Suicidio en jóvenes: un método para combatirlo con éxito

 

Es un abordaje que pone el foco en el aspecto espiritual y el sentido de la vida; con charlas y talleres de liderazgo, combaten la angustia de los adolescentes

Las cifras dan cuenta de una problemática inquietante: en la Argentina mueren más personas por suicidios que por homicidios. Y si se pone el foco en los jóvenes, la tendencia es aún más aguda. En ellos, las muertes por suicidios ocupan un segundo lugar, después de los accidentes viales, y antes que las adicciones, que están en el tercer puesto.

Ante este panorama, autoridades, especialistas y organizaciones sociales experimentan con nuevos enfoques. Se concentran en reflexionar sobre el sentido de la vida, empoderar a los jóvenes y que puedan construir nuevos proyectos.

Fiambalá, en Catamarca, es una localidad de 4639 habitantes, que en 2014 tuvo que hacerle frente a 16 suicidios adolescentes. Allí, la organización El Camino puso en marcha un proyecto que logró reducir este número casi en un 100%. Este modelo exitoso, que hace hincapié en el potencial de los jóvenes, está siendo estudiado por la Universidad de Columbia para poder ser replicado en el resto del mundo.

En 2015 se registraron 3202 suicidios en el país, un 5,5% más que en 2010, cuando la cifra fue de 3024 casos anuales, según estudios realizados por Héctor Basile, miembro de la Red Mundial de Suicidólogos. La última estadística arroja que en un año se suicidaron en la Argentina 905 chicos menores de 24 años. Es decir, que cada semana unos 10 jóvenes se quitaron la vida en nuestro país.

En cuanto a las causas de este fenómeno, Basile argumenta: «El suicidio es un hecho policausado; el adolescente que se quita la vida no lo hace por una sola cosa que le pasó. Hoy los chicos viven en situaciones de pobreza y hambre tanto real como espiritual, sumado a la desintegración del ámbito familiar, la falta de sentido de vida y el consumo de drogas, se forma un cóctel letal».

Lo que lleva a los jóvenes a pensar en este desenlace pueden ser enfermedades de origen endógeno o contextos desfavorables que despiertan patologías.

«Todas las muertes por suicidio son evitables. Se puede no solamente prevenirlo, sino también fomentar que la gente se recupere. En el Instituto Austral que dirijo en Neuquén, el 80% de la gente que ingresa lo hace con ideas suicidas y antecedentes. Y puedo afirmar que es más simple recuperar a una persona con esquizofrenia que a una persona con cáncer si uno hace el tratamiento adecuado. Pero en la Argentina la salud mental está puesta en un lugar estigmatizante, y es necesario que deje de ser una asignatura pendiente en la salud pública», explica José Lumerman, psiquiatra reconocido por la Organización Mundial de la Salud.

Para trabajar esta problemática, la Subsecretaría de Juventud de la Nación lleva a cabo el programa Entrenadores de Vida junto a la Fundación de Prevención del Suicidio a través del cual realizan intervenciones comunitarias en diferentes provincias del país. «Una de las herramientas con las que trabajamos es la ISO 30, que nos permite medir en una persona o una comunidad los niveles de desesperanza, autoestima, sus herramientas para afrontar los problemas emocionales, si se sienten solos y si están en proyecto de ideación de suicidio», explica Pedro Robledo, subsecretario nacional de Juventud.

A nivel legislativo existe desde 2015 una ley nacional de prevención de suicidios que fue votada por unanimidad, pero aún no se ha reglamentado.

Dentro de lo que marca la ley se encuentran tres puntos fundamentales: que el suicidio sea declarado en todo el país como interés nacional, que la salud pública se haga cargo de los tratamientos de personas con intentos de suicidio, y que existan capacitaciones tanto para familiares que puedan detectar casos como para los técnicos que trabajan en el tema.

(La Nación)

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