Cómo se evitó la masacre en la escuela de Ramos Mejía

El viernes por la mañana, un estudiante de 14 años acudió a una escuela secundaria con dos armas de guerra y un cuchillo de caza dispuesto a cometer una masacre y suicidarse. Qué pasó en el colegio José Félix Bogado y cómo sus directivos evitaron lo peor mediante el diálogo.

La sorpresa general de docentes, directivos, compañeros de clase y hasta padres fue absoluta. No podía tratarse de él. No podía ser precisamente justo el delegado de uno de los cursos de tercer año de la escuela José Felix Bogado de Ramos Mejía el que haya intentado cometer semejante atrocidad. Thiago (nombre ficticio; el real fue ocultado para cuidar su privacidad) es un chico popular dentro de su clase, por eso todavía nadie entiende cómo acudió a su escuela con dos armas de guerra, un cuchillo, decenas de municiones y estuvo a punto de cometer una masacre.

El último viernes por la mañana, la escuela Bogado había recibido a pocos alumnos. Había sido una semana ajetreada, debido a dos amenazas de bomba falsa. Muchos padres decidieron así no mandar a sus hijos a la escuela. Fue una mañana cálida y a pleno sol.

Poco después de las 11 de la mañana, el servicio de emergencias del 911 recibió un llamado de un teléfono ubicado en el interior del propio establecimiento. Esta vez no volvió a tratarse de una amenaza de bomba. Al otro lado de la línea se escuchó la voz de un chico: «Estoy en la escuela Bogado. Estoy armado y tengo la idea de suicidarme en el medio de la escuela», fue el mensaje seco, cortante, frío.

Pocos minutos antes, el mismo teléfono había sido utilizado para que su dueño utilizara las redes sociales. En Snapchat grabó un video de unos pocos minutos. En él se vieron videos de su silueta arribando a la escuela, de sus borcegos golpeando contra el suelo, de un arma larga enfundada y de varios adolescentes jugando en el patio durante un recreo. Todo el documento estuvo acompañado de leyendas escritas: «Ya no hay vuelta atrás, bang bang. Van a morir todos. Al fin es el gran día. Quién diría que terminaría así. Llegó mi fin».

El documento vaticinaba no sólo un posible suicidio sino un posible ataque muy violento contra otros estudiantes de la escuela.

Las advertencias en las redes continuaron en Twitter. El dueño del celular lanzó una serie de tuits en los que mantuvo la misma sintonía: «Ya llamé a la policía. Si ellos se lo toman como broma, mal ahí, jajaja», «Lo que les espera», «No sé si matarlos a todos ahora o después».

Según pudo averiguar Infobae, la Policía llegó a la escuela Bogado a los pocos minutos del llamado. En ese preciso momento, todos los alumnos se encontraban en pleno recreo. Las fuerzas de seguridad informaron sobre el llamado al director de la entidad, quien en coordinación, activó de manera inmediata el protocolo de seguridad ante un caso así: el recreo se interrumpió, todos los alumnos fueron derivados a sus propias aulas, menos los compañeros de clase del propio dueño del teléfono, que acudieron a otro sector.

Entre la puerta de entrada de la escuela y el aula de tercer año donde cursa el joven hay unos 100 metros. Se trata de una escuela muy grande y que cobija al menos a 1.200 estudiantes entre sus tres turnos. La larga caminata hasta el salón fue efectuada por el propio director y por un preceptor, ningún policía se acercó a la escena.

Dentro del aula estaba el dueño del teléfono. Era nada menos que Thiago, el chico de 14 años. El que querían todos. El que repartía chistes y hacía morir de risa a la mayoría de los compañeros en las redes. El fanático de Star Wars. El delegado del curso, el que respondía en nombre de sus compañeros ante el centro de estudiantes de la entidad.

Thiago estaba recostado sobre su banco, mirando hacia el techo. Durante el recreo no había salido del aula. Sabía que lo vendrían a buscar a él.

La empatía y el buen trato de los dos directivos del colegio permitieron encauzar el drama hacia una solución pacífica. El chico relató su drama a los superiores, lloró sin parar. Entregó el arma, las municiones y el cuchillo que tenía en sus prendas al director y luego indicó que había más material en su mochila. Le permitió al director hacerse con todo y después se fundió en un abrazo de varios segundos con su preceptor.

Más tarde se comprobaría que Thiago había llevado a la escuela una pistola Bersa Thunder calibre .380 con 13 cartuchos intactos en su cargador y uno en la recámara. También había un cuchillo de caza tipo «Bowie», un pistolón Safari calibre .13 con un cartucho intacto y otro servido en su doble recámara, una caja de 20 balas calibre .380 Magnum, seis cartuchos intactos de calibre .13 y 16 balas calibre 12/70. Arsenal suficiente como para haber cometido una masacre sin precedentes en el sistema escolar argentino.

Luego se supo que, en el medio de tanta amenaza por redes sociales, Thiago le había enviado un mensaje a su madre en el que le comentó sus intenciones de quitarse la vida. Por eso, tanto su progenitora como su padrastro llegaron a la escuela poco después del incidente.

La sorpresa se viralizó entre la familia del colegio Bogado durante todo el fin de semana. Precisamente, hoy se realizó una reunión entre directivos, inspectores educativos y padres del curso para aclarar lo sucedido.

«Muchísimos padres nos quedamos sorprendidos, ya que era un estudiante muy querido en el curso. Era el delegado de la clase y representaba a todos sus compañeros», aseguró esta mañana ante la prensa Nicolás, el padre de uno de los compañeros de clase de Thiago.

Así y todo, la propia actividad del joven en internet a lo largo de los últimos meses permitió revelar un perfil mucho más cercano a su drama personal que a su rol popular y divertido dentro de su curso.

Thiago participa de una red social llamada Curious Cat. Allí, otros jóvenes también lo hacen e intercambian experiencias desde sus propios perfiles o de manera anónima. Como imagen de perfil, Thiago eligió la foto de los dos perpetradores de la masacre de la escuela secundaria de Columbine ya sin vida, poco después de haberse suicidado.

El ataque de Columbine, ocurrido en 1999, dejó un saldo de 15 personas muertas, en su gran mayoría adolescentes, y se transformó en un emblema de las masacres en todo el mundo.

Como si fuera poco, Thiago pareció mantener su afición por los dos atacantes de Columbine en Twitter. Durante varias semanas utilizó como usuario el nombre «Eric Klebold», que precisamente está compuesto por el nombre de pila de uno de los asesinos, Eric Harris, y el apellido del otro, Dylan Klebold.

Una vez controlada la situación en la escuela Bogado, las armas fueron devueltas a su madre. El propio director de la entidad acompañó al chico y a su mamá a la comisaría para que presentaran su declaración en la causa por «Tenencia ilegal de arma y municiones de guerra».

Luego, tanto desde la inspección de educación de La Matanza como en el propio colegio, se desplegó un programa de asistencia psicológica para el chico y para la familia. «La idea es poder contener a todos los alumnos, incluido al propio chico. Afortunadamente no tomó ninguna decisión terrible y hoy puede estar junto a su familia. En este tipo de casos, es muy importante la contención. Expulsarlo del sistema sería lo peor que le podría pasar en una situación como esta», le informó a Infobae una fuente de las autoridades educativas de La Matanza.

No fue una tragedia de milagro. Lo que pudo haber sido una nueva tragedia (o incluso un hecho más grave) dentro de un colegio logró frenarse gracias al tacto y a la empatía de sus directivos. Se trató de una amenaza más al sistema educativo nacional y una nueva denuncia de una problemática adolescente no escuchada. Esta vez sí, la amenaza fue real. (Infobae)

 

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