Lo que no se vio del festejo de Boca: las confesiones de Guillermo y cómo dejaron el vestuario

Tras el triunfo contra River, los jugadores xeneizes cantaron y comieron sándwiches de milanesa en el vestuario; además, otras perlitas del festejo.

Las maderas negras eran altas. Muy altas. Ni subiéndose a las vallas de contención se podía espiar lo que sucedía del otro lado. Cubrían todo el camino. Desde el sector donde se estacionó el colectivo de Boca hasta la puerta del vestuario visitante del estadio Monumental. En las horas anteriores al superclásico el ambiente era espeso. Por eso, el equipo de Guillermo Barros Schelotto decidió recluirse detrás de un fuerte operativo de seguridad, que incluía policías, agentes de seguridad privada contratados por el club de Núñez y personal privado de Boca. En las posteriores, ya con el triunfo 4-2, el clima que rodeaba el único sector xeneize era de felicidad. Pero, claro, las maderas seguían estando. Los agentes, también. El festejo fue bien íntimo.

La corrida de Guillermo, los abrazos con Werner, la ronda eufórica en pleno campo de juego. Esas fueron las primeras imágenes de la celebración de Boca en el Monumental. En la intimidad del vestuario, eso se potenció. Los jugadores, con un Carlos Tevez tan participativo como durante el partido, cantaron y gritaron al ritmo de «un minuto de silencio». El repertorio fue amplio, pero en el video que se viralizó se escuchaba ese tema. Luego, todos los integrantes del plantel posaron para la foto. Las sonrisas estaban en todos los rostros. Algunos, los más provocativos, mostraron cuatro dedos de la mano, en referencia a la cantidad de goles convertidos.

Del otro lado del muro negro, los medios comenzaron a agolparse. Como era imposible hablar con los jugadores a la salida del vestuario, ya que sólo unos pocos tuvieron acceso a la puerta, el equipo de comunicación de Boca improvisó una sala de conferencia en el microestadio de River. El espacio era muy pequeño y sólo algunos pudieron acercar sus micrófonos a los pocos protagonistas que hablaron: Axel Werner, Juan Manuel Insaurralde y Guillermo Barros Schelotto.

Por la incomodidad del trabajo, varios periodistas se quejaron de la situación. Aunque fue uno el que quedó más en evidencia. Un cronista de radio comenzó a discutir a los gritos con el encargado de la comunicación del plantel xeneize, justo cuando los dos jugadores de Boca estaban hablando. Sus colegas intentaron calmarlo, sobre todo para que los gritos no se escucharan en sus transmisiones. Pero no funcionó. Se siguió quejando hasta que provocó la reacción de Insaurralde, que primero lo miró, después intercambió algunas palabras en un tono poco amistoso y terminó dándole la espalda.

Para el cierre de las conferencias de Boca, llegó el Mellizo. Su clásica sonrisa, esa con una desviación que la hace ver pícara, no desapareció en ningún instante. «Fue un año difícil porque en semifinales (de la Copa) nos dieron una piña bárbara, arrancamos este campeonato con muchos cambios, pero el equipo se sostuvo, Gago aportó juego cuando volvió y teniendo a Tevez, Pavón, Centurión, siempre pasa algo», dijo el DT, que no se olvidó de los momentos más difíciles que vivió el equipo en el año.

Además, Guillermo reveló qué les dijo a sus jugadores en el entretiempo, cuando River ganaba 2-1: «Les dije que quedaban 45 minutos y que era un partido de 90, volvimos a agarrar la pelota y lo ganamos muy bien». Antes, en el campo de juego, había hablado del futuro incierto de Carlitos Tevez, que debe decidir entre el retiro, irse al fútbol chino o seguir en Boca. «Voy a hablar con él como entrenador, sabe que lo queremos y lo necesitamos, que armamos un equipo alrededor de él y que faltan seis meses. De última, que los chinos esperen seis meses».

Todo el plantel del Boca se subió al colectivo. También Juan Carlos Crespi, el dirigente que los acompañaba, que se había vestido con un pantalón amarillo y una camisa azul.

Los jugadores, entre el festejo y los sándwiches de milanesa que comieron después del partido, dejaron las instalaciones muy sucias. Había panes, cáscaras de bananas y botellas de plástico sobre el piso, las mesas y los asientos. Mientras se tomaban fotografías, los agentes de seguridad del club comenzaron a cerrar las puertas y desalojaron a las pocas personas que quedaban. Ya se podía espiar, pero no había nada para ver. Boca ya se había llevado los tres puntos.

(Cancha llena)

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