Felisberto Hernández: el viaje de estar agotado

Los cuentos de Felisberto Hernández, al fin completos.
“Solo le pediré que reme en mi bote y que soporte algo que tengo que decirle” (La casa inundada)

Por Marina Closs 

Mirando fotos de escritores, uno a veces se encuentra con la certeza de que en tal o cual imagen (y a veces solo en ésa), tal o cual escritor nos revela su rostro verdadero. Para decirlo de un modo cursi, en el momento en que el fotógrafo hizo el click, el escritor no supo porqué, pero puso la cara de su inmortalidad. La cara que realmente se asemeja con (volvamos por favor a ser cursis un minuto): el estilo y el destino de su obra.

Pero ¿pone todo el mundo, aunque sea alguna vez en su vida, la cara que resume todo lo que ha visto, lo que piensa y lo que va a ocurrirle? Y ¿cómo es capaz un escritor de poner esa cara justo en el segundo en que le toman una foto?

 

Una foto del escritor uruguayo Felisberto Hernández puede muy bien ser el ejemplode todo este asunto. Veamos: en el fondo, un piano y un pequeño y lamentable retrato, un reloj tajeado y un mantelito de crochet. Casi de espaldas, Felisberto, enrulado y agrisado de su traje de salir al mundo. Las dos manos (seguramente dedos largos y blandísimos) aferradas al piano, como si estuviese intentando calmarlo, casi como si el piano hubiera ladrado y él, al vernos entrar a nosotros, lo estuviese sosteniendo.

 

Muy bien, y ahora, la certeza: exactamente así es Felisberto Hernández en cada uno de sus cuentos. Alguien que estaba disperso (o unido) en lo suyo, escuchó un ruido, giró la cabeza y se asombró. Vio que estábamos a su alrededor y sujetó su piano por amabilidad hacia nosotros.

En la prosa de Felisberto Hernández, a pesar de sus enredos y excentricidades, existe siempre esta especie de intención amable, esta casi zalamería para con el lector… de volver hacia nosotros la cabeza. Oye un ruido, calma al piano y mira alrededor. Se trata, en todo caso, de un gesto doble: la cortesía de mostrar la cara, aunque todo el resto del cuerpo aparezca de espaldas. Vieja amiga del estilo de los grandes hombres humillados,la zalamería es el gesto de ironía favoritode losescritores pudorosos.

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En sus cuentos, a veces Felisberto se agota de esta zalamería y la corta de un tajo. Los párrafos más edulcorados, más amables y discretosse acaban de pronto, como por asfixia, con una imagen o una palabra agudísimamente exacta. A veces, alguna comparación abstracta o incluso maligna se inserta al final de un párrafo casi cursi.

En este vaivén, de lo vulgar a lo delicado y de lo enmarañado casi a lo brutalmente grosero, vive la poesía de Felisberto Hernández.

 

Se cuenta de él que era pianista y que a medida que escribía, engordaba. Se dice también que sus noches de piano no le sirvieron más que para escribir cuentos. Una especie de elfo y hada, metidos en el cuerpo de un pianista gordo. No era bueno como músico, pero se sabe que el frustrado don para la música ha dado grandes artistas del lenguaje.

 

Lo asombroso, en el caso de los cuentos de Felisberto, tiene que ver quizá con su capacidad de crear, a través de sus comparaciones, personajes e imágenes, mundos distantísimos y, a la vez, completamente armonizables. Los hechos, en los cuentos de Felisberto, se nos aparecen trenzados con las imágenes de sus nostalgias. Los caños de La casa inundada, son como gusanos yentrañas. En sus cuentos, las cosas jamás se separan de sus metáforas. Sin embargo, Felisberto no confunde, sino que expande: los caños roen como gusanos y resuenan como intestinos. Pero, en esencia, siempresiguen siendo caños.

 

Felisberto trata así a la comparación como a una sirvienta, casi un fantasma viejo de la casa. Está metida en todo por costumbre. No se le presta mayor atención. A veces, no tiene porqué aparecer, pero se entromete. Tiene la libertad de ayudar o de causar molestias.A su vez, todos sus personajes están obsesionados con comparaciones. Piensan, ven y viven a través de cosas que – se parecen.

 

En esta torpeza de los parecidos, en este deseo de ensanchartodas las cosas con sus posibilidades, está claro que se producen (maravillosísimos) desencuentros: “Yo estaba destinado a encontrarme sólo con una parte de las personas” dice Felisberto en La casa inundada. La comparación escomo una brecha: la región extraordinaria de una posibilidad.

 

La relación de sus cuentos con el mundo del sueño es conocida. Ahora bien, más que un sonámbulo del sueño, Felisberto parece un sonámbulo del cansancio. Cansancio de no poder separar las cosas, de estar hablando de todo a la vez. Cansancio de no poder decir sin decir de todo mucho, sin expandir el pensamiento hasta perder de vista sus contornos. Un cuento se termina, pero todos sus personajes siguen en nosotros con sus ojos abiertos.

Será quizá por eso que, de cada casa que habla, Felisbertonos describe siempre (casi a rajatabla) una cama… camas con patas larguísimas de vidrio, camas bajas, con almohadones simples. Las camas son el signo eterno del cansancio no saciado, del cuento que aún no se termina porque la voz del narrador continúa encendida, como una lámpara molesta.

 

Quien haya sentido en cuero propio el cansancio de querer dormir, pero no poder dejar de hablar, sabrá que en momentos como ese a veces es posible decir exactamente (con toda claridad) lo que uno piensa. Porque muchos de nuestros pensamientos requieren, para expresarse, de una torpeza y una rudimentariedad casi brutal.

En estos momentos de cansada desesperación, Felisberto esboza comparaciones con una claridad memorable: habla como si lo supiera todo.Como sicomparara desde un más allá: “Ese pozo es como la cabeza de un loco”, dice uno de sus personajes, señalando lisa y llanamente un pozo. Ese pozo es como la cabeza de un loco, repetimos nosotros. Unacomparación quetermina de revelarnosel rostro y la obra de Felisberto.

 

Un cuento en: http://ciudadseva.com/texto/la-casa-inundada/

 

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