«Abusó de mí de los 11 a los 15 años y mamá lo permitió»

Dos hermanas fueron violadas por su padrastro y todavía reclaman justicia.

Sasha González está por cumplir 20 años. En 2013, la escuela a la que iba, en Campana, Buenos Aires junto a su hermana dos años menor que ella, hizo la denuncia al sospechar que estaban siendo víctimas de abuso sexual de su padrastro, con quien vivían.

«Mi hermana le contó a las compañeritas, una preceptora escuchó y habló con los directivos e hicieron la denuncia. Pero la Justicia nos suspendió dos veces la cámara Gesell. A él lo llamaron a indagatoria recién el año pasado. En la escuela lograron la exclusión del hogar, pero en el Juzgado de Familia dijeron que si mi mamá le habría la puerta ellos no podían hacer nada», dice Sasha que buscó a su padre biológico y a los 16 años se fue a vivir con él, pero está preocupada por sus hermanos y además denunció ante la Justicia la persecución y hostigamiento de su madre y de su padrastro.

«Él abusó de mí desde los 11 a los 15 años. Mi mamá lo permitió, sigue viviendo con él y tuvo un bebé hace poco. Ella es cómplice de los abusos y no está imputada. Ella lo veía, daba su consentimiento y lo defiende aún hoy», señala Sasha, que junto a otras 50 víctimas de abuso sexual de la zona -cuyas causas están paralizadas- se movilizó el 15 de febrero desde la plaza frente al municipio a la fiscalía.

«Cuando me enteré que mi hermana también estaba siendo abusada, la enfrenté a mi mamá. Ella me dijo que se iba a separar, no sólo no lo hizo, sino que se compró un terreno y se casó con él», dice la joven, que tiene dos hermanas más de la relación con su papá y un varón de 7 y una beba del matrimonio de su mamá y de su padrastro.

«En diciembre, cuando mi hermana cumplió 18 años, la llamaron a declarar. Ella negó los abusos. Al ver que la Justicia a mí no me había ayudado, me dijo que ella no quería pasar por lo mismo que yo. Mi mamá y mi padrastro me hostigan, ella me corrió con la criatura recién nacida en brazos. Yo no tenía plata para poner un abogado, con la ayuda de una ONG me pude presentar como particular damnificada.Él tiene defensor que le paga mi mamá. En la indagatoria sólo dijo que me ama y no entendía el porqué de la denuncia», dice Sasha y agrega: «Yo sentí que la Justicia me dio la espalda. Pensé, cuando lo denunciaron en la escuela, que iba a ir preso. Pero crecí adentro de la fiscalía, yo haciendo denuncias y él burlándose. Tengo cinco perimetrales, nunca las cumplió y no pasó nada. Se acerca y me tira besos. La fiscal nunca me atendió, no le conozco la cara. Hicimos la marcha porque los violadores están libres y nosotras desprotegidas».

Sasha quiere ver a sus hermanos, el día que se fue de su casa, su madre le dijo que no los iba a volver a ver. «Conseguí un régimen de comunicación, pero ella no lo cumple o los manda con el abusador. Tenemos una audiencia en estos días», señala la joven, que está estudiando derecho. Con su madre y el padrastro aún vive su hermana de 12, el nene de 7 y el bebé.

«Hay signos de abusos. Saben que viven ahí, que mi mamá lo permite, ¿qué están esperando?, no entiendo por qué lo permiten», dice Sasha, que espera -que ahora que puede ser parte del expediente- la causa avance.

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