La muerte de Fidel Castro volvió a dividir a los cubanos y al mundo

El ícono revolucionario del siglo XX, que encandiló durante décadas a la izquierda latinoamericana, murió anteanoche a los 90 años; el anuncio conmocionó a la isla, generó festejos del exilio en Miami y reabrió la brecha entre críticos y admiradores.

a televisión estatal cubana interrumpió su programación normal para emitir un mensaje que en minutos daría la vuelta al mundo: la muerte de Fidel Castro, el ícono revolucionario que durante más de medio siglo gobernó la isla con mano de hierro y entró en la historia como el máximo referente de la izquierda latinoamericana.

El anuncio suscitó desde consternación, tristeza y nostalgia entre sus simpatizantes hasta festejos en las calles del exilio de Miami, despertando en la opinión internacional las pasiones de otros tiempos, cuando la Guerra Fría dividía los corazones y las preferencias ideológicas se ubicaban a favor o en contra del experimento caribeño.

Líderes de todas las latitudes, desde Barack Obama hasta el papa Francisco, dedicaron mensajes de despedida al líder carismático e implacable que hizo de la barba y el uniforme verde oliva su marca registrada, y que en un mundo que pelea otras batallas y encara otras divisiones ya no ejercía influencia en la escena política.

Fue su hermano, el presidente Raúl Castro, quien hizo el anuncio con la voz entrecortada y temblorosa, sin ocultar la tristeza por la pérdida de quien fue, además, su compañero de armas desde la revolución contra Fulgencio Batista, en 1959, cuando se instauró un sistema de mano dura que promovió cambios sociales, pero reprimió a la disidencia y no se abrió camino en la economía, siempre agitando la bandera de la lucha antiimperialista.

«Pronto seré ya como los demás. A todos nos llegará nuestro turno», dijo Fidel a modo de testamento en abril pasado, durante la clausura del VII Congreso del Partido Comunista. Fue 10 años después de haberse alejado del ejercicio del poder, cuando un malestar nunca bien explicado lo dejó postrado y lo obligó a ceder el mando a Raúl.

Según detalló Raúl en su anuncio, Fidel pidió expresamente ser incinerado, tras lo cual sus cenizas recorrerán toda Cuba desde La Habana hacia el este del país, una travesía inversa que rememorará la «Caravana de la Libertad» que Fidel encabezó al comienzo de la revolución.

El cortejo fúnebre arrancará este miércoles desde La Habana y cruzará la isla durante cuatro días hasta la provincia de Santiago de Cuba, considerada cuna de la revolución, a la que los hermanos Castro siempre estuvieron muy vinculados. Las cenizas serán depositadas el 4 de diciembre durante una ceremonia en el cementerio de Santa Ifigenia.

Con el característico control reglamentario que ejerce sobre las expresiones públicas, el gobierno de Raúl presentó un cronograma con sitios y horas para despedir a Fidel, bajo la égida de la denominada «Comisión Organizadora del Comité Central del Partido, el Estado y el Gobierno para las honras fúnebres del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz».

Quien quiera mostrar sus respetos debe hacerlo mañana entre las 9 y las 22 en el monumento al héroe nacional José Martí, y de nuevo pasado mañana en la Plaza de la Revolución y otros sitios designados en todo el país. En cambio se postergaron por un mes los actos y desfiles militares por el 60° aniversario del desembarco de los expedicionarios del yate Granma, uno de los hitos que marcaron el inicio de la revolución.

Sin esperar el llamado oficial, los cubanos trataban ayer de digerir la noticia y hacerse una idea de cómo será vivir sin la sombra de Fidel, en un país donde la mayoría nació después de la toma de La Habana por una vanguardia de jóvenes que con el paso de las décadas envejecieron sin soltar las riendas del poder.

En las calles de La Habana prevalecía la calma y apenas circulaban vehículos, en un día mucho más apagado de lo habitual. A medida que avanzaba el día, en las avenidas los balcones fueron decorados con banderas cubanas con su típico azul, blanco y rojo, y en las instituciones públicas se vieron carteles con el rostro de quien los cubanos identifican como «comandante en jefe».

«Fidel forma parte de nuestra vida, yo tengo los mismos años que la revolución y aunque es ley de vida, nunca pensamos que llegase ese día», dijo Yanela, vendedora en un agromercado de La Habana.

La prensa estatal reforzó el anuncio de la muerte con ediciones especiales, como el icónico diario Granma y la histórica Juventud Rebelde, que salieron a la calle con tapas negras, mientras sus ediciones web se cubrían de loas a Fidel.

Se estima que la desaparición de Fidel no representará un cambio en el sistema que rige en Cuba, un régimen de partido único y cerrado al disenso, sobre el cual Raúl adoptó reformas para modernizar la economía e inició un deshielo con Washington, luego de cinco décadas de hostilidades que tuvieron su momento cumbre con la crisis de los misiles a principios de los 60.

«Aquí no cambia nada. La única buena noticia es que tenemos un dictador menos, pero aún nos queda otro porque Raúl es un dictador igual que Fidel», declaró la líder de la famosa agrupación disidente Damas de Blanco, Berta Soler.

Cerca del estadio Latinoamericano, el mayor estadio de béisbol de Cuba, los vecinos del lugar conversaban sobre el tema. «Yo vi a Fidel muchas veces en el estadio -dijo Mario, un jubilado de 83 años que evitó críticas o elogios para refugiarse en su memoria-. Recuerdo un juego en 1959 en el que participó como lanzador en un equipo llamado Los Barbudos. Fidel era un hombrón que impresionaba mucho.»

 

 

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