Drogó y metió a bebés vivos en ataúdes: la razón te hará llorar

Se trata de una historia tan increíble como cierta. Cuando la leas, lo más probables es que te largues a llorar.

«Ayuda siempre al que lo necesita y descubrirás que ahí está el verdadero sentido de la vida», esas fueron las palabras que el padre de Irena Sendler le dijo cuando era una nena. A sus 7 años él murió, y desde entonces se prometió cumplir con eso hasta el final en memoria de su padre.

Él era médico, y siempre ayudó a toda aquella persona de bajo recursos, pero inesperadamente murió a causa de un virus infeccioso llamado tifus. Para Irena, la muerte de su padre fue un golpe terrible, él era su compañero de vida y siempre le encantaba acompañarlo en el consultorio.

Cuando creció se convirtió en enfermera de Bienestar Social de Varsovia. No sólo curaba a los enfermos sin recibir nada a cambio sino que también buscaba comida para darles a los más necesitados. Fue criada bajo la religión católica, sin embargo, su corazón era tan grande que no tenía ningún prejuicio contra los judíos.

Las situación empeoró cuando inició la Segunda Guerra Mundial en 1939, a causa del movimiento de los nazis se formó el Gueto de Varsovia, en donde no entraba nadie que fuera judío.

Entonces la masacre comenzó, su objetivo era eliminarlos, pero Irena se unió a la Zegota (Consejo para la Ayuda de los Judíos). La situación se estaba saliendo de control, los alemanes pusieron su plan de «limpieza» donde asesinaban a todo niño que viniera de una familia en contra de sus creencias.

Había cuerpos en las calles, niño fusilados, golpeados, otros niños sin fuerza muriendo de hambre, enfermos. Irena no podía con tanto dolor, así que decidió arriesgar su vida y hacer algo por ellos. Con la ayuda de otros compañeros empezó su plan para salvar a los niños judíos de la Gueto.

Irena se las ingenió para salvar a los pequeños. Los llegó a sacar en bolsas, maletas, cestos de basura, en ambulancias con enfermos que eran llevados al hospital, pero cuando comenzaron las vigilancias intensas, comenzó a drogarlos para después meterlos en ataúdes. Más de ¡2500! niños son los que salvó de ser asesinados brutalmente.

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«Recuerdo a la más pequeña su nombre Elzunia, sólo tenía 5 meses y no tuve otra opción que meterla en una caja de madera en un cargamento de puros ladrillos», explicó Irena, lo sorprendente es que esta mujer hizo un archivo de todos los niños que ayudó, y esos registros los guardó en botes el jardín de su vecina. Sin embargo, en el momento menos pensado los nazis la descubrieron con 10 ataudes. Según cuentan, mientras la llevaban a la cárcel solo gritaba que los dejarán vivir. Ella fue torturada pero a pesar de todos los abusos ella jamás dio el paradero de ningún pequeño y entonces la condenaron a muerte.

Lo único que le quedaba era una estampa de Dios, se aferró a ella y le pidió la protegiera. Fue ahí cuando sus compañeros sobornaron a un soldado y así logró escapar, viviendo bajo una identidad falsa.

Al final de la guerra Irena no olvidó su promesa y desenterró los archivos de los niños salvados y se los entregó al Comité de Salvamento de los Judíos Supervivientes. Aunque la mayoría de las familias de estos niños ya habían muerto, les ayudó para recordar de dónde venían.

Tiempo después Irena conoció a un hombre con el que se casó y tuvo 3 lindos hijos, se sentía tranquila y en paz con lo que había hecho, estaba segura que su padre desde el cielo se sentía orgulloso de ella y hasta el final de sus días no dejo de ser solidaria.

En el 2007 el mundo la nominó al Premio Nobel de la Paz, llamándola la justiciera entre las naciones. Lamentablemente murió en el 2008 a sus 98 años.

Irena se fue de este mundo dejando una gran lección, no sólo para las enfermeras, sino para todo el planeta, donde ser más humana y de buen corazón es lo que le dio sentido a su vida.

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