Hacia una cultura del encuentro

Con motivo del día de la diversidad cultural, en el auditorio de la Universidad Católica Argentina, disertó su rector Monseñor Víctor Fernández sobre la propuesta de Francisco a peregrinar hacia una cultura del encuentro. Memorando a Bergoglio en su eterno rechazo a las dialécticas que enfrentan, y su ideal del poliedro, o sea muchas facetas, donde cada una de ellas conforma una unidad cargada de matices.

“Un poliedro, es una sociedad donde las diferencias pueden convivir complementándose, enriqueciéndose e iluminándose unas a otras”. Ansiando dicha sociedad con una cultura hacia “el otro”, que se transforme de una pasión compartida a un estilo de vida con el objetivo de encontrarse, coincidir, tender puentes hacia el que está en las periferias, ya que ve cosas que no vemos y tiene otro punto de vista y que el pueblo sea protagonista de esta cultura; no una “elite” que busque una pacificación aparente con recursos profesionales y mediáticos.

Francisco nos llama a no huir de los conflictos ni ignorarlos, pero si aceptarlos y sufrirlos hasta el fondo con el ideal de resolverlos y de lograr armonizar las diferencias aunque tengamos que renunciar a algo. En busca de un pacto cultural que signifique haber aprendido a reconocer “al otro” como otro; que cada uno se pueda expresar pacíficamente sin ser insultado o condenado, o agredido, o descartado por causa de su propia cultura, modo de ver la vida, de salir adelante, de opinar, de sentir y de soñar; entregándose más allá de los propios intereses. Donde se integren los descartables, los olvidados, los invisibles, esos que no vemos cotidianamente ya que ellos también tienen derecho a vivir con dignidad y a ser integrados.

El no acepta lo acostumbrado políticamente: que "el otro" deba desaparecer; si a lo positivo de dar lugar para el disenso; ya que la política es indispensable aunque a veces cierra los canales de encuentro.

Todos, por su dignidad inalienable, participan en la construcción del bien común y deben tener voz y voto desde su propia perspectiva. Si no se reconoce sinceramente esto, no habrá jamás una cultura del encuentro, y tanto la política como la economía irán por otros caminos”

“Un buen político opta siempre por generar procesos más que ocupar espacios””, (EG, 222-223).

Fernández aclaró que: “no basta sólo respetar al otro para que podamos encontrarnos en un gran proyecto nacional. Se necesita que nazca en cada uno el deseo de que el otro pueda desarrollarse y realizarse en la vida sin dejar de ser el mismo”.

“El solo hecho de haber nacido en un lugar con menores recursos o menor desarrollo no justifica que algunas personas vivan con menor dignidad” (EG 190).

La verdadera felicidad de un dirigente debería estar en servir “al otro”, ser sensible, aprender a llorar con los que lloran, en estar cerca de los que están tristes, poner el hombro, dar un abrazo, conversar de corazón a corazón; intentar instalar una economía al servicio de su pueblo. En recoger sus experiencias y perspectivas, logrando construir sobre bases sólidas la infraestructura que requieran las necesidades de los trabajadores excluidos y familias marginadas en aras de una globalización de la esperanza y una verdadera justicia social; ello alejará dos terribles síndromes: la exclusión e indiferencia.

Los derechos de una persona no se originan por lo que ha heredado de su familia, por la portación de un apellido, ni en sus capacidades, y ni siquiera en la formación que ha recibido; su valor está en la inquebrantable dignidad que posee como ser humano, aseveró Fernández.

En su visita por Bolivia y África, en el pasado año, Francisco nos habló del futuro de la humanidad: “El futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las elites. Está fundamentalmente en manos de los pueblos, en su capacidad de organizarse y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio”; y acerca del flagelo de la corrupción que nos roba la alegría y paz: “Si no querés corrupción en tu corazón, en tu vida, en tu patria, empezá vos” aseveró.

La unión, no es imposible; podemos crear una cultura del encuentro optando por caminos apropiados para fomentar el respeto mutuo, la escucha, la integración de todos, la paz social. A esto el Papa Francisco nos convoca: “crear una cultura del encuentro”.

En nuestras vidas, todos vivimos similares momentos; todos nos emocionamos, instruimos, erramos, luchamos por brindar a los nuestros un futuro pretendiendo influir en algo en el rumbo  de las tendencias sociales y económicas. Todos pensamos en el ser humano como eje (espacio) y en un Dios (tiempo).

Estamos viviendo con un oportuno y propicio “viento” para “cargar velas” y así poder navegar capeando tempestades, evitando los arrecifes de una sociedad “de unos pocos para unos pocos” (EG 238). Reconociendo que de todos se puede aprender algo, que nadie es inservible ni prescindible, con una cultura del encuentro gracias al faro del Vaticano en aras de unas sociedad justa, memoriosa y sin exclusión, más allá de los propios intereses.

Sabemos que mejor que decir es hacer. Francisco tras lo dicho en la JMJ de Rio 2013, con sus gestos nos “baliza” la tendencia con las últimas designaciones en cada país y en el nuestro en particular; Rosario, Zarate-Campana, San Juan, Tucumán y otras en ciernes. Un gesto cúlmine por la dignidad de mujeres y hombres del mundo sin distinción de edades ha sido la creación del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral a cargo del cardenal Peter Turkson, el cual disuelve y unifica las funciones del Consejo Pontificio Justicia y Paz, el Consejo Pontificio “Cor unum”, el Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes y el Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud.

Esta en nosotros: “vivir bien”, vivir más allá de los horizontes particulares al servicio de los demás, no tan sólo “pasarla bien”. La unión, no es imposible; podemos crear una cultura del encuentro optando por caminos apropiados para fomentar el respeto mutuo, la escucha, la integración de todos, la paz social. A esto el Papa Francisco nos convoca: “crear una cultura del encuentro”.

Todo a su tiempo y armoniosamente, “el tiempo es superior al espacio”, (Francisco).

Colaboración: Gabriel Alsó

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