Polémica peluquería: «Corte sin moto: 150; corte con moto: 100»

La cultura ATR es «A Todo Ritmo». Algunos no usan casco pero todos los jóvenes, en La Matanza, van en moto. A bailar, al colegio o a cortarse el pelo. Literalmente.

Una peluquería les permite entrar al local con la motocicleta. «La vida ATR es que estamos todo el día activos», dice uno de los chicos. «Me levanto y no voy a laburar, agarro la moto», cuenta.

Iván es el peluquero dueño del local. «Corte sin moto, 150; corte con moto, 100», reza uno de los carteles en la puerta. Es más negocio ir con la moto y todos los clientes lo hacen. Tiene 19 años, un hijo y está separado. Su vehículo está afuera, fundido, porque fue a una plaza a hacer wheelie pero el motor no estuvo a la altura.

«Todos andan en moto, entonces quisimos armar algo diferente. Los sábados cortamos el pelo hasta la una de la mañana y hacemos la previa antes de ir a bailar», describe Iván. Sus clientes van una vez por semana.

La peluquería incluye cerveza para pasar el tiempo. «Tomamos para compartir algo. No hay controles como en Capital, es más light», explica.

Uno de los clientes describe cómo es vivir arriba de las dos ruedas, incluso yendo a contramano, haciendo acrobacias o violando leyes de tránsito. «Si viene la policía te escapás, pero la otra vez le di a un auto y a un colectivo y tuve que pagar $ 10 mil por los arreglos», recuerda.

Y así como se conoce a las chicas que salen con futbolistas como «botineras», a las mujeres fanáticas de las motos les dicen «butaqueras».

La imagen es pintoresca pero, también, un dolor de cabeza para todos. Los vecinos se quejan de los ruidos, las picadas, los gritos y, la policía, asegura que desconoce la situación. Mientras tanto, otra y otra moto entra al local.  (TN)

La cultura ATR es «A Todo Ritmo». Algunos no usan casco pero todos los jóvenes, en La Matanza, van en moto. A bailar, al colegio o a cortarse el pelo. Literalmente.
Una peluquería les permite entrar al local con la motocicleta. «La vida ATR es que estamos todo el día activos», dice uno de los chicos. «Me levanto y no voy a laburar, agarro la moto», cuenta.

Iván es el peluquero dueño del local. «Corte sin moto, 150; corte con moto, 100», reza uno de los carteles en la puerta. Es más negocio ir con la moto y todos los clientes lo hacen. Tiene 19 años, un hijo y está separado. Su vehículo está afuera, fundido, porque fue a una plaza a hacer wheelie pero el motor no estuvo a la altura.

«Todos andan en moto, entonces quisimos armar algo diferente. Los sábados cortamos el pelo hasta la una de la mañana y hacemos la previa antes de ir a bailar», describe Iván. Sus clientes van una vez por semana.

La peluquería incluye cerveza para pasar el tiempo. «Tomamos para compartir algo. No hay controles como en Capital, es más light», explica.

Uno de los clientes describe cómo es vivir arriba de las dos ruedas, incluso yendo a contramano, haciendo acrobacias o violando leyes de tránsito. «Si viene la policía te escapás, pero la otra vez le di a un auto y a un colectivo y tuve que pagar $ 10 mil por los arreglos», recuerda.

Y así como se conoce a las chicas que salen con futbolistas como «botineras», a las mujeres fanáticas de las motos les dicen «butaqueras».

La imagen es pintoresca pero, también, un dolor de cabeza para todos. Los vecinos se quejan de los ruidos, las picadas, los gritos y, la policía, asegura que desconoce la situación. Mientras tanto, otra y otra moto entra al local.  (TN)

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