Lucas Martina llegó la madrugada del sábado a la casa de su mamá y le dijo «que se había mandado una macana» y que le dejaba su moto «porque la iba a necesitar». Después salió a la vereda y se pegó un tiro en la cabeza. A siete cuadras de ahí, en el cruce de las calles 26 y 9 bis de la ciudad de Rosario, había quedado el cuerpo de su novia ya sin vida y al lado, dormida, su beba recién nacida.
El cuerpo de Aymará Jesús Zehnder tenía dos puntazos en el cuello. Martina la mató, dejó su cuerpo acostado sobre la cama, después cerró la habitación y se fue a confesar el crimen dejando a su hija de 15 días, sola, junto a su madre.
«Cuando los policías entraron y vieron el cuadro pensaron que la bebé también estaba muerta. Fue un momento muy feo. Cuando se percataron de que estaba dormida la llevaron al hospital de la ciudad y después de algunos chequeos se la entregaron a la abuela materna», contó una vecina a los medios locales.
El destino quiso que la bala con la que pretendió suicidarse impactara en una placa de acero quirúrgico que le habían colocado un año antes y desviara el disparo. Ese fue el motivo por el que su agonía se extendió durante 24 horas hasta que finalmente murió en el hospital Eva Perón de Granadero Baigorria.
«Es una pesadilla. Ninguno de los vecinos que vivimos alrededor de la casa de estos chicos escuchamos pelea o discusión. Ayer anduvieron caminando con la bebé, como si nada», sostuvo otro conocido de las víctimas.
Un hombre murió al arrojarse del puente e impactar contra el asfalto
