Estudio privado muestra una caída de actividad en Misiones en un marco de recesión que afecta a todo el país

El Indicador Sintético de Actividad de las Provincias (ISAP) que elabora la consultora Federico Muñoz & Asociados correspondiente al segundo trimestre de 2016 muestra una reducción interanual de la actividad económica de casi cinco por ciento en la provincia, número que está en sintonía con lo observado en las restantes 23 jurisdicciones, que también entraron recesión técnica.
El indicador se elabora como una síntesis de diversas variables que impactan en el nivel de actividad, como recaudación de IVA, despachos de cemento, venta de vehículos, pago de salarios, consumo de combustibles, transferencias de Nación, ventas en supermercados, entre otras. El índice que toma valores desestacionalizados, marca una clara tendencia de retracción en la actividad en todas las provincias, incluida la Capital Federal.
La mayor caída es de 9 por ciento y se registró en Santa Cruz, mientras que las únicas provincias que lograron variaciones positivas respecto al segundo trimestre del año pasado son Santa Fe y Córdoba, dos de las beneficiadas por la aplicación del fallo de la Corte Suprema de noviembre de 2015 que le ordenó al Estado Nacional devolver fondos de coparticipación que se habían retenido desde 2006, sin embargo esas dos provincias también están en recesión técnica porque acumulan dos trimestres consecutivos de reducción de actividad.
En el lote de las provincias con una retracción más pronunciada del índice se encuentra Misiones, con una caída de casi 5 por ciento y suma tres trimestres consecutivos con números negativos. San Juan fue la única provincia que acumuló cuatro trimestres de retracción.
La tendencia coincide con los números del Indec, que midió a nivel nacional una caída del PBI de 3,4% por impacto de una sucesión de medidas adoptadas por el gobierno de Cambiemos, entre ellas la salida del cepo, la reducción de las retenciones y la suspensión transitoria de los pagos de la obra pública.
Los indicadores de actividad muestran a esta altura del año una singular heterogeneidad. Esto quiere decir que hay pocos sectores con señales de reactivación, como la venta de automotores y de propiedades inmuebles o gastos en turismo hacia el resto del mundo.
Hay otros con señales de promesa de mejora como la economía agropecuaria extensiva, con la llegada de las primeras cosechas, y la construcción con la aceleración de ritmo de licitaciones y adjudicaciones de obras públicas.
Y otros que persisten en la senda francamente recesiva, como es el caso de los bienes de consumo no durable, como alimentos, perfumería y cosmética y semidurables como textiles, vinculados a la pérdida de poder de compra de los salarios y también del clima atípico, que afectó a muchos productos dominados por la estacionalidad, y los exportadores a Brasil, como la rama de la producción automotriz y metalmecánica, principalmente.
Tanto en el Gobierno como los economistas esperaban que a esta altura llegaran los brotes verdes, con la lluvia de dólares que se prenunciaban desde el inicio del año por parte de grandes empresas de singulares programas de inversión, y los primeros 5.000 millones de dólares del blanqueo de capitales que ingresaron entre fines de octubre y la primera quincena de noviembre.
Más aún porque la primera mitad del año fue muy afectada por los efectos de la «normalización» de la economía con la eliminación de las retenciones, la unificación del mercado de cambios, las compensaciones de las ventas de dólares a futuro, el cambio del régimen de importaciones al cambiarse el sistema de Declaración Jurada Anticipada de Necesidades de Importación (DJAI), por el Sistema Informativo de Importaciones (SIM), y los primeros ajustes de tarifas de combustibles, transporte, agua, luz y el traumático rebalanceo en el caso del valor del gas domiciliario, además de cambios impositivos y refuerzo de los programas de asistencia social.

JRC EP

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