decir que de esta forma estoy agrupando, y que solo cambie el criterio. ¿Sabe qué?, probablemente tenga razón, pero como todo lo dicho es dicho por alguien, el propósito no es armar diferentes grupos sino hacer foco en nuestra particular y única manera de ver el mundo.

 

¿Qué vemos del mundo?, ¿qué vemos de las relaciones humanas? ¿de los seres humanos?, ¿cuando miramos a nuestro alrededor vemos lo que está mal, lo que falta, lo que nos separa, lo que nos aleja o vemos lo que nos une, los que nos acerca, lo que tenemos, lo que está bien, en esa persona, situación o circunstancia?. ¿En definitiva, vemos el vaso medio lleno o medio vacío?

 

De eso se trata estimado lector, de tomar conciencia de que como observadores particulares del mundo, tenemos la posibilidad de ejercer nuestra libertad – responsabilidad de elegir que vemos cuando vemos.

 

El propósito es que nos demos cuenta que hay un mundo de posibilidades allí fuera de nosotros, y que está esperando para ser observado por alguien, esperando para diseñar las cosas que por ahora no está logrando.

 

Solo dándonos cuenta que somos observadores únicos de la realidad en la que vivimos es que podremos comenzar a elegir que mirar de las distintas circunstancias, situaciones, personas y así darnos la oportunidad de vincularnos con todas ellas de una manera más poderosa.

Recuerde, antes de pre – juzgar, de poner etiquetas, mírese a usted mismo, y pregúntese si esta mirada le da más capacidad de acción para relacionarse con el mundo o se la quita.

Aprender a relacionarse con el mundo de una manera más poderosa, le permitirá alcanzar aquello que usted está deseando lograr en la vida.

 

Nestor Lucero

Senior Coach Ontológico Profesional

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas