La habilidad de liderar es producto de un proceso de aprendizaje

Quien pretenda convertirse en un líder debe adquirir, en lo personal,  capacidades y perspectivas especialmente importantes, tales como observación, análisis, sentido crítico, adaptabilidad, vinculación, etc., lo que refuerza el sentido de aprendizaje antes mencionado.

Pero además, constituirse como líder implica, en lo relacional, promover el surgimiento de capacidades y habilidades en el resto de las personas que forman parte del mismo contexto organizacional, fomentando el desarrollo de nuevos líderes  autónomos, en vistas al cumplimiento del objetivo último de optimizar los niveles de eficiencia.

Pero no existe un estilo único de liderazgo, así como no existe una estructura organizacional única, con una cultura institucional uniforme. En la medida que todas las personas involucradas en la dirección de las organizaciones conozcan la diversidad de alternativas para instrumentar el liderazgo, podrán elegir aquel modelo o enfoque que responda mejor a la estructura y manejo particular de su organización.

Demasiadas organizaciones concentran sus esfuerzos en rutinas tan rígidas que los cambios significativos que afectan al mundo entero les pasan por un lado.

 

En un mundo rápidamente cambiante, la habilidad de una organización de renovarse a sí misma y dirigir los cambios determina cuán exitosa puede ser ésta.  Aquí la garantía no yace en la estructura de la organización sino en sus individuos.

 

Liderar una organización durante un proceso de cambios se fundamenta en la habilidad que, por un lado, significa una estrategia sistemática, encauzada a la maximización de la eficiencia. Por otro lado, implica creatividad, vitalidad, visión y apertura donde queremos encontrar una nueva dirección.

A pesar de que la puesta en práctica de todo lo dicho solo requiere voluntad, esfuerzo e imaginación, es posible que suscite entre los funcionarios ciertas dudas acerca de que pueda conducir a beneficios tangibles o a un grado mayor de eficiencia. Existe una propensión general a esperar ver resultados positivos nítidos en la institución desde el primer momento de la implementación de cualquier tipo de innovación, y sin embargo, es posible que éstos no se tengan a la vista en forma inmediata.

Es posible que sea necesario primero todo un período de transición para adaptarse a la nueva dinámica.  Pero es seguro que brindará experiencias útiles  para el funcionamiento de la organización.

Cuando, tanto administradores como empleados llegan a una clara comprensión del medio en el que trabajan, es más fácil reducir barreras y tensiones, y entablar una comunicación fluida acerca de lo que es deseable y lo que es esperado dentro del mismo.

O, cuando menos, antes que nada, es un muy buen estimulante para realizar una autocrítica constructiva.

Por otro lado, como lo hemos estado expresando desde el principio, no resulta imposible lograr la cooperación de los empleados si se satisfacen dos condiciones: que los funcionarios se interesen en el proyecto, y que den lugar a que dicha colaboración sea posible. No olvidemos que una de las características más singulares del entusiasmo es que puede contagiarse fácilmente.

El éxito de la iniciativa va a estar dado, en definitiva, por las actitudes de los funcionarios que buscan implementarla, y las actitudes de los propios empleados con respecto a la misma.  Si esas actitudes están encauzadas a crear una atmósfera de responsabilidad, comprensión e intercambio de opiniones, es muy posible que llegue a buenos resultados.

Así como es necesario que los empleados aprendan más acerca de liderazgo en los procesos administrativos, así también los administradores necesitan acercarse más a los empleados para tomar conciencia de esta necesidad. No porque estén guiados por un sentimiento altruista, sino porque es necesario para el cumplimiento eficaz de la finalidad de toda institución.

En lo que se refiere a nuestra propia área de trabajo, creemos que es posible superar las resistencias a los cambios que puedan darse en el Poder Judicial. Porque quienes estamos involucrados en la tarea de  ser operadores de justicia sabemos que esto es necesario en vistas al cumplimiento óptimo de dicha finalidad.

En muchos otros ámbitos, la aplicación de estos principios ha sido posible a pesar de las resistencias que hemos señalado. Pero debemos tomar conciencia de que es el administrador, el líder, en tanto mediador entre el equipo y la misión de la institución, en tanto motor impulsor del equipo, quien tiene en sus manos la clave para hacer esto posible.-

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