Luego de un mes de gobierno ya hay sectores que empiezan a pedir un juicio político a Donald Trump

La palabra impeachment ya sobrevuela Washington. Hace más de dos años, cuando era un famoso magnate inmobiliario que sólo se acercaba al mundo de la política a través de donaciones electorales, Donald Trump publicó un twitt contra Barack Obama que hoy lo atormenta: «¿Es posible enjuiciar políticamente a un presidente por grave incompetencia?».

Trump no había cumplido su primer mes en la Casa Blanca, cuando la palabra impeachment comenzó a multiplicarse en los medios dentro y fuera del país, hasta llegar a convertirse en un fantasma que ya ni oficialistas ni opositores pueden ignorar.

«Ningún presidente enfrentó alguna vez el nivel de falta de respeto con que se trata al presidente Trump (…) y ahora la élite liberal está pidiendo su impeachment…EN SU PRIMER MES», advirtió un Comité Nacional Republicano del Senado en un mail interno, filtrado por el portal de noticias politico.

Sin embargo, no todos coinciden en que Estados Unidos está viviendo un momento de crispación política inédito.

«Al igual que con Bill Clinton, hay personas que piden un impeachment desde el día uno de su gobierno. Hay personas que odian a Trump y ven en todo lo que hace una base para el impeachment. Clinton empezó de la misma manera», recordó en diálogo con Télam Michael Gerhardt, profesor de la Universidad de Carolina de Norte y autor del reconocido libro sobre el tema «El proceso federal de impeachment».

Para los detractores de Trump los motivos sobran: conflictos de intereses con sus empresas y las de su familia, su presunta relación oculta con Rusia y las sospechas de traición, o sus políticas abiertamente racistas, como la de vetar el ingreso de ciudadanos de países de mayoría musulmana.

Pese a las quejas y las denuncias del oficialismo, una de las primeras voces que rompió el tabú y llamó sin tapujos a un juicio político contra Trump fue nada menos que un republicano.

La semana pasada, un juez de Apelaciones de Ohio, jubilado y un declarado votante republicano, Mark Painter, escribió una columna de opinión en un diario de su ciudad, Cincinnati, para ofrecer sus servicios al congresista federal de su distrito para redactar y presentar un proyecto de ley que impulse formalmente un impeachment contra el flamante presidente.

«En ningún momento, excepto por nuestra era posfactual, un funcionario, mucho menos un presidente, podría salirse con la suya con cualquiera de las decenas de cosas increíblemente ilegales que ha hecho hasta ahora Trump. Debería abandonar el cargo de inmediato», escribió Painter en su columna.

«Quién sabe qué pasará después. Cada día es una nueva pesadilla (…) Trump debe ser sometido a un juicio político y removido lo más rápido posible. Pero sólo el Congreso puede iniciar el proceso», agregó el juez retirado.

Sólo unos días antes, la consultora Public Policy Poling había advertido que la sociedad estadounidense estaba dividida frente a un eventual impeachment, 46% a 46%. Pero el apoyo a un juicio político contra Trump había crecido 11 puntos porcentuales de una semana a otra, según su estudio.

De repente, los llamados a impulsar o, al menos, a ponderar un impeachment comenzaron a multiplicarse en Washington y en el resto del país.

Una petición online en la plataforma de Change.org rápidamente sumó más de 650.000 firmas; un candidato demócrata de California a la Cámara de Representantes federal creó un PAC -un comité de financiación electoral extrapartidario- bajo el nombre de Liderazgo para Someter a Juicio Político a Trump, y la ciudad de Richmond, de ese mismo estado, aprobó unánimemente esta semana una resolución para pedirle a la cámara baja federal que inicie un impeachment.

En paralelo, decenas de diarios, revistas y medios electrónicos publicaron notas explicando cómo es el proceso de un impeachment presidencial, sus causales y reglas.

El alerta periodístico fue masivo y alcanzó inclusive a medios como la revista de moda para adolescentes Teen Vogue.
La revista explicó de manera muy clara que las únicas razones para que la cámara baja del Congreso en Washington apruebe un juicio político contra un presidente en funciones es si lo acusa de «traición, corrupción u otros crímenes y delitos importantes», según la Constitución.

También recordó que la Cámara de Representantes sólo aprobó dos juicios políticos en su historia: a Andrew Johnson en 1868 y a Bill Clinton en 1998. En ambos casos, el Senado los absolvió.

Cada día que pasaba el debate crecía más en los medios y en las redes sociales, y finalmente se instaló en el seno del opositor Partido Demócrata y en el Congreso.

Tres congresistas demócratas considerados parte del ala progresista del partido -la californiana Maxine Waters, el representante de Maryland Jamie Raskin y el tejano Joaquín Castro- abrieron la discusión pública en el corazón político de Estados Unidos.
Waters dijo a la prensa que su «mayor deseo es conducir a Trump derecho hacia un impeachment».

«Yo no pedí un juicio político aún. Él lo está haciendo solo», aclaró la dirigente afroestadoundiense, quien también contó que recibe mensajes de muchos ciudadanos que le preguntan: «¿Qué vamos a hacer con un presidente que actúa de la manera en que está actuando?»

El debate en los pasillos del Congreso se calentó tanto que fueron los propios demócratas los que salieron a intentar calmar los ánimos. Sumidos en una incomodidad innegable, instalaron la expresión «la palabra con i» para referirse al impeachment.

«Clinton tenía un fuerte apoyo dentro de su partido que nunca decayó. Trump tiene un fuerte apoyo de algunos distritos que no muestra señales de flaquear. Sin un quiebre o un debilitamiento del partido del propio presidente en referencia al juicio político, el impeachment tiene pocas posibilidades de éxito bajo nuestra constitución», opinó Gerhardt.

La mayoría de los analistas estadounidenses coincidieron en las últimas décadas que Clinton, aún en su peor momento político, mantuvo el apoyo mayoritario de su partido gracias a la buena situación económica que atravesaba el país.

Queda por ver si en los próximos cuatro años Trump puede «hacer grande a Estados Unidos de vuelta», como prometió, y gobernar cómodo, cobijado por una economía en crecimiento. Télam.

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