Solteras PANK: no quieren hijos pero viven para sus sobrinos

Son las tías exitosas que postergan o resignan la maternidad pero dedican tiempo a los hijos de sus hermanos.

Son profesionalmente exitosas y económicamente independientes. No tienen hijos pero son las preferidas de sus sobrinos. Ellas, las tías PANK (por sus siglas en inglés, Professional Aunt No Kids, “tías profesionales sin hijos”), comparten actividades y dedican a los hijos de sus hermanos parte de su presupuesto. Son las divertidas, las elegidas, las que siempre ofrecen un buen plan para compartir.

El término PANK fue creado por Melanie Notkin, especialista en marketing oriunda de Canadá pero radicada en Nueva York. Notkin estudió este rango de mujeres y descubrió que constituían una categoría a la cual se dirigían muchas marcas para niños. Hoy hay campañas que apuntan a ellas para promover el consumo de juguetes, ropa y atracciones infantiles.

En tiempos en que para muchas mujeres la maternidad no es un objetivo central, las “pank” cada vez son más. Atrás quedaron los tiempos de las estereotipadas tías “solteronas” de rasgos rígidos. Las exigencias académicas, los desafíos profesionales, la independencia y el quiebre de los mandatos femeninos explican en parte estas nuevas generaciones donde los sobrinos ocupan un lugar vital. Para ellas, la realización personal no pasa por tener un hijo; sin embargo, esto no implica que no disfruten de los niños. Los lazos que construyen como tías son fuertes y, a medida que los chicos crecen, no sólo se basan en la diversión sino también en la confianza.

“No invierto tanto en dinero como en tiempo”, dice Natalia Cinqualbrez, de 39 años, acerca de sus seis sobrinos, que van de los 10 a los 17 años. Ella, diseñadora de indumentaria que vive sola y dirige su propio emprendimiento de bordados, encabeza el clásico combo familiar de cine y salida a comer. “Estuve muchísimos años en pareja y no me surgieron ganas de tener hijos. Por ahora, no es algo que piense”, asegura. a más “compinche” es su sobrina de 12 años: “La salida es venir a dormir a mi casa. Le encanta comer en la cama, ver series, darse un baño de espuma, contarme sobre los chicos que le gustan. Al otro día, ella me trae el desayuno a mí”. Por eso, la pequeña en cuestión intenta anticiparse: “Muchas veces, me dice: ‘Te llamo antes que arregles con tus amigas’. Y, como si fuera poco, se sincera: ‘Qué suerte que no tenés hijos, así tenés más tiempo para mí’”.

Soledad Picca González tiene 32 años y estudió organización de eventos. Vive con su novio, es dueña de una distribuidora de alimento balanceado y tiene dos sobrinos. “El mayor se queda mucho a dormir en casa, a veces dos o tres noches seguidas. Es en la única casa que se queda tanto tiempo. Cuando lo devolvemos, lo devolvemos llorando”, afirma. Paseos, helados, chocolates, regalos y videojuegos son parte del plan. “Él tiene una imagen de una tía muy presente, viene a la casa divertida donde es el centro de atención. Acá tiene sus juguetes, sus crayones y, casi te diría, su habitación”, describe. Contra la impaciencia de su familia, que quisiera apurar el trámite, la empresaria no piensa en ser madre próximamente: “No descarto la maternidad pero no será en un futuro a corto plazo”. Como muchas de las mujeres de su edad, Picca priorizó su desarrollo profesional y su presupuesto antes de decidirse a tener hijos. “Hasta que no nos ordenamos económica y profesionalmente, no lo queríamos en los planes”, afirma convencida.

Para que estas tías puedan desarrollar este tipo de lazos es imprescindible la confianza que tanto la madre como el padre del niño deposite en ellas. Así se dio en el caso de Andrea Santos Muñoz, una médica dermatóloga de 51 años que compartió viajes y salidas con sus dos sobrinas desde que eran chicas. Hoy esas nenas ya tienen 18 y 21 años y portan extensiones de su tarjeta de crédito y, aún sabiendo que pueden usarlas cuando lo necesiten, le consultan incluso para tomar un café en la universidad. “Comparto todas las actividades que puedo; ahora, con la facultad es más difícil, pero tratamos de almorzar y cenar una vez por semana”, dice Andrea. Si bien la imagen de una tía piola puede confundirse a esta edad, la médica es clara respecto a esto: “Yo los límites los pongo clarísimos, no tengo ningún problema”.

Otro caso es el de Eleonora Carrillo, licenciada en turismo de 34 años. Tiene una sobrina y vive con su perro. “La maternidad nunca estuvo en mis planes. Casi que quiero ser abuela y recibir a mis nietos en casa pero sin tener hijos”, afirma. Mientras tanto, viaja por trabajo al exterior varias veces al año y duda acerca de si podría tener su vida actual si fuera madre. “Pasa el tiempo y me pregunto si no estaré equivocándome, pero por ahora no es algo que añore”, agrega. Sin embargo, hay un rol en el que está profundamente comprometida: el de tía. Con su sobrina de 16 años sacan fotos juntas cada vez que pueden, van a recitales y a comprar ropa. “Música, fotos y shopping. Yo siempre fui su referencia femenina juvenil”, sentencia Eleonora, que se define como “una treintañera medio adolescente”. Y, mientras su mascota exige un paseo, sintetiza: “Dejar a mi perro ya me implica un sufrimiento: no me imagino la vida que hoy tengo con un hijo”.

Una PANK está en las antípodas de la Susanita imaginada por Quino. El modelo familiar que supone un marido, un hijo, un perro y un hogar tradicional no va con ellas.

“La maternidad nunca me ha quitado el sueño. Ni lo descarto, ni me muero porque se dé”, explica Verónica Smith, licenciada en administración de empresas de 41 años que vive con su novio y su gata. No sería exagerado decir que para sus sobrinos de 9, 7 y 3 años, ella es la preferida. “Quiero que la tía me entrene para ir a MasterChef”, dijo la de 7 aprovechando que Verónica tiene una fábrica de galletitas sin gluten. Para ella, el secreto de su éxito es “no ser pesada y no tratarlos como tontos”. Si bien admite que los protege y que su intención no es relacionarse con ellos de igual a igual, cree que hacerlos sentir “cómodos y responsables” genera en los chicos un efecto 100% positivo.

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