“Me declaro culpable”: condenaron a perpetua a Zalazar, el karateca femicida de Mendoza

Daniel Zalazar aceptó un juicio abreviado por el triple asesinato de Godoy Cruz, Mendoza. La reacción de la familia de las víctimas.

Daniel Zalazar no habló. Mantuvo la cabeza baja y se limitó a darle sus datos al juez. No levantó la mirada. Dejó todo en manos de sus abogados. En la audiencia que tuvo lugar esta mañana, el ex profesor de taekwondo se declaró culpable por el triple homicidio que tuvo lugar en la madrugada del 23 de octubre de 2016 en el barrio El Trapiche, de Godoy Cruz. Tras aceptar el juicio abreviado, fue sentenciado a cadena perpetua y deberá cumplir 35 años en prisión, sin posibilidad de recibir ningún beneficio de salidas transitorias o libertad condicional.

 

Daniel Salazar tiene 30 años. Lo condenaron a perpetua por el triple homicidio de Mendoza.

“Sentimos que él ha sido beneficiado. Nosotros queríamos tener un juicio oral y público. Sólo se declaró culpable para poder tener ese beneficio, no está arrepentido. Los únicos condenados de por vida acá son mis sobrinos y los que quedamos”, lamentó en diálogo con BigBang Carolina, hermana, sobrina y nieta de las víctimas de Zalazar.

 

«Los únicos condenados de por vida acá son mis sobrinos

La madrugada en la que tuvo lugar el baño de sangre, Zalazar asesinó a su ex pareja, Claudia Lorena Arias; y a Marta Susana Ortíz y Marta Susana Ortíz, tía y abuela de quien aquella madrugada del 23 de octubre de 2016 iba a ser su única y principal presa.

 

En su cacería, el “karateca” le propinó 23 cuchillazos a Lucas, el hijo mayor de Claudia. Además, hirió en el cuello a Mía, la beba que en ese entonces tenía sólo once meses y que Claudia aseguraba era hija de Zalazar. El único que logró salir ileso fue Bautista, el nene de ocho años que logró escapar de sus garras y refugiarse durante ocho horas en el baúl del auto de su tía, mientras su ex profesor de taekwondo asesinaba a casi toda su familia.

 

Claudia conoció a Zalazar porque era el profesor de sus hijos.

“Mis sobrinos siguen teniendo miedo, estuvieron pendientes del juicio todo el tiempo. Temen que se pueda escapar y los vuelva a lastimar”, advirtió Carolina, quien anticipó que harán “todo lo posible” para evitar que Zalazar reciba el beneficio de cumplir su condena en su ciudad natal, Río Gallegos.

 

“Mis sobrinos siguen teniendo miedo. Temen que se pueda escapar y los vuelva a lastimar

“Su hermana es abogada y todos sabemos cómo se manejan en este ámbito. Tenemos miedo de que tenga un trato preferencial. Queremos que se quede y que cumpla su condena acá. Es lo único que nos va a dejar tranquilos”, sumó.

 

Pidió cumplir su condena en el penal de Río Gallegos, su ciudad natal.

Mauricio Sosa Escalada, abogado de la familia, intentó tranquilizarlos al aclarar que el agravante “criminis causa” (es decir que cometió los otros dos asesinatos para ocultar el primero) no le permitirá solicitar la libertad condicional luego de los 35 años de condena.

 

“No va a poder tener ningún beneficio: ni salidas transitorias, ni libertad condicional. Es cierto que su defensa solicitó el traslado a un establecimiento penitenciario del Sur, pero eso es algo que lo decidirá la Cámara y se verá en su momento”, precisó a BigBang el letrado.

 

 

Aquel domingo, Bautista esperó siete horas dentro del baúl del auto de su tía. Sentía los sigilosos pasos de Zalazar dar vueltas a su alrededor. Había logrado escapar de las garras del hombre que había asesinado a su mamá, su tía abuela, y su bisabuela; y aguardaba, conteniendo su respiración, que la bestia que le acababa de clavar 25 cuchillazos a su hermano mayor, Lucas, se diera por vencido y huyera del lugar.

 

Claudia junto a sus hijos. Bautista fue quien logró dar aviso a la Policía.

“Podía sentir los pasos de este hombre que lo seguía buscando, por eso no salió hasta no estar seguro de que se hubiera ido”, contó a BigBang Carolina. En efecto, “Bauti”, como le decía su mamá, había logrado escapar de la masacre. Primero se escondió en el jardín. “Se puso detrás de unas plantas que tenía mi abuela y vio cómo salió a buscarlo con una linterna, pero por suerte no lo vio”.

 

Zalazar se negaba a reconocer la paternidad de Mía, que entonces tenía diez meses.

Sabía que no estaba a salvo y entendió que el baúl era el único lugar seguro que le quedaba. Agarró a “Coco”, su perrito, y caminó entre los arbustos. “Zalazar vio cuando se metió e intentó abrirlo, pero no pudo. Lo estaba buscando, era el único que quedaba con vida porque, al parecer, creía que había logrado matar a mi sobrino mayor; pero seguía con vida, pese a los cuchillazos”.

 

Amanecía y los vecinos del barrio despertaban de a poco. Zalazar sabía que no tenía más tiempo para deshacerse de Bautista e improvisó un plan alternativo. Regresó a la cocina, la misma en la que se había desatado el primer ataque contra su ex, dejó abierto el gas y encendió una vela. El plan era detonar la vivienda familiar y borrar así cualquier tipo de evidencia que pudiera incriminarlo. Ensangrentado y con su brazo izquierdo lastimado, se subió a su auto y partió satisfecho, como lo hace el depredador luego de una jornada de cacería animal.

 

“Lo primero que hizo Bauti fue entrar de nuevo a la casa para ver si alguien seguía con vida”, recordó la tía. Ingresó por la cocina y se dirigió al pasillo que comunicaba a los dormitorios. Fue allí donde se encontró con el cuerpo de su madre, que horas antes había muerto golpeada y degollada. Metros más adelante estaba el de su tía abuela, Marta, quien se había despertado por los gritos y les había pedido a sus sobrinos que se escondieran en uno de los dormitorios.

 

La mujer de 45 años se resistió y logró lastimarle a Zalazar uno de los tendones. Experto en artes marciales, el criminal logró reducirla y le dio un fuerte golpe en el rostro que la dejó inconsciente. Cayó a pocos metros de su sobrina y no logró impedir el sangriento avance del karateca, que minutos después le espetó una cuchillada letal a la abuela de su ex. La mujer de 90 años no llegó ni a levantarse de la cama.

 

Habían pasado ya siete horas, pero la sangre seguía líquida. Bautista, abrazado a “Coco”, continuó con su expedición esquivando los cuerpos. Primero escuchó los quejidos de su hermanita de diez meses, quien se encontraba sobre la cama de su madre con una profunda herida en el cuello. Luego fue hacia su cuarto y se encontró con su hermano mayor. Se estaba desangrando y a punto de perder la conciencia. “Lucas le dio el celular y le pidió que la llamara de inmediato a mi mamá”, reconstruyó la tía.

El hombre mantenía un buen vínculo con los hijos de Claudia hasta que quedó embarazada.

“Abu, la nona murió”, alcanzó a decirle en shock el nene de ocho años. “Mi mamá me llamó a las ocho y cuarto de la mañana para contarme que Bautista le había dicho eso. No entendía nada. Yo pensé que era una broma y le pedí que lo llamara de nuevo. Y ahí pudo hablar más. Le dijo: ‘Llamá a cinco ambulancias porque están todos muertos’”.

 

Carolina, que vive a casi diez kilómetros en Las Heras, se comunicó con su novio, un oficial de policía que trabaja en Godoy Cruz. “Le pidió a sus compañeros que fueran urgente a verificar si había pasado algo en la casa de mi abuela y se encontraron lamentablemente con todo esto”, recordó. Bautista ya se encontraba bajo el cuidado del vecino de enfrente y Milagros, la hija mayor de Claudia, todavía dormía en la casa de una amiga. Fue la única que logró esquivar la tragedia.

 

Marta Susana, la tía de Claudia, la segunda víctima del «karateca».

Con 13 años, “Milu” había recibido la autorización de su mamá para pasar la noche en lo de una amiguita. Aquel domingo despertó sorprendida: tenía decenas de llamados en su teléfono celular y no entendía nada. “La llamé y le dije que la íbamos a pasar a buscar. Con ella tengo un trato más informal, de ‘tía joven’, y se sorprendió cuando le dije ‘mi amor’. Ahí me empezó a preguntar qué es lo que había pasado, por qué tenía tantos llamados y pensó que algo que había pasado a su bisabuela”, recordó.

 

«Cuando le dijimos que su mamá había fallecido empezó a gritar y a preguntarse por qué le habían hecho eso a su madre, a la tuti y a su nona

Milagros tiene asma y el médico le recomendó a Carolina que se diera un “puff” antes de recibir la noticia. “Fuimos con mi papá (abuelo de Milagros). Le compramos el aparato y esperamos los quince minutos que nos había dicho el doctor. Fueron los más largos de mi vida. Le dijimos que teníamos que decirle algo y preguntó por su nona. Cuando le dijimos que su mamá había fallecido empezó a gritar y a preguntarse por qué le habían hecho eso a su madre, a la tuti y a su nona”.

 

«Milagros es la única que quiso volver a verlo, porque le quería preguntar por qué le había matado a su mamá».

La nena, hoy ingresando de a poco en la adolescencia, conocía al homicida. Le decía “Sabón Daniel”. Era su profesor de Taekwondo. “Tenían un vínculo, fue durísimo”, contó, al tiempo que agregó: “Milagros es la única que quiso volver a verlo, porque le quería preguntar por qué le había matado a su mamá. Mis sobrinos mayores directamente lo quieren ver muerto”.

 

EL NACIMIENTO DE MIA Y LA PELEA FINAL

 

Zalazar no sólo había salido unos meses de modo informal con Claudia, sino que además era el “profe” de Taekwondo de sus tres hijos mayores. “Ellos tenían buena relación hasta que él se enteró de que mi hermana estaba embarazada. Nunca quiso a la nena y se enojó cuando ella le dijo que no iba a abortar, como él le había pedido; sino que la iba a tener, aunque lo tuviera que hacer sola”, reveló.

 

 

El «karateca» nunca quiso reconocer la paternidad de la beba de Claudia.

Desde ese momento, su personalidad cambió por completo. “Empezó a tratar mal a los chicos durante las clases. Los echaba. No quería saber nada con ellos”, reconoció la tía, quien recién lo conoció en persona durante la única audiencia previa al juicio a la que asistió. “Mi hermana no nos lo había presentado, pero nos contaba algunas cosas. Sabíamos que no quería hacerse cargo de la nena, ni reconocerla; pero ella tampoco se lo pedía. Había sido madre soltera en tres oportunidades anteriores y nunca necesitó de un hombre para que la mantuviera”.

 

«Nunca quiso a la nena y se enojó cuando ella le dijo que no iba a abortar, como él le había pedido

Luego del nacimiento de Mia, en diciembre del 2015, Zalazar volvió a su Río Gallegos natal. Pero estuvo poco tiempo en aquella ciudad en la que le aseguraba a cuanta persona se cruzaba que se había recibido de médico, aunque nunca obtuvo el título. Jamás le mencionó su paternidad a nadie, ni siquiera a sus amigos. Pronto regresó a Godoy Cruz y retomó su trabajo en el gimnasio Total Gym, el mismo en el que había conocido a Claudia.

 

 

Sólo dos semanas antes del bestial crimen, Zalazar recibió un mensaje de WhatsApp que podría haber oficiado de “tétrico manual de instrucciones”. Un amigo de Río Gallegos le contó que diecinueve días atrás habían asesinado a Romina Barria, una conocida sureña del karateca. Le clavaron 12 puñaladas y el homicida incendió la casa para borrar la evidencia. Exactamente lo mismo que hizo él dos semanas después.

 

Romina Barria, asesinada el 4 de octubre pasado en Santa Cruz.

La reacción del hombre, registrada en un mensaje de audio del servicio de mensajería, fue tétrica. “Boludo, ¿posta que la quemaron? Ja, ja. Yo me acuerdo de la Romi. Está bien. Se lo merecía. Seguramente algo habrá hecho, algo habrá hecho. ¡Ni una menos, las pelotas! Hay que cagarlas a palos a todas”.

 

“Cuando escuché esos audios me generaron repulsión”, reconoció la hermana de Claudia, cuyo abogado no dudó en sumarlos a la causa para elaborar un perfil psicológico del procesado. Todo indicaba que el crimen podría haber sido planificado y así lo cree la familia.

 

Le decía a sus amigos de la infancia que era médico, pero nunca se recibió.

Aquella madrugada, Zalazar le envió un mensaje a Claudia pidiéndole que lo dejara pasar por su casa. Iba a llevarle leche y pañales para Mía. “Eso fue pasada la una de la mañana, porque es el último horario de conexión de mi hermana y coincide con lo que nos contó Bauti”.

 

La conversación en la que Zalazar justifica el asesinato de su amiga.

La reconstrucción de lo que sucedió es costosa. “Los chicos no hablan mucho y yo tampoco les pregunto. Van contando, pero esporádicamente y de a cuentagotas. Es como que reconstruyen el día de a pedacitos”, reconoció la tía de los chicos.

 

«Bautista dice que estaban en la mesa hablando de los pañales de Mía y que de repente se volvió loco y le empezó a gritar a mi hermana

Según el relato del menor, Zalazar ingresó a la casa y se sentó en la mesa de la cocina. “Mi tía le ofreció si quería un café o un jugo, pero él le respondió de mal modo. Le dijo: ‘No quiero nada, vos siempre molestando’”, contó Carolina. Marta se fue de la habitación y los dejó solos. Estuvieron hablando al menos dos horas. “Bautista dice que estaban en la mesa hablando de los pañales de Mia y que de repente se volvió loco y le empezó a gritar a mi hermana. Se paró y le dijo que iba a buscar un vaso de jugo, pero en realidad fue a buscar el cuchillo”.

 

LA VIDA DESPUÉS DEL HORROR: «LOS NENES SIGUEN PREGUNTANDO POR SU MAMÁ»

 

Ninguno de los chicos regresó a la casa del horror. “Nosotros tuvimos que hacerlo, pero para limpiar porque estaba todo lleno de sangre. Pudimos rescatar muy poquitas cosas, todas estaban manchadas”, recordó Carolina. “La propiedad era de mi abuela y todavía no sabemos bien qué vamos a hacer. No nos interesa venderla. Estamos tratando de reparar los daños lo más rápido posible para conseguir un inquilino. Queremos que esté habitada”.

 

 

La relación de Claudia y Zalazar no era un secreto en la ciudad.

El único que quiere volver a vivir ahí es Bautista. “Lucas no quiere saber nada. Él recibió 23 cuchillazos. Está más calmado, pero obviamente se pone a llorar cada vez que se ve todas las cicatrices que le quedaron en el cuello. Está entrando en la adolescencia”.

 

El nacimiento de Mía enfrió la relación. Él no quería darle su apellido.

Todos van una vez a la semana al psicólogo para lograr superar el trauma. “Milagros es la que está más tranquila, porque al no haberlo visto, le impactó todo de otra forma. Pero siempre habla de mi hermana. Quiere que su mamá esté en su cumpleaños y se pone mal”.

 

«Lucas no quiere saber nada con volver a vivir en esa casa. Él recibió 23 cuchillazos

El sueño de Claudia era que su hija mayor asistiera al Liceo Agrícola, que depende de la Universidad de Cuyo. “Nosotros no sabíamos nada, nos enteramos después. Como le fue bien en el primario, entró y empezó la secundaria ahí. Ese día me dijo: ‘Mi mamá estaría orgullosa de mí’”.

 

Ningún miembro de la familia Zalazar se acercó, siquiera para ofrecer su ayuda. Daniel, quien pasó todos sus días posteriores al crimen en el Pabellón 5 del penal Boulogne Sur Mer, ubicado en la capital mendocina, tampoco abrió el contacto. “Lo vi sólo en una audiencia, pero tenía prohibido mirarnos a los ojos. Le ordenaron que bajara su mirada”, recordó Carolina.

 

«El cumple de Mía fue tremendo. Todos estábamos llorando porque queríamos que estuviera mi hermana

Tampoco preguntó por Mía, quien ya cumplió un año y los médicos lograron sacarle la sonda que le habían tenido que poner en su cuello luego del ataque de Zalazar. “El cumple de Mia fue tremendo. Todos estábamos llorando porque queríamos que estuviera mi hermana. Ella no entendía mucho, pero reconoce a la mamá. Le mostramos fotos, sabe quién es y le dice: ‘Mami’”.

 

El examen de ADN dio negativo, para sorpresa de la familia. “Algo raro pasó. Vamos a pedir otro, porque estamos seguros de que es de él. Tiene su cara, no hay ADN que a mí me pueda sacar de la cabeza de que Zalazar es el papá”.

 

ZALAZAR, EL “DUEÑO” DEL PABELLÓN

El karateca permaneció detenido desde aquel sangriento domingo. Paradójicamente, fue la herida que Marta logró hacerle en su brazo izquierdo la que lo hizo caer. Luego de encender la vela y abrir el gas, Zalazar se subió a su Gol y partió rumbo al Hospital Central de la ciudad.

 

«Soy buena gente, no van a tener problemas conmigo -dijo al ingresar al penal-

Subió al primer piso y le dijo al personal de la guardia que lo habían lastimado en un robo. Sabía que lo buscaban, por eso evitó dar su nombre e intentó estar el menor tiempo posible en la sala de espera. Los indicios alertaron a los médicos, quienes dieron aviso inmediato a la Policía.

 

 

Permanece detenido desde aquel domingo sangriento.

Por ese entonces, la investigación por el triple crimen ya había comenzado y los efectivos reconocieron de inmediato a Zalazar. Primero lo trasladaron en patrullero a la comisaría y luego quedó detenido en la Oficina Fiscal 4, en donde pasó la noche.

 

Al llegar al penal, el acusado sorprendió a sus guardiacárceles. “Soy buena gente, no van a tener problemas conmigo”, deslizó al ingresar a su celda. Imperturbable y de pocas palabras, Zalazar logró sacarse el mote de “mata conchas” con el que los presidiarios suelen despreciar a los femicidas. De hecho, lideró un motín y se erigió como uno de los “delegados”.

 

“Nos enteramos de que fue delegado. Hubo un motín y una huelga de hambre. Junto a otro compañero eran los delegados. Así que no la estaba pasando tan mal como honestamente esperábamos”, reconoció.

 

Luego de intentar declararse inimputable, Zalazar aceptó el juicio abreviado y se declaró culpable. Enfrenta una condena de 35 años. Sólo resta definir si la cumplirá en Mendoza o si la Justicia aceptará su pedido de hacerlo en el penal de Río Gallegos.

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas