El juez avaló la peor sospecha de los detenidos por el crimen de Anahí Benítez

Marcos Bazán y Marcelo Villaba están más complicados. El magistrado convalidó la investigación las fiscales que los procesaron.

A lo largo de las 92 fojas que tiene el fallo, el juez Sebastián Monelos no sólo convalidó todo lo actuado por las fiscales que investigan el crimen de Anahí Benítez (16), sino que ratificó la hipótesis de Verónica Pérez y Fabiola Juanatey. Para el magistrado del Juzgado de Garantías N°4, existen elementos para «suponer que Marcos Bazán y Marcelo Villalba son en principio coautores» del secuestro y asesinato, y que la mataron al verse acorralados por los rastrillajes en Santa Catalina y ante la envergadura de la búsqueda, que por entonces tenía repercusión nacional. Y confirmó la detención de ambos acusados.

 

Bazán (34) y Villalba (40) quedarán alojados en una dependencia del Servicio Penitenciario Bonaerense a determinarse en las próximas horas. Según el fallo, al que tuvo acceso Clarín, fueron procesados por la privación ilegal de la libertad de Anahí y el homicidio triplemente calificado por alevosía, criminis causa (matar para ocultar otro delito, en este caso el secuestro y la violación) y violencia de género. Claro que el cotejo de ADN positivo y el hallazgo del Samsung Core II blanco en poder del hijo mayor de Villalba amplía su imputación a «abuso sexual» y «robo».

El juez Monelos consideró que las fiscales acreditaron, «con el grado de provisoriedad propio de la instancia», que el 29 de julio, alrededor de las 18, un hombre que sería Bazán, «coactuando junto por lo menos a Villalba», la secuestró bajo amenazas y/o drogándola. Luego la mantuvieron «cautiva» en la casa del predio de Santa Catalina, «aún sabiendo de los múltiples rastrillajes que se hacían en búsqueda» de Anahí.

Según el procesamiento, fue durante ese lapso de cautiverio que Villalba «abusó» de la chica, sin que pudiera «en modo alguno consentir libremente la acción» (la autopsia determinó que tenía Diazepan en su estómago). Y que al día siguiente al secuestro le regaló a su hijo mayor el celular de Anahí sin la carcasa rosa y negro, que tiró en el baldío de al lado de su casa de Oliden al 1200, y con un chip nuevo que le costó $ 25.

Según la hipótesis de las fiscales, que avaló el juez, entre las 12 y las 24 del 3 de agosto, «ante la inminencia de posibles registros domiciliarios» en el predio y el crecimiento del tratamiento mediático de la desaparición de Anahí, «tomaron la determinación de matarla» para «procurar su impunidad». Para cometer el crimen, la dejaron indefensa de un golpe en la cabeza y la drogaron «para obrar así sobre seguro», destaca. Luego, la asfixiaron mientras le sostenían el cuello desde el lado izquierdo. Y antes de deshacerse del cadáver, lo lavaron.

 

Fue entonces que «descartaron de apuro» el cuerpo a 231,78 metros de la casa de Bazán y tras haber cavado un pozo de «1,60 metros de largo, 60 centímetros de ancho y 25 de profundidad». Se subraya que aprovecharon «la oscuridad de la noche y la ausencia de gente», y también que sabían que ya habían registrado esa zona.

Al pedir la prisión preventiva, las fiscales sostuvieron que participaron «al menos dos personas», ya que Villalba no tenía los medios físicos ni económicos para hacerlo solo y que las pruebas infieren que fue Bazán: además de conocer el terreno y tener acceso a las drogas, lo complica el rastro de Anahí que marcó el perro «Bruno» en su casa, como su olor en la fosa; la tijera del mejor amigo de la víctima que estaba en poder de la adolescente; el testimonio de dos hermanos sobre una mujer que «caminaba como medio zombi» cerca de la vivienda del acusado y la pericia geológica que confirmó que con una de las palas del imputado se cavó una tumba improvisada.

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas