Contrabando hormiga: la lenta agonía de las ciudades de frontera

Sobre la espalda de abnegadas mujeres, colgadas de motitos destartaladas, en los depósitos de ómnibus de larga distancia o en los baúles de autos de familia, todos los días ingresan a esta ciudad cientos de miles de bolsas de consorcio negro. Están atestadas con ropa y celulares de última generación y son la causa de la crisis que tiene de rodillas a Posadas. «Si seguimos así en dos años nos fundimos todos», advierte Fernando Vely, presidente de la Cámara de Comercio. «La situación es enormemente grave», coincide Joaquín Losada, intendente de la ciudad.
Las penas de los posadeños tienen su origen a escasos tres kilómetros, del otro lado del río Paraná. Encarnación, la ciudad paraguaya unida por un puente y un servicio de tren, es la envidia de los locales, el origen de esas bolsas de consorcio negro cargadas de productos y la contracara de Posadas. Allí los comerciantes no lloran, festejan.
El puente tiene 2550 metros, un nombre eterno -San Roque González de Santa Cruz- y es el paso fronterizo más activo de la Argentina, más que Ezeiza. El año pasado lo cruzaron, sumando las entradas y salidas, 11.630.901 de personas. La gran mayoría, con el objetivo de aprovechar los comercios paraguayos, donde los productos pueden llegar a valer menos de la mitad que en la Argentina. Esa asimetría, y la inexistencia de controles aduaneros, es la que está forzando los carteles de liquidación que abundan en Posadas, donde este año ya cerraron 400 comercios. Lo mismo está ocurriendo en Clorinda, Formosa, cuya frontera con Paraguay es el cauce esquelético y muy fácil de sortear del río Pilcomayo, y en otras tantas ciudades fronterizas de la Argentina.
La causa, señalan los empresarios y los comerciantes, incluyen el atraso cambiario pero también otras razones. Según un informe que la Cámara Argentina de Comercio (CAC) le hizo llegar al Gobierno hace un mes, una mezcla de, entre otros factores, impuestos, costos laborales y tasas aduaneras, hace que los precios de los comercios argentinos sean poco competitivos a nivel global. Una simple remera de algodón de buena marca, informó la CAC, sale 74% más cara en la Argentina que en Chile y 105% si la comparación es con Estados Unidos.

Posadas y Clorinda, con sus límites tenues con Paraguay, el paraíso del libre mercado y la informalidad, funcionan como una versión exagerada de lo que también ocurre con los argentinos que viajan a Estados Unidos o a Chile en paseos de compras. Menos sofisticada, pero más accesible, estas fronteras porosas son la versión La Salada de los shoppings de Miami. La meca que satisface las ansias consumistas de los argentinos al mismo tiempo que funde a sus comercios.

Controles escasos
En Posadas, que tiene 344.000 habitantes, hay varias formas para cruzar el puente y pasar del lado caro, la Argentina, al lado barato, Paraguay, y en todos los casos los controles migratorios son rápidos y los aduaneros, casi nulos. Los autos particulares son lo más lento y ha habido días de hasta siete horas de cola. También se puede ir en un servicio de motitos que funcionan como taxis y por 40 pesos cruzan la frontera, en los ómnibus de los alrededor de 50 tours de compras que todos los días entran a la ciudad provenientes del resto de la Argentina, o, lo más rápido, en un tren que une las dos ciudades en siete minutos.
Del lado argentino, la estación queda sobre el río, en una zona prolija pero desolada, al pie de los restos de un muro que las autoridades nunca terminaron y ahora están demoliendo por presión de los posadeños.
La estación de Encarnación, en cambio, es un tolderío bullicioso con promotores que ofertan desde chipá calentito hasta el último iPhone con el mismo énfasis. El tren desemboca en el corazón del paseo de compras, una versión apenas mejorada de los que solía haber en los alrededores de las estaciones de tren de Retiro y Constitución. En la calle, bajo techos improvisados o en locales básicos y con nombres que apelan a los consumidores argentinos -hay una tienda que se llama Córdoba, otra Mar del Plata- se comercializa ropa trucha, pero también de primeras marcas. Lo mismo ocurre con los electrodomésticos, la electrónica y las ruedas de auto. A modo de ejemplo, en Encarnación una Play Station 4 vale 45% menos que en Posadas, un iPhone 7 de 32g, 55% menos, y un televisor JVC de 32 pulgadas, 45% menos.
Los locales de Encarnación donde se venden estos y otros productos son simples pero bien custodiados, cada uno tiene su infaltable guardia de seguridad armado con los símbolos de Encarnación: una Itaka y un tereré. Los guardias custodian los millones de pesos, la moneda cuasi oficial en esta ciudad, junto con el dólar, que circulan a diario. Según una encuesta que hizo la Cámara de Comercio de Posadas para entender porque perdían tanto contra sus pares del otro lado de la frontera, el 92% de los que cruzan de Posadas a Encarnación paga en efectivo. La informalidad no admite tarjetas de crédito y se hace evidente en las máquinas de contar dinero y su hipnótico ruido, la banda de sonido de los comercios locales.
«Acá vinieron chinos y árabes, que son comerciante de raza, y nosotros aprendimos de ellos», explica Alfredo Silveyra, dueño de El Mundo del Cotillón, una de las jugueterías más grandes de Encarnación. Él viaja dos veces al año a China para abastecerse y dice que es cierto que en Paraguay tienen costos laborales, impositivos y aduaneros más bajos que en la Argentina, pero que también influye la codicia. «Mientras nosotros remarcamos el 20%, los argentinos remarcan el 100%. Allá los comerciantes son multimillonarios», fantasea Silveyra. La realidad es que la presión impositiva, entre otras cuestiones, influye para que los precios sean bien diferentes: según datos del 2016, en la Argentina la presión fiscal en relación al PBI es del 32,1%. En Paraguay, es del 17,9%.

Buenos precios
A Nina Rojas, una señora de Posadas, no le importan las causas de la diferencia de precios. Sí aprovecharlos. «Vine con mi hija a comprar chucherías», explica. Sabrina, en cambio, es de Garupá, una ciudad misionera, y no vino a pasear si no a hacer negocios. «Viajo una vez por mes y compro zapatillas para vender por Internet en Argentina», explica. Planeaba llevarse unos 20 pares, así que los cruzará ella en el auto por la aduana. Cuando compra un lote mayor, explica, apela a una fauna clave en el ecosistema local: los paseros.
Desde el primer piso de un restaurante estilo espeto corrido con muy buena carne en el centro de la zona comercial de Encarnación es imposible no verlos en acción. Una señora de sueter rojo custodia un lote enorme de las bolsas de consorcio que se pueden ver llenando con productos en las veredas de toda la ciudad. La mujer administra un ejército de hombres y mujeres que se acercan en motos de baja cilindrada y escaso mantenimiento. A cada uno de los motoqueros le da una o dos bolsas y parten raudos hacia la frontera mientras, a escasos metros, un policía los mira impávido. Son los paseros y su trabajo es, a cambio de unos pesos que les da la mujer, cruzar la mercadería hacia la Argentina. Hacen cientos de viajes por día. Son el agujero por donde se filtran los productos que desangran a los comerciantes posadeños, al mismo tiempo que satisfacen las ansias de consumo de sus vecinos y familiares.
Una especie de baldío que funciona como estacionamiento es el lugar de reunión/oficina al aire libre de los paseros más sofisticados, que cruzan mercadería en los baúles de sus autos en lugar de hacerlo en moto. Ante un primera consulta y sin regatear, Julio pone en $500 el precio de pasar una bolsa grande de ropa. Dice que $200 es la tarifa que suele dejar en la Aduana para facilitar el paso. «Igual depende porque cada tanto cambian el personal y hay que arrancar de nuevo las relaciones», explica.

-¿Busca electrónica amigo? Si lleva para revender le hacemos precio- oferta una especie de promotor mientras conversamos con el pasero.

-Puede ser, ¿cuánto sale el pase por un televisor smart de 32 pulgadas?

-¿El pase? El pase viene de regalo.

Motitos en la frontera
La vuelta a Posadas es en el asiento de atrás de una de las motos de los paseros y la imagen es elocuente. La salida de Paraguay y el trayecto del puente internacional -con la vista de las dos costas frondosas y el majestuoso Río Paraná a los pies- es corto, no más de cinco minutos. Y la entrada a la Argentina, lo mismo. Los paseros, los posadeños en auto, los turistas en sus tours de compra, todos se bajan con sus omnipresentes bolsas de consorcio negras, muestran el documento, declaran no transportar nada de valor, e ingresan a la Argentina. Así de simple.
La asimetría comercial explica las 11.630.901 personas que atravesaron el puente durante 2016, representando el 16% del total del tráfico migratorio del país. La mayoría fue de compras a Encarnación y volvieron en el día. En segundo lugar, con 10.775.891 pases, está otro cruce de Misiones, el de Puerto Iguazú, en la Triple Frontera, que conecta con Ciudad del Este (Paraguay) y Foz de Iguazú (Brasil). La explicación aquí es la misma: la gente sale por el día a hacer las compras.
Recién en tercer lugar, con 9.642.696 salidas, aparece el aeropuerto de Ezeiza. «Somos una uña encarnada entre Paraguay y Brasil», señala un misionero señalando un mapa de la provincia y su posición de cuña insertada entre dos estados extranjeros. El 90% de las fronteras misioneras son internacionales.
«Yo no estoy en contra del intercambio, Posadas siempre fue una ciudad de comerciantes, pero esto es demasiado», se queja Joaquín Losada, intendente local. Según su propia experiencia, ya no es ni necesario cruzar la frontera para comprar a precio paraguayo: hay negocios con los que podés cerrar la venta por mensaje de Whatsapp. «Con un lavarropas, por ejemplo, ¡los comercios paraguayos te lo entregan a domicilio y con servicio de instalación!», se asombra. Por día, dice, se pierden entre 15 y 20 millones de pesos que los propios posadeños gastan en locales de Encarnación, lo que generó una caída del 30% en la recaudación de los impuestos locales en lo que va del año. «Cualquier cosa que hacemos -señala en referencia a las medidas de descuentos y promociones que intentan para fomentar el comercio local- se nos va en dos días de puente.»

Quejas del intendente
Losada es de origen radical, integra el Frente Renovador, la coalición oficialista a nivel provincial, y asumió en diciembre de 2015, cuando los problemas en la ciudad comenzaron a agravarse tras la salida del cepo con que el gobierno de Mauricio Macri inauguró su gestión nacional. La medida hizo que los precios de la Argentina se volviesen aún menos competitivos de lo que ya eran, afectando de manera particular a las ciudades de frontera. La solución dice, es declarar a Posadas como zona especial aduanera y otorgarle exenciones impositivas, entre otras medidas, que permitan morigerar las asimetrías comerciales con Paraguay.
Lo mismo pide Fernando Vely, el joven presidente de la Cámara de Comercio local. Él es dueño de diez tiendas de ropa y su estrategia de supervivencia es apelar a las cuotas con tarjeta de crédito, los días de descuento tipo Black Friday y a ofrecer una experiencia de compra de local de Palermo: música electrónica y empleados de arito y jeans achupinados. Nada de eso, dice, será suficiente si no se implementan medidas de fondo urgentes.
La situación se agravó pero Vely cree que no es algo circunstancial relacionado al precio del dólar. «Es más estructural», dice antes de señalar una primera gran diferencia. El sueldo de un empleado de comercio a él le cuesta alrededor de $21.000 y a su par paraguayo un tercio, $7.700. «No hay capacidad de complementación -explica-. Ellos tienen acceso a todo y nosotros, todas las puertas cerradas.»

Envidia
La envidia no es sólo en relación a las condiciones para hacer negocios, también incluye la ciudad. Los posadeños siempre miraron con cierto desdén a sus vecinos del otro lado del Paraná. «Era apenas una villita», dice Vely. Pero la situación cambió de manera dramática en los últimos tiempos. Posadas y Encarnación tienen costaneras nuevas sobre el río, terminadas hace apenas unos años con el dinero que la represa Yacyretá les dio a modo de compensación. Las dos son modernas, bien diseñadas y vistosas, pero la del lado paraguayo es el lugar de veraneo para la gente de Asunción y tiene sambódromo, McDonalds, Burger King y varios hoteles 5 estrellas. La argentina carece de todo esto y compite con un monumento de 15 metros de Andresito Guacarí, el prócer local.
«Hasta las playas del lado de ellos son mejores», se queja Carlos Trevisan, ex vicerector de la Universidad Nacional de Misiones. Con 68 años, recuerda con nostalgia cuando su madre cruzaba en lancha a Encarnación para comprar telas. «Ahora entramos a sus hoteles y se nos cae la mandíbula», dice.

Fuente: diario La Nación

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