Trump echó al director del FBI, James Comey

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, despidió este martes al director de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), James Comey, «por recomendación» del Departamento de Justicia y anunció que la búsqueda de su reemplazo «comenzará de inmediato», informó el vocero de la Casa Blanca, Sean Spicer, en un comunicado.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, despidió hoy por recomendación del Departamento de Justicia al director de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), James Comey, acusado de beneficiar a la campaña electoral del actual mandatario y de esconder que la fuerza de seguridad sospechaba de los vínculos existentes entre el magnate y su entorno con el gobierno de Rusia.

El vocero de la Casa Blanca, Sean Spicer, explicó en un comunicado que el mandatario siguió «la recomendación del vice fiscal general, Rod Rosenstein, y del fiscal general, Jeff Sessions», y agregó que «el FBI es una de las instituciones más queridas y respetadas de la nación».

«El día de hoy marcará un nuevo comienzo para la joya de la corona de nuestra fuerzas de seguridad», concluyó, antes de prometer que la búsqueda del reemplazo de Comey «comenzará de inmediato».

Poco después, la prensa estadounidense difundió la carta que Trump envió al ahora ex director del FBI para comunicarle su decisión.

«Pese a que aprecio mucho que me haya informado en tres ocasiones diferentes que yo no estoy bajo investigación, coincido, sin embargo, con la opinión del Departamento de Justicia de que ya no puede liderar la Oficina de manera efectiva», escribió el mandatario.

«Es esencial que encontremos un nuevo liderazgo para que el FBI recupere la confianza pública, algo vital para su objetivo de hacer cumplir la ley», agregó Trump.

El mandatario republicano no explicó por qué los dos máximos líderes del Departamento de Justicia recomendaron sacar del cargo a Comey, un veterano funcionario de 56 años. Sin embargo, el ahora ex director del FBI había quedado empantanado en el centro de una serie de polémicas desde octubre pasado.

Pese a que Comey nunca rehuyó a las tapas de los diarios o a involucrarse en temas políticamente sensibles, su protagonismo tomó una nueva dimensión 11 días antes de las elecciones presidenciales, cuando le informó al Congreso -y, por ende, a la sociedad estadounidense- que iba a reabrir una investigación contra Hillary Clinton y el uso de su email privado.

En aquel momento, explicó que había recibido nueva evidencia que justificaba la decisión. Se negó a dar detalles sobre esa supuesta nueva prueba y, apenas unos días después, informó que las evidencias no cambiaban las conclusiones originales, por lo que volvió a cerrar la investigación.

Según versiones periodísticas, esas nuevas pruebas habían salido de la computadora personal de una de las asesoras de mayor confianza de Clinton, Huma Abedin.

Pero el daño ya estaba hecho. Su anuncio afectó a la imagen pública de la candidata demócrata, quien cayó en las encuestas.
Recientemente, Clinton aseguró que, en su opinión, perdió las elecciones presidenciales por esa decisión de Comey.

«Estaba en camino de ganar hasta que la combinación de la carta de Jim Comey del 28 de octubre y los wikileaks rusos despertaron dudas en las mentes de la gente, que tenían una inclinación a votar por mi, pero se asustaron», denunció a principio de mes Clinton en una entrevista televisiva, en referencia al anuncio del entonces director del FBI y a la filtración de email privados, productos de un hackeo, que actualmente investiga el Congreso de Estados Unidos.

Esta semana, Comey tuvo que declarar ante la comisión de Inteligencia del Senado estadounidense en el marco de esa investigación parlamentaria, que busca determinar si los servicios de inteligencia rusos intervinieron activamente en la campaña presidencial del año pasado a favor de Trump.

El entonces director del FBI tuvo que explicar por qué decidió hacer pública la reapertura de la investigación contra Clinton y no que en ese momento la fuerza también investigaba a su rival republicano por sus presuntos vínculos con el gobierno de Rusia. Comey esquivó el cuestionamiento y reiteró que el FBI no toma decisiones en base a consideraciones políticas.

A finales de marzo pasado, el entonces director del FBI había vivido su pico de tensión con el flamante gobierno de Trump cuando lo contradijo en dos puntos. Por un lado, confirmó públicamente que la fuerza estaba investigando seriamente la posible interferencia rusa en la campaña presidencial del año pasado y, por otro lado, rechazó que el anterior Ejecutivo de Obama hubiese mandado a espiar al magnate cuando era candidato, como aseguró el mandatario.

Comey fue nominado originalmente para dirigir la principal fuerza de seguridad federal en 2013 por el entonces presidente demócrata, Barack Obama.

Comey había ganado fama de funcionario intrépido y fuertes convicciones cuando en 2004, durante el gobierno de George W.

Bush, se enfrentó casi en solitario a varios colegas de la Casa Blanca que intentaron aprovechar la convalecencia del entonces fiscal general, John Ashcroft, para reactivar un programa de espionaje interno, que habilitaba escuchas secretas y, bajo los parámetros de la Justicia, ilegales.

Por entonces, Comey era vice fiscal general y no dudó en correr al hospital donde estaba internado su jefe para pedirle que los detenga.

Tres años después y apenas uno antes de que Obama ganara las elecciones, Comey declaró ante el Congreso en una investigación sobre los abusos y los excesos cometidos al amparo de la llamada guerra contra el terrorismo, después de los atentados del 11 de septiembre de 2001.

En su declaración, crítico fuertemente el espionaje masivo habilitado por Bush.

Hoy el mismo hombre fue removido del cargo, jaqueado por denuncias sobre presuntas manipulaciones políticas a investigaciones del FBI.

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