El año del Bicentenario en Argentina y en Misiones

La semana política y económica.  Por Rafael Cortés, periodista de Misiones Online.

Hoy termina el año del Bicentenario de la Independencia y a pesar de lo atractivo de la fecha, 2016 dejó pocos motivos para el festejo. Para algunos por culpa de la “pesada herencia”, para otros a raíz de errores actuales, el año que termina fue el más complejo desde que el país se recuperó del colapso económico post caída de la convertibilidad. En el escenario político nacional nació algo nuevo y ese nacimiento generó expectativas, algunas desmedidas, que no tuvieron su correlato en la realidad.

Lo que surgió en Argentina a 200 años de su independencia es un presidente de un partido no tradicional que llegó al Sillón de Rivadavia contra todos los pronósticos y contra todos los prejuicios. Como todo candidato, prometió más de lo que podía cumplir, lo que alimentó el desánimo incluso entre sus seguidores, aunque también es justo remarcar que su primer año de gestión no estuvo vacío de méritos.

Sin dudas el gobierno de Macri tuvo sus mayores aciertos durante sus primeros meses, cuando su equipo económico logró levantar el cepo cambiario sin que el dólar se disparara y sacar al país de un default de más de 15 años. Pero no hizo falta mucho tiempo para que quedara patente que la recuperación económica casi inmediata que prometió Macri, no sería tal.

El plan inicial del equipo económico de Cambiemos, que dependía de una “lluvia de inversiones”  que llegaría gracias a un “shock de confianza” de los mercados, demostró ser inviable por el profundo desequilibrio macroeconómico heredado,  porque los mercados ya no estaban interesados en invertir en países emergentes y porque el nuevo gobierno no logró generar la confianza que necesitaba.

Entonces la tan mentada reactivación se fue postergando cada vez más, como la zanahoria colgada en la frente del conejo, mientras la recesión se profundizaba. Primero desde el Gobierno nacional prometían un segundo semestre de recuperación, después debieron reconocer que esos pronósticos se cumplirían meses después y de manera muy gradual, lo que llamaron “brotes verdes”. Terminado el año, no hubo ni segundo semestre ni brotes verdes.

Entonces se empezaron a acumular cuentas pendientes en la columna del “Debe” del balance de Macri: la inflación nunca bajó a los niveles esperados, el consumo se mantuvo en caída constante, no se logró reducir significativamente el gasto público a pesar de numerosos despidos en el Estado y el índice de pobreza  aumentó a un inquietante 33 por ciento en el país y a más de 40 por ciento en el NEA. Al calor de estos incumplimientos, los logros económicos iniciales quedaron cada vez más olvidados.

En un panorama general francamente malo, el único sector que tuvo crecimiento fue el agropecuario, pero solo el de la “zona núcleo”, el de los sojeros que fueron beneficiados por una quita de 5 puntos porcentuales en las retenciones y por una devaluación de casi 100 por ciento. Este es el único sector que logró incrementar sus exportaciones y con ello aportar dólares a las menguadas arcas del Tesoro.

Para las economías regionales y para el comercio y la industria en general, este fue el peor año de la última década. Un mercado interno deprimido, costos altísimos que impiden competir en los mercados externos, costos financieros por las nubes como consecuencia de la política del Central de contención del dólar, son solo algunos de los factores que impidieron el desarrollo de estos sectores.

En zonas de frontera como Misiones, el cóctel sumó otro componente para nada menor, las asimetrías comerciales con los países vecinos que secaron la plaza local y profundizaron aún más la recesión. En los primeros once meses del año se registraron casi diez millones de cruces hacia Encarnación, lo que representa un récord histórico. En distinta proporción, pero con los mismos efectos negativos, la situación se repite en todas las ciudades de frontera de la provincia, tanto del río Uruguay, cuanto del Paraná.

El balance económico nacional deja más datos preocupantes que “brotes verdes”: la inflación anual medida por el INDEC cerrará en 40 por ciento; a octubre de este año la actividad económica acumulaba una caída de 2,6 por ciento, con siete meses de retracción y el crecimiento de la deuda externa preocupa a más de un analista.

Política en la cuerda floja

En materia política, el Gobierno de Macri tuvo seguramente más méritos que en el plano económico. De la mano de un Rogelio Frigerio que demostró ser un hábil negociante, Mauricio Macri se garantizó gobernabilidad en un contexto muy complicado, con minoría en ambas cámaras legislativas y gobernadores de signos políticos opuestos en casi todas las provincias.

Sin embargo, en el plano político el año de Macri tampoco estuvo exento de reveses. El primero de ellos lo tuvo cuando intentó actualizar las tarifas de los servicios públicos, definición que resultaba clave para su equipo económico porque le permitiría reducir los subsidios y con ello el gasto público.  El tema no fue tratado por el gobierno ni con la calidad técnica y ni con la cintura política que requería, lo que le valió una ola de presentaciones legales en contra y la postergación de la suba en las tarifas, lo que tuvo consecuencias económicas inmediatas.

El segundo traspié político llegó a fin de año con el tratamiento de la ley de Ganancias. En un acto de desconcertante ingenuidad, Cambiemos convocó a sesiones extraordinarias para tratar un proyecto propio sin tener garantizados los votos suficientes para aprobarlo, con ello le dio a sus opositores la posibilidad de presentar otro proyecto y aprobarlo en Diputados.

Con la media sanción de un proyecto que de haberse convertido en ley hubiera sido catastrófico para la viabilidad económica del país, la oposición obligó al oficialismo a sentarse a negociar en inferioridad de condiciones para achicar el daño, lo que consiguió solo en parte. El episodio dejó en evidencia la debilidad política de Cambiemos, especialmente frente a fuerzas como el partido de Sergio Massa y los sindicatos, que no tienen gobernadores a los que el Gobierno nacional pueda disciplinar con el tradicional método de la billetera y el garrote.

En los últimos días de 2016 llegó el último cimbronazo: por motivos que no quedaron del todo claros, el propio presidente le pidió la renuncia a su ministro de economía, Alfonso Prat Gay, el capitán de dream team, y decidió volver a dividir la cartera en dos ministerios, uno de Hacienda y otro de Finanzas. El nuevo organigrama de Economía, con varios ministros con funciones acotadas en vez de uno solo con amplias atribuciones, dejó en claro que Macri no tiene intenciones de tener  en su gabinete a una contrafigura de peso con poder real de decisión.

Misiones y su piloto de tormentas

El nuevo escenario económico nacional, con una economía en recesión y menos fondos para repartir, cambió las condiciones de gobierno en todas las provincias, especialmente en las más pequeñas como Misiones, altamente dependientes de los fondos que llegan vía coparticipación y a través de distintos programas nacionales.

El nuevo desafío puso a prueba a los gobernadores, algunos como Alicia Kirchner, no estuvieron a la altura y sumieron a sus jurisdicciones en un caos económico y financiero sin visos de solución, al menos en el mediano plazo.

El ejemplo contrario se dio en Misiones con Hugo Passalacqua, hombre de temperamento moderado que supo llevar el barco a puerto seguro a pesar de la tormenta. El gobernador supo “hamacarse” políticamente hablando, apoyando al gobierno nacional cuando así convenía a Misiones; negociando cuando había que negociar y oponiéndose cuando así lo demandaba la situación.

“Gobernabilidad con gobernabilidad se paga” fue el lema con el que se condujo el Gobierno provincial. Bajo ese precepto mandó a sus legisladores a apoyar al Gobierno de Macri en cuestiones centrales como la Ley de Presupuesto, pero también a plantear una férrea oposición cuando las decisiones que bajaban de Nación afectaban a los misioneros, como el caso de los fondos para los docentes.

En otros casos la postura provincial fue negociar y gestionar. Así se logró por ejemplo superar la reticencia del Gobierno nacional a liberar dinero del Fondo Especial del Tabaco (FET), lo que permitió a los productores superar un año que de otra manera hubiera sido catastrófico.

El Gobierno de Misiones también supo plantar bandera contra la oposición, cuando así lo demandaban los intereses de la provincia, tal el caso de la negociación por la modificación del régimen del Impuesto a las Ganancias, cuando el proyecto presentado por la oposición amenazaba con perjudicar seriamente los ingresos por coparticipación.

El más fehaciente indicador de la gestión de Hugo Passalacqua lo dieron encuestas realizadas en diciembre que señalaron de que más del 90 por ciento de la población aprueba su gestión y valora como “madura y provechosa” la relación construida con el gobierno nacional.

Al gobernador lo acompaño un gabinete renovado con figuras jóvenes, la mayoría de ellos haciendo su primera experiencia en un cargo de tanta importancia y justamente en el año más difícil de la última década. Todos demostraron estar a la altura y consiguieron respaldar desde sus lugares la gestión de Passalacqua.

En la última reunión de Gabinete, el Gobernador reafirmó las líneas generales de acción y exigió a sus funcionarios trabajar mucho, ser austeros y mantenerse activos en la defensa de los intereses de los misioneros.

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