Fue raptada y encerrada en un ataúd durante 7 años pero lo que vivió es todavía más escalofriante

La infancia de Collen Stan fue como la de tantas niñas de familia media: sin grandes lujos pero con un futuro prometedor. Sin embargo, todo eso cambió el día que fue secuestrada por un joven matrimonio mientras hacia autoestop. Era 1977 y tenía solo 20 años.

Ahora, con 59 años, rompió su silencio para la revista People con la que se ha sincerado sobre los momentos más amargos de su cautiverio, liberación y juicio de sus captores. Esta es su historia.

La chica en la caja

Collen decidió subirse al coche de Janice y Cameron Hooker debido a su buen aspecto y actitud amigable. Cometió un error, resultaron ser unos auténticos monstruos.

Cameron y Janice se conocieron en 1973 cuando ella tenía solo 15 años y sufría fuertes episodios de epilepsia. El amor surgió entre ellos y pronto se hicieron novios, marchándose a vivir juntos apenas él logró un empleo en el aserradero local. Sin embargo, Cameron se reveló como un auténtico adicto a la pornografía violenta y logró que Janice aceptase participar en sus fantasías. Primero, dejando que la atara desnuda a un árbol y más tarde con juegos sadomasoquistas e infringiéndole dolor. Si alguna vez se negaba él la amenazaba de muerte, y pronto Janice, dejó de resistirse. Con el tiempo, logró dominarla física y psicológicamente. Ella simplemente le pertenecía.

Todo esto no excusa el comportamiento de Janice en esta historia pero nos pone en antecedentes del tipo de mujer que era y como, pasado un tiempo, su sumisión terminó por aburrir al sádico de su marido. Fue entonces cuando él le pidió tener una esclava en casa con la que poder jugar. Janice accedió y solo pidió una cosa a cambio: el bebé que tanto deseaba y Cameron no le había dejado tener.

Sádicas fantasías que se hicieron realidad

Aquello desató la locura en casa de los Hooker. Mientras Janice fantaseaba con tener un hijo, Cameron se preparaba para recibir a su esclava, evitar que los vecinos escucharán los gritos e impedir que pudiera escapar.  Aprovechando sus conocimientos como carpintero, construyó algunos ingenios mecánicos con los que inmovilizar a su víctima. Solo faltaba encontrar a una joven adecuada.

Fue un fatídico 19 de Mayo de 1977 que los Hooker se cruzaron con Coleen Stan haciendo autoestop junto a la interestatal 5 en Red Bluff, California. Había salido de su casa en Eugene, Oregón para visitar en el día de su cumpleaños a una amiga que vivía en Westwood, California.

Por aquél entonces y a pesar de algunos crímenes, el autoestop estaba a la orden del día y gracias a él había logrado recorrer 560 kilometres de distancia. Solo le faltaban 100 kilómetros para llegar a su destino.

Según confiesa hoy Coleen, había sido muy precavida durante todo el viaje rechazando a aquellos conductores que no le daban buena espina o viajaban solos. En aquella ocasión y como tantas otras veces trató de evaluar a los Hooker.

Viaje al cautiverio

El viaje transcurría sin problemas y con una amena conversación hasta que Coleen notó que el marido le miraba intensamente por el espejo retrovisor. Esto le puso algo nerviosa y pensó en ausentarse y buscar un nuevo pasaje cuando pararon en una gasolinera. Sin embargó, se tranquilizó pensando que faltaba muy poco y que el hombre jamás intentaría nada con su esposa delante. Estaba equivocada.

Los Hooker le ofrecieron una chocolatina al volver al coche y tras unos kilómetros le propusieron hacer una parada rápida en unas preciosas cuevas de hielo. Tomaron un camino de tierra y mientras observaba como Janice bajaba con el bebé del coche, sintió un cuchillo en la garganta. Era Cameron.

Le dijo que debía obedecerle en todo o tendrían problemas… y paralizada de miedo solo pudo decir sí.

Le colocaron una pesada caja en la cabeza. Estaba muy acolchada por dentro y eso le impedía ver, casi respirar, gritar o moverse. Después, la reintrodujeron en el coche y la taparon con una manta.

El viaje continuó durante horas y los Hooker, seguros de sí mismos, incluso se permitieron cenar en un restaurante de carretera. De madrugada, llegaron a casa. Cameron le quitó la pesada caja de la cabeza para bajarla hasta el sótano. Una vez allí la colgó del techo por las muñecas. La joven aún tenía los ojos vendados pero por un resquicio logró ver una revista pornográfica en el suelo. En ella aparecía una mujer maniatada en la misma posición.

Coleen se puso muy nerviosa y comenzó a chillar pero su agresor le amenazó con cortarle las cuerdas vocales tal y como había hecho con su anterior “huésped”.

Tras unos minutos le arrancó la ropa y comenzó a propinarle latigazos y golpes mientras Coleen chillaba y pedía clemencia, algo que animaba aún más a Cameron, quien emocionado por la situación, buscó a su mujer para mantener relaciones bajo los pies de la joven. Tras el acto, la descolgó e introdujo en la jaula.

Desaparecida

Los padres de Coleen llevaban tiempo divorciados. Se habían vuelto a casar y ahora vivían en Riverside, California. Ella misma se había casado con un novio de 22 años cuando tenía solo 17 pero, tras un año algo tumultuoso, habían terminado.

Ahora vivía en Eugene, Oregón donde se había afincado en casa de unos amigos con la intención de acabar los estudios. Fueron ellos los que después de 4 días de ausencia se pusieron en contacto con California para descubrir que Coleen no había llegado a su destino.

La policía emprendió rápidamente la búsqueda de la joven, deteniendo a su antiguo novio como principal sospechoso. Pronto se hizo evidente que él no tenía nada que ver con la desaparición y la policía no logró descubrir ninguna pista.

Los días pasaron y cada vez era más difícil dar con su paradero. Sin embargo, sus padres y hermanas se resistían a perder la esperanza. Nunca habían visto con buenos ojos su matrimonio de juventud y prefirieron pensar que Coleen había cortado el contacto con ellos al encontrar otro amor loco.

El infierno en una caja

Sin apenas comer, torturada hasta la extenuación, aislada, completamente desnuda y en un mar de miedos e incertidumbre. Ese era el día a día de Coleen, su nueva rutina.

Cameron cada día era más imaginativo y violento. Pensaba que un día perdería el control y acabaría matándola por error. Así era mejor, todo terminaría.

Para su desgracia Cameron se reveló como un hombre pragmático y no tardó en comprender que una víctima famélica, torturada y desnuda en un sótano frío no tardaría en morir. No estaba dispuesto a renunciar a sus juegos pero podía mejorar sus creaciones y afianzar más su poder. Así, ideó un nuevo artefacto de control: la caja.

Esta caja, del tamaño de un ataúd y sin revestir, se convirtió en su cárcel y su refugio tras las palizas que Cameron le propinaba. Las sesiones con él se estaban volviendo más largas, duras y sofisticadas pero en la caja solo había silencio.

Habían pasado dos meses de cautiverio y su agresor ya abusaba sexualmente de ella. Había ganado confianza pero, de momento, nunca la había penetrado. Aun así, las palizas continuas y el horror de esas semanas habían logrado romperle el alma. No tenía manera de saber si era de día o de noche, ni los días o semanas que habían transcurrido. Había perdido casi 20 kilos, ya no menstruaba y cada vez estaba más confusa y desorientada. Casi no quedaba nada de la mujer que había sido.

El contrato

Un día, aprovechando el pésimo estado psicológico y de salud de Coleen, Cameron decidió imponerse psicológicamente a ella y tomar el control de su voluntad. Fue entonces cuando le presentó e hizo firmar el Contrato de esclavitud, una idea que había sacado de una revista sadomasoquista underground.

Le dijo que el contrato de esclavitud era un documento legal vinculante y que debía firmarlo o moriría. Completamente anulada y temerosa de su muerte, firmó.

El contrato especificaba que Coleen pasaría a llamarse “K” en adelante y que ésta reconocía voluntariamente el derecho de su amo, sus obligaciones y sometimiento a diversos castigos por violarlo. El más grave: la muerte.

Cameron le contó también que por el pago de 1500$ el documento había quedado registrado en la Sociedad de Esclavos a la que su mujer, Janice, también pertenecía. A continuación, le entregó una falsa tarjeta de identificación de esclava que la supuesta organizacion había emitido y le explicó que, en adelante, él tendría plenos poderes legales sobre ella y su voluntad, estando incluso autorizado por ley a matarla sin cargos si trataba de huir.

El contrato, el carnet y Janice dieron crédito a la mentira y Coleen aceptó la paranoia. Ahora era un esclava; había firmado y la ley estaba en su contra.

Su aceptación de la situación le permitió salir de la caja durante ciertas horas y empezar a colaborar en tareas domésticas aunque, cuando Cameron gritaba una palabra clave, ella debía desnudarse corriendo, ponerse de puntillas y agarrarse al marco de una puerta. Fue entonces, no recuerda exactamente cómo ni cuándo, Cameron la arrastró hasta el lecho conyugal y allí la violó por primera vez. Su esposa, Janice, trató de participar pero su marido la echó.

Encerrada bajo la cama

La libertad había aumentado para “K” pero duró poco. La obsesión por el control de Cameron hizo que los Hooker se mudaran a una caravana en mitad del campo. Sin apenas espacio, fue confinada de nuevo a la caja, que esta vez se instaló bajo la cama conyugal. Allí, entre amenazas, palizas, torturas y violaciones pasaría 7 años.

En ese tiempo Janice tuvo un segundo hijo y siempre se mantuvo ausente de los juegos sexuales. Sin embargo, estaba muy celosa de Coleen. Cameron pasaba todo su tiempo con ella y por eso le pidió que la dejara marchar. Obviamente él se opuso y solo accedió a encerrarla más tiempo en la caja y recortar sus libertades.

La sumisión de ambas mujeres era superlativa. Tanto que un día, Cameron pidió a “K” que disparase contra sí misma una pistola sin saber si estaba o no cargada. Cumplió el mandato a la perfección y por ello Cameron la recompensó dejando que escribiese 3 cartas a su familia para que estos pudieran saber que estaba viva. Carta que envío después de comprobar su contenido. Cameron se sentía tan seguro de sí mismo que incluso se permitió correr el más alto riesgo y osadía: visitar a la familia de Coleen.

Visita a casa

El 20 de marzo de 1981, tras tres años y medio de esclavitud, Cameron llevó a Coleen a visitar a su padre y sus hermanas, no sin antes preparar una historia falsa y jurar que, si intentaba algo, los mataría a todos.

Un día, Coleen y su “excepcional novio informático” llamaron a la puerta de la casa de su padre, quien se quedó mudo al verla. El aspecto demacrado de la joven le escamaba pero temeroso de ofenderla y que pudiera volver a desaparecer guardó silencio.

La joven contó lo feliz que era con su novio, cumplió con su papel y Cameron se mostró encantador en la visita. Tanto que nadie sospechó lo que en realidad ocurría. Incluso, su hermana, les hizo una foto como recuerdo.

Cameron había logrado el control total y de nuevo se aburría manteniendo a “K” encerrada durante días. Su condición física empeoró y empezó a peder más peso y el pelo. Sin embargó, su amo la reclamó pronto para un nuevo proyecto: quería tener nuevos esclavos y para encerrarlos necesitaba una mazmorra.

En noviembre de 1983, Coleen había acabado de construir una mazmorra bajo el patio. No obstante, el entusiasmo de Cameron por hacerse con un aren de esclavos le hizo descuidar su mayor y más inminente amenaza: Janice, su esclava esposa.

Celos y remodimeintos

Janice llevaba tiempo celosa de Coleen y no lograba calmar lo que sentía. Pasaba demasiado tiempo sola y su marido prestaba toda su atención a su esclava, a la que no solo torturaba, sino con la que mantenía continúas relaciones sexuales. Hacia tiempo que ella había pasado a un segundo plano. Para aplacar su ira, comenzó a leer compulsivamente la Biblia, lo que despertó en ella un fuerte sentimiento de vergüenza y grandes remordimientos.

Al cumplir 27 años, Cameron volvió a dar más libertad a Coleen, incluso, le consiguió un trabajo en un motel y la obligó a acompañar a Janice a la iglesia los domingos. Fue allí donde Janice se confesó con el pastor y algunas parroquianas acerca de un “triángulo amoroso” que tenía en casa. Todos coincidieron en el veredicto: Dios no vería con buenos ojos esa relación.

Aquella afirmación se le grabó a fuego. Si Dios no aprobaba una relación a tres difícilmente aprobaría un secuestro, abuso y esclavitud, por mucho que esa hubiera sido su única vía de escape y de lograr ser madre. Agobiada, furiosa y profundamente herida tras tantos años de matrimonio, Janice, trazó un plan.

El 9 de agosto de 1984, Janice recogió del trabajo en el motel a Coleen a quien confesó que no existía ninguna Sociedad de Esclavos, que el contrato era una argucia y que no tenía ninguna validez ante la ley. Le explicó también que solo disponían de una noche para planificar su huida y que debía llevarse a cabo mientras Cameron estuviera en el trabajo.

Al día siguiente, tras la salida de su marido, Janice llevó a Coleen a la estación. Allí, telefoneó a su padre para solicitarle la compra de un billete para volver a vivir a casa. Antes de coger el tren llamó también a Cameron para decirle que sabía que le había estado mintiendo y que se marchaba. Él comenzó a gritarle y amenazarle pero la verdad la había hecho libre. Coleen colgó el teléfono y regresó a casa.

La calma antes de la verdadera tempestad

Coleen regresó a casa pero no dijo nada. Había hecho un pacto con Janice: no contaría la verdad hasta que ella abandonara también a su esposo y pusiera a salvo a sus hijos.

Los días pasaban y no ocurría nada pero Janice estaba cada vez más agobiada. Visitó a su pastor y le confesó toda la verdad. El hombre abrumado por la historia le pidió permiso para llamar inmediatamente a la policía y Janice por fin aceptó.

La policía escuchó absorta toda la historia de boca de Janice, quien también confesó la responsabilidad de Cameron en la desaparición de una joven de la zona llamada Marie Elisabeth Spannhake. Ella había sido la primera. El secuestro fue muy parecido al de Coleen pero en esta ocasión Cameron no había sabido contenerse, disparando a la joven en el estomago y luego asfixiándola hasta la muerte. El cuerpo había sido enterrado pero no lograba recordar dónde.

Sobre Coleen explicó todo lo relativo al secuestro y la estrategia de Cameron para lavarle el cerebro y controlarla. De cómo ella le había ayudado y había destruido pruebas en su nombre. Pruebas que en realidad conservó en forma de fotografías. Así, entregó a la policía imágenes del contrato de esclavitud y fotografías de Coleen desnuda y suspendida, dentro de la caja y torturada.

 

Cameron fue inmediatamente detenido y puesto a disposición judicial. Durante el juicio argumentó que todo era mentira y siempre había tenido el permiso de Coleen. De la joven Marie Elisabeth nada se supo ni pudo demostrar. Aún así fue hallado culpable de secuestro y violación sexual y condenado a 104 años de prisión.

Janice recibió la inmunidad por testificar en contra de su marido y las pruebas aportadas. Coleen declaró también en contra pero fue muy indulgente y la fiscalía sugirió que sentía y había sentido durante su cautiverio un fuerte síndrome de Estocolmo.

En la actualidad

Coleen tiene hoy 59 años y ha rehecho su vida, casándose hasta en 4 ocasiones. Ha tardado 32 años en lograr hablar de lo sucedido y estas son sus confesiones en la revista People. 

Coleen dice que desde el momento en que recuperó la libertad, su vida ha sido maravillosa y que la ha disfrutado intensamente.

“Tu vida es como un limbo cuando estás en cautiverio y, cuando eres libre de nuevo, es como si las puertas se abrieran y solo te quedará correr”.

Sobre Janice no tiene noticias pero dice sentirse agradecida. Escapó gracias a ella y en parte le debe la libertad a la mujer que también ayudó a secuestrarla.

“No sé por qué esperó tanto tiempo, y tampoco sé exactamente por qué decidió confesar toda la verdad y ayudarme a escapar. La prensa dice que iba a matarnos y sustituirnos por otras personas, puede que fuera verdad, no sé. De lo que sí estoy segura es de que algo le hizo temer por su vida y tomar una salida”. 

Respecto al amargo cautiverio y la caja en la que pasó encerrada la mayor parte de esos 7 años explica que pasó mucho miedo, pero con el tiempo ha sabido sacar algunos aspectos positivos. Para una persona que solo salía de ella para recibir palizas, quemaduras y hasta descargas eléctricas que le hacían perder la consciencia, la caja, era más un refugio que una prisión. 

“Creí que iba a morir cientos de veces pero luego acababa en la caja. Allí descubrí que podía ir a cualquier lugar y estar con cualquier persona con mi mente”. 

La historia de Coleen no solo es horrible sino también uno de los casos de síndrome de estocolmo y secuestro más interesantes de la historia. Es por eso que ha supuesto un gran impacto cultural en EE. UU. dedicándose capítulos y líneas argumentases en numerosas series como Mentes criminales, Entre fantasmas y Ley y Orden, entre otros.  Incluso ha sido llevada recientemente a la gran pantalla bajo el nombre: La chica en la caja. 

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