La Cruz Roja sufrió su peor ataque en Afganistán en años y suspendió su misión

El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) anunció hoy la suspensión temporal de su misión de ayuda en Afganistán luego de un ataque armado contra uno de sus convoyes que mató a seis de sus empleados y dejó a otros dos desaparecidos, en el peor golpe que sufrió la organización en ese país en los últimos 20 años.

«Suspendemos la operación por el momento porque necesitamos entender qué ocurrió exactamente y respetar también el dolor» de las familias de las víctimas, informó la vocera de la Cruz Roja Internacional, Anastasia Isyuk, a la agencia de noticias EFE desde la sede central de la organización en Ginebra, Suiza.

Según el vocero de la CICR en Kabul, Ahmad Ramin Ayaz, uno de sus convoyes fue atacado en la provincia norteña de Jawzjan por un grupo de personas armadas que aún no fueron identificadas.

«Repartían ayuda humanitaria a aquellas personas que necesitan asistencia y estaban involucrados en actividades humanitarias», explicó a la prensa.

Por su parte, el jefe de la Policía de Jawzjan, Rahmatullah Turkistani, informó a EFE que los fallecidos son de nacionalidad afgana y que los cadáveres ya fueron recuperados y entregados al representante del CICR en la zona.

Turkistani explicó que «los insurgentes interceptaron los convoyes y dispararon a los empleados de CICR, incluidos los tres conductores» y responsabilizó directamente a la milicia extremista Estado Islámico (EI).

Mientras esta milicia islamista no se adjudicó aún la autoría del ataque ni reaccionó a las acusaciones de las autoridades, el movimiento insurgente talibán sí respondió rápido y se distanció del ataque.

La milicia talibán responsabilizó a un grupo de «secuestradores», una definición que en ocasiones utiliza para referirse al EI, un grupo armado, que nació y creció en Irak y Siria, con el que está enfrentado desde su creación.

Tanto la directora de la CICR en Afganistán, Mónica Zanarelli, como el presidente mundial de la organización, Peter Maurer, condenaron con dureza el ataque y lo calificaron como «una gran tragedia» y «un acto despreciable».

«Nada puede justificar la muerte de nuestros compañeros y amigos», sentenció Zanarelli.

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