El macabro último pedido de Ian Brady, el asesino serial de niños que conmocionó a Inglaterra

Antes de morir a los 79 años en un hospital psiquiátrico de Liverpool, dejó una solicitud en su testamento. «Es el último giro de una mente enferma que quiere causar el máximo dolor a las familias desde la tumba», dijo la hermana de una de las víctimas.

Se fue a la tumba sin revelar dónde había enterrado a una de sus víctimas y haciendo un pedido que inscribe dentro de la lógica perversa y del mal que lo caracterizó hasta el final: antes de morir a los 79 años, en un hospital psiquiátrico de Liverpool, Ian Brady solicitó en su testamento que sus cenizas fueran esparcidas en mismo lugar -el páramo Saddleworth- donde violó, torturó y mató a cinco chicos de entre 10 y 17 años en los años ´60.

Según informó el diario «The Telegraph», el forense Christopher Summer se negó a la demanda y no quiso entregar el cuerpo de Brady hasta que se garantice que su pedido final será desestimado. «Yo, al igual que las familias, también quiero tener la seguridad de que, cuando Brady sea incinerado, sus cenizas no serán esparcidas en Saddleworth Moor. Creo que es un juicio moral correcto y apropiado de hacer. Creo que sería ofensivo que sus cenizas sean esparcidas en la misma zona en la que fueron enterradas todas sus víctimas», aseguró.

Huérfano de padre y criado por una familia adoptiva, Brady pasó la adolescencia entrando y saliendo de reformatorios. En 1961, durante una fiesta de Navidad, enamoró a Myra Hindley leyéndole fragmentos de «Mi lucha», de Adolf Hitler y un tiempo después decidieron llevar su adicción por el sexo y el sadomasoquismo un paso más allá. En 1963 cometieron su primer crimen: Hindley convenció a una adolescente de 16 años, Pauline Reade, para que la acompañara al páramo, donde fue sorprendida por Brady. Luego de violarla y torturarla, la enterraron juntos.

En 1964 cometieron uno de sus crímenes más atroces. Tras secuestrar a Lesley Ann Downey, de 10 años, en un parque de diversiones, le quitaron la ropa, la fotografiaron y Hindley grabó sus gritos mientras Brady la violaba. Las fotos y el audio fueron guardados en una valija, que la policía encontró años después.

En 1966 un familiar de Hindley los denunció a la policía y la pareja fue condenada a cadena perpetua (unos meses antes se había abolido la pena de muerte en Gran Bretaña). Ninguno de los dos reveló nunca donde habían enterrado a Keith Bennet, de 12 años, el único cuerpo que jamás fue encontrado. Con la muerte de Brady (Hindley había muerto a los 60 años en 2001), los abogados de la familia reclamaron a los del asesino que entregaran todos los documentos que éste tuviera en la celda, en caso que hubiera en alguno de ellos indicios de dónde fue enterrado el chico.

La hermana de Lesley, otra de las víctimas, en tanto hizo declaraciones sobre el último deseo de Brady. «Es el último giro de una mente enferma que quiere causar el máximo dolor a las familias desde la tumba». (TN)

 

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas