30 años de la visita de Juan pablo II a la Argentina

Han transcurrido 30 años de la visita de Juan pablo II a la Argentina, Uruguay y Chile; una trascendental gira que lo ausentó del Vaticano por dos semanas. Tras cinco años, su segunda visita al país.

Juan Pablo II, previo a su recorrida por Chile y Argentina, visitó el Palacio Taranco en Montevideo, Uruguay para conmemorar el rol neutral de ese país en la firma del acuerdo en el año 1979. Una reafirmación por medios pacíficos para la solución de la controversia y la renuncia explícita al uso de la fuerza por parte de esos dos vecinos países. “Fue una lección práctica y convincente de que los hombres y las naciones, si en verdad lo quieren, pueden convivir en paz, haciendo prevalecer la fuerza de la razón sobre las razones de la fuerza”, (JP II). Una apropiada intervención contra los “emprendedores de la muerte” como dice Francisco, que venden armas a países en conflicto.

La historia de las Naciones Unidas fue influenciada por el Papa Juan XXIII (iniciador del Concilio Vaticano II) con su mensaje «Pacem in Terris», visitada a partir del Papa Pablo VI quien la mencionó en su función de “puente entre pueblos” y aconsejada por las palabras de Juan Pablo II en la Jornada Mundial de la Paz, 1984: “Es el corazón del hombre el que debemos renovar, para renovar los sistemas, las instituciones y los métodos”.

En cada gira de este “Papa peregrino” y hasta sus últimos momentos de sus 27 años, Juan Pablo II ahondó en diversos temas al recorrer cada localidad e Institución del mundo. Acerca de la comunidad familiar la definió como célula básica de nuestra sociedad, la cual en su atmósfera de paz, se convierte en la  “escuela del más rico humanismo” como la definió el Concilio Vaticano II. Un grupo familiar donde “El tiempo mejor empleado es el que se dedica a la esposa, al esposo y a los hijos”, se convierte en escudo de defensa frente a los peligros de un mundo materialista que propone tan sólo acumular cosas esclavizando al hombre e impidiendo la verdadera libertad de sentirse hijo de Dios y hermano de nuestro prójimo. “El hombre vale más por lo que es, que por lo que tiene”, (Gaudium et spes, 35).

Enfatizó en no desorientarse por el fácil trámite del divorcio matrimonial que sólo da apariencias de solución, pero que en realidad se limita a trasladar y agravar los problemas hacia otros ámbitos. “El futuro de la humanidad se fragúa en la familia”, (Familiaris consortio, 86).

Globales temas como migración, trabajo, dignidad humana, corrupción, mafia, cultura, estudios socio-económicos de América latina, la afectación a la naturaleza, la guerra y paz; los enmarcó con la esperanza.

Rememoró la historia del período colonial de la Iglesia en las diversas regiones de Sud América que se fue asentando no sin dificultades y con grandes modelos de acción apostólica como el Beato Roque González de Santa Cruz que selló con su sangre la fidelidad a Cristo. Las misiones o “doctrinas” de los jesuitas, han puesto en práctica un admirable método evangelizador y humanizador que supo hacer realidad los fuertes lazos que existen entre evangelización y promoción humana. (Evangelii Nuntiandi, 31).

30 años han transcurrido, y el fenómeno de la migración tan antiguo como el hombre, ha ido incrementándose así como sus motivos. A finales del siglo XIX, se asentaron en la provincia de Misiones quienes hubieron de abandonar su país de origen, encontrando un segundo hogar. Muchos de estos inmigrantes trajeron consigo junto con su pobreza, la gran riqueza de su fe católica y tradiciones; no obstante tanta diversidad de procedencias, culturas y religiones, en la Argentina no se han dado divisiones o conflictos raciales y religiosos.

“¡Cuántos emigrantes de hoy y de siempre, pueden ver reflejada su situación en la de Jesús, que debe alejarse de su país para poder sobrevivir!”.

Un país abierto a la inmigración, hospitalario y capaz de renovarse al acoger sus sucesivas migraciones. Renovación que es señal de vigor, de lozanía y de un futuro prometedor.

“Perseverad en el amor fraterno. No olvidéis la hospitalidad, ya que gracias a ella algunos sin saberlo hospedaron a los ángeles”, (Hb 12, 12).

Juan Pablo II, recalcó lo afirmado en su Encíclica sobre el trabajo, donde es preciso “volver a dar a la agricultura y a los hombres del campo el justo valor como base de una sana economía, en el conjunto del desarrollo de la comunidad social”, (Laborem Exercens, 21). Resaltando que el proceder de algunos con un único móvil de  vida de acumulación de dinero y consumo, les incapacita para descubrir el gran contenido de realización personal y de servicio que encierra una labor profesional y humanitaria. “No consiste en tan sólo conformarse con objetivos de corto plazo como la concertación colectiva de las remuneraciones ó la disminución de las horas laborales”.

“El hombre sin trabajo está herido en su dignidad humana”.

Nuevamente Pablo VI en otro crudo mensaje en la FAO dijo: “Ciertamente, ante las dificultades que hay que superar, existe la gran tentación de usar la autoridad para disminuir el número de los comensales más que multiplicar el pan a repartir”.

“El trabajo tiene una característica propia que, antes que nada une a los hombres, y en esto consiste su fuerza social: la fuerza de construir la comunidad” (Laborem exercens, 20).

“Considerar el hombre no en cuanto útil o inútil para el trabajo, sino considerar el trabajo en su relación con el hombre, con cada hombre; considerar el trabajo en cuanto útil o inútil al hombre” (JP II, Conferencia internacional del trabajo, Ginebra, 1982).

Juan Pablo II visitó  a los hoy “pueblos originarios” y exponiendo sus ejemplares conductas, los alentó a que conserven con sano orgullo su cultura, tradiciones, costumbres, idioma y sus valores propios; para así defender su identidad y transmitirla a las generaciones venideras.

“La Iglesia necesita de la cultura, así como la cultura necesita de la Iglesia”, con estas palabras, Juan Pablo II invitó a todos los hombres de la cultura y “constructores de la sociedad”, a ensanchar y consolidar una corriente de solidaridad que contribuya a asegurar el bien común: el pan, el techo, la salud, la dignidad y el respeto a todos los habitantes prestando oído a las necesidades de los que sufren. Una cultura del ser que no excluya el tener, pues lo considera como un medio para buscar una verdadera humanización integral, de modo que el «tener» se ponga al servicio del «ser» y del «actuar». Recordemos las “tres T” de Francisco: tierra, techo y trabajo.

En varias etapas de su viaje, rememoró a los misioneros Salesianos que hace 141 años iniciaron la evangelización de América a través de la Argentina: “…gracias al constante celo apostólico de los Salesianos, unido al de las Hijas de María Auxiliadora…”.

Instó a resistir a la corrupción de la vida pública, de los mercaderes de droga y de pornografía que van carcomiendo la fibra moral, la resistencia y la esperanza de los pueblos; al egoísmo de los «satisfechos» que se aferran a un presente privilegiado de minorías opulentas, mientras vastos sectores populares soportan difíciles y hasta dramáticas condiciones de vida, en situaciones de miseria, de marginación y de opresión. Convocó asimismo a un enjuiciamiento ético del endeudamiento internacional.

Dirigiéndose a los empresarios, les recalcó luchar contra el egoísmo y la sed insaciable de lucro, la ganancia fácil e inmoral; el despilfarro; la tentación del poder y del placer; las ambiciones desmedidas; el egoísmo desenfrenado; la falta de honestidad en los negocios y las injusticias hacia vuestros obreros”. “¡No dobleguéis nunca vuestra rodilla ante el becerro de oro!”.

En la sede de la CEPALC, Chile, recordó los estudios socio-económicos realizados debido a la profunda crisis sufrida  entre 1981 y 1985, donde el producto bruto interno “per cápita” de la región bajaba en términos reales mientras aumentaba la población y el servicio de la deuda externa se hacía más exigente. Indicaba también que, como era previsible, los sectores más duramente afectados por la crisis fueron los más pobres, y que el fenómeno de la pobreza crítica tiende a la “repetición de sí mismo”, en un desalentador “círculo vicioso”.

Frente a estas situaciones, Juan Pablo II solicitó ser solidarios por encima de todo, indistintamente de la función en el tejido de la vida económico-social a que se pertenezca; y que los salarios se rijan por la dignidad del hombre que trabaja y sus necesidades personales y familiares, y no por la fría y a veces inhumana ley del mercado.

El futuro prometido a través de la familia, se potencia con la dignidad del trabajo.Un trabajador que alcance cierto grado mínimo de educación, cultura y capacitación laboral, tendrá la oportunidad de dársela también a sus hijos; convirtiéndose en la llave maestra del futuro, camino de integración de los marginados, alma del dinamismo social, derecho y deber esencial de la persona humana.

Recordó lo dicho por el Papa Pablo VI acerca de la contaminación ambiental: “Bruscamente el hombre adquiere conciencia de ello: debido a una explotación inconsiderada de la naturaleza, corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación”, (Octogésima Adveniens, 21). “La técnica, en el sentido querido por Dios, debe servir al hombre, y el hombre debe entrar en contacto con la naturaleza como custodio inteligente y noble, y no como explotador sin reparo” (Redemptor Hominis, 15). El progreso científico y técnico debe ir  acompañado de un crecimiento en los valores éticos y morales, con eje en la persona humana.

Sin duda causa alta preocupación que una humanidad se aleje del Señor y quiera crecer al margen de Dios, sin Padre y sin amor. Dicha humanidad huérfana y desorientada será capaz de seguir matando a los hombres que ya no considera como hermanos, y perseverando en ello, estará preparando su propia autodestrucción y aniquilamiento.

En el 2014, la Comisión Ejecutiva del Episcopado Argentino manifestó citando al papa Francisco, que la economía centrada sólo en la especulación financiera “debilita las relaciones, posterga el desarrollo de los pueblos y compromete la equidad del orden internacional”.

Han transcurrido dos años de la presentación de la Laudato Si, encíclica de Francisco referida a la ecología ambiental, económica, social, cultural y a la vida cotidiana. Lentamente se está tomando nota de su contenido. “Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita comprar, poseer y consumir objetos”, (L S 204).

Juan Pablo II, presenció la coronación del icono de la Virgen de la Catedral Ucrania de Buenos Aires en el nonagésimo aniversario de la emigración de Ucrania a la Argentina y en el vigésimo quinto de su Eparquía. Su silla permanece hoy día en exposición. Posteriormente participó del evento con su colectividad Polaca, junto al rector de la misión católica local y el Presidente de la Unión de los Polacos en Argentina.

Previo a su partida, aconsejó: “Oponeos a aquellas pasiones humanas que corrompen el corazón: el orgullo, los prejuicios, la envidia, el inmoderado deseo de riqueza y de poder, la soberbia que incapacita para reconocer los propios errores. Ello fácilmente termina en la vía de la violencia, que deriva de la ceguera de espíritu y del desorden interior”. “Buscad siempre y en todo, pensar y hablar bien de los demás, y hacer el bien a los demás”. “Conviertan la “soledad” en “solidaridad”, buscando momentos de intercambio, de comprensión, de confianza, de ayuda mutua, de fomento de la amistad; siendo ejemplo”.

“La adversidad, más que el disfrute superficial de los bienes, ayuda a veces al hombre a entrar en sí mismo, interrogándose por el sentido de su vida, por su propio camino en la existencia, por su responsabilidad en ella, por su destino. No existe hombre que no sea, de modo más o menos grave, prisionero de sí mismo y de sus pasiones” (JP II, Homilía en la cárcel romana de Rebibbia, 1983).

Así como Juan Pablo II mencionó que debemos permanecer en constante vigilancia, puesto que “no tenemos aquí ciudad permanente” y no sabemos el día ni la hora (cf Mt 25, 13) en que seremos llamados a la “ciudad venidera ”; Francisco nos habla que:“Todos nosotros somos emigrantes hacia otra patria y ojalá lleguemos todos”.

Perduran en la atmósfera sus palabras en Santo Domingo:“¡América Latina: sé tú misma!. Desde tu fidelidad a Cristo, resiste a quienes quieren ahogar tu vocación de esperanza”,(JP II).

“Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan” (Sal 85 [84], 8, 11).

Demos gracias por Juan Pablo II, gracias por sus JMJ que motivaron a los jóvenes a una pertenencia, pertenencia a una familia, a una patria, a una cultura, a una fe… Recemos por Él…

Gabriel Alsó

Fuente: www.vatican.va

Fotos: Susy Nestor de Boyko

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