El mecánico y corredor obereño Jorge Loizate se convirtió en campeón en Rosario

Jorge Loizate a los 4 años supo de la pasión fierrera, a los 15 llegó a Rosario y se hizo mecánico, a los 26 corrió por primera vez y a los 27 ganó en el Promocional 850.

 

En el automovilismo está instalado el latiguillo de que para subirse a un auto de carrera se precisa traer dinero desde la cuna. Que ninguno que no esté en una buena posición puede darse semejante lujo. Es un deporte caro, por supuesto. Poner las cuatro gomas sobre el asfalto cuesta, desde el Turismo Carretera hasta la última categoría zonal en un rango muy amplio, pero sobre todo en el automovilismo de tierra adentro se ven casos de pilotos que se abren camino para cumplir sus sueños a fuerza de pura voluntad y perseverancia. Es el caso de Jorge Loizate, este misionero que a los 15 se vino para Rosario y se abrió camino persiguiendo una pasión. Y así fue copiloto, mecánico de equipos nacionales como ahora en el Larrauri Racing y piloto. A los 26 se puso por primera vez tras un volante y un año después, el pasado 12 de marzo en el Fangio, se subió a lo más alto del podio en el Promocional 850.

 

Loizate no está solo. Tiene toda la familia detrás. La que de a poco se fue de Oberá para hacer de Rosario su segundo hogar. Primero vino su hermana Lucía a estudiar, después le siguió él con 15 años en un momento especial. “Había repetido tercer año, me sentía triste porque ya no iba a continuar con mis amigos y mi hermana me llamó porque se sentía sola en Rosario y me propuso si quería ir a vivir con ella. Y me vine nomás y ahí empecé mi historia”.

 

Su otra hermana, Andrea, la mayor y la que se ocupa de gestionarle los numerosos sponsors que lo acompañan, apuntala el relato diciendo que desde ahí, camino a la escuela en Rosario (en el colegio Las Heras de Refinería), “pasaba todos los días por el taller del Tarta Gustavo Martínez, un piloto de la zona, y le pedía por favor que lo dejara trabajar con él. Le insistió tanto que lo dejó y empezó a crecer”.

 

“Mi papá (Jorge también) nos inculcó la pasión por el automovilismo. El no sabe nada de mecánica pero no se perdía ninguna carrera de las que iban a Oberá, que es una ciudad muy fierrera”, retoma Jorge y muestra fotos de él con el Loco Marquitos de Palma de esa época. “Así que de chiquito, desde los 4 años, me contagió ese entusiasmo y cuando pasaba por el taller del Tarta no tenía idea de nada, pero le insistí tanto que lo convencí diciéndole que sólo quería aprender. Y así empecé a trabajar con él”, para el Falcon que entonces corría en el Car Show Santafesino.

 

Así, según el artículo publicado en la Revista Auto Guía, Loizate aprendió rápidamente junto a Mariano Fofano todos los secretos, y cuando éste tuvo que dejar el trabajo, con 16 años este misionero se la jugó: “Le dije al Tarta que ya conocía todo los secretos del auto, que me probara. Me tuvo confianza, me dejó y acá estoy”, y apunta que desde ese momento también aprendió mucho de otro piloto-mecánico del barrio, Tati Hernández.

 

A los 16 años ya era entonces el encargado de un auto de carreras y a fin de ese 2005 el Tarta Martínez lo hizo su copiloto en las dos últimas finales del año. “Mi mamá (Analía, que lo acompaña también en la entrevista) no quería saber nada con fírmarme la autorización para correr porque era menor pero al final lo hicieron. Y me dieron otra gran sorpresa, cuando en San Jorge al bajar del Falcon estaban los dos ahí. Vinieron especialmente de Oberá a verme”.

 

Así Loizate se fue abriendo paso, con el respaldo familiar. Siguió atendiendo autos del Tarta y del piloto de Roldán Alejandro Valderrey en el TS 1800, donde conoció y se hizo amigo de otro mecánico precoz como él: Damián Camñoner, con el que también hicieron recorrido juntos. Y en 2008, en el Arroyito Motor Sports, empezó a incursionar a nivel nacional, en el TN Clase 2. Y terminó la secundaria en Las Heras, como querían sus padres.

 

La incursión en equipos nacionales siguió, mudándose a Villa Carlos Paz para alistarse en el Alisi Sport, primero atendiendo Honda Civic y luego, cuando el equipo se unió con Renault, nada menos que a Guillermo Ortelli en el 2012. “No sentía una presión especial ni nada, pero notaba que era más mirado por estar con Ortelli. El se manejó siempre bien conmigo”, aclaró. El 2013 lo encontró en el team de Fido Porfiri en Bigand para estar en el auto del ex Fórmula 1 Esteban Tuero y Kevin Icardi, y desde 2013 trabaja con Lionel Larrauri, el de mayor potencial entre los pilotos de la región en la Clase 3, en el taller de Granadero Baigorria. Como en los otros lugares donde estuvo, “atiendo todo el auto menos el motor”.

 

Pero además de su crecimiento como mecánico de autos de carreras, Loizate se dio el gusto de todo apasionado por el automovilismo: correr. “Le insistí a Pablo Caballero, un piloto de la zona que tenía el Fitito, de correr en las Agrupadas en una carrera de invitados en Marcos Juárez. Y ahí me convencí de que podía estar a la altura”, explicó. Y su hermana Andrea asiente con realismo: “Si nosotros hubiéramos visto que iba a pastorear, no lo hubiéramos alentado a seguir, pero enseguida vimos que estaba al nivel de los otros”.

 

Tres podios y un par de poles en su primer campeonato en 2016 lo corroboraron. Y mucho más la final ganada en el inicio esta temporada en el Fangio, cuando superó al experimentado Hernán Ansoleaga, también de Baigorria, en la última curva en los mixtos. “El tenía un gran auto y pese a que largué puntero no le hice fuerza cuando me pasó a mitad de carrera y preferí intentar seguirlo. Por suerte lo pude hacer y noté que al final su motor no salía bien pisado de las curvas, algo que le pasó en la serie. Y en los mixtos le pude cambiar la trayectoria, él creo se pasó un poco de largo en la suya y lo superé. Fue increíble recibir la bandera a cuadros primero. No caigo”.

 

Y no cae porque ganó el domingo y el lunes ya estaba viajando, primero a Tornquist a buscar el motor y luego a Toay, donde Larrauri salió cuarto y recién regresó el lunes. “Es algo soñado pero creo que más lo fue cuando gané la serie, porque tuve un problema de motor en la clasificación, largué desde el fondo y pude llegar al triunfo”.

 

A Ovación lo recibió en el taller de su amigo, el también piloto baigorriense Nicolás Romagnoli, donde tiene el Fitito blanco y lleno de los sponsors que bancan. “Esto es un sueño para mí. Hago lo que siempre me apasionó y en una ciudad que es nuestro hogar ahora. Más no podemos pedir”.

(Revista Autoguía)

 

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas