Secuestro del comerciante chino: no había guerrilla ni tráfico de armas detrás del equipamiento militar decomisado

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La jueza Federal de Posadas, María Verónica Skanata, fue contundente en su resolución: “Decretar la falta de mérito al capitán del Ejército Argentino Eduardo Enrique Saravia, por no existir elementos que lo vinculen con las actividades relacionadas al secuestro del ciudadano de nacionalidad china Weihan Wu, alias ‘Daniel’”. El oficial había tenido que declarar porque equipamiento militar de su propiedad había aparecido en la casa donde estuvo cautivo el comerciante oriental secuestrado entre el 16 y 17 de agosto en Posadas, hecho por el que hay cinco procesados con prisión preventiva.
Las tiendas de campaña, 40 uniformes y sus accesorios, además de mochilas, botas, cinturones, linternas, portacargadores y otros elementos estaban embalados y depositados en una de las habitaciones de la casa 3 de la manzana 38 del barrio San Isidro. Su presencia en el lugar donde había estado cautivo 12 horas el chino, que luego escapó por sus propios medios, disparó todo tipo de especulaciones. Desde que los captores eran una célula del temido grupo guerrillero Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) hasta la presencia de una banda internacional multirubro dedicada, entre otras cosas, al tráfico de armas y a los secuestros extorsivos.
Finalmente, determinó la Justicia Federal no era ninguna de las versiones. Saravia , un oficial especializado del Ejército, durante años fue comprando esos elementos para los cursos que realizaba y había aceptado la propuesta de un subordinado suyo, el soldado voluntario Maximiliano Nicolás Penayo, de guardar sus equipos en una vivienda que había alquilado recientemente.
Penayo es uno de los procesados por el secuestro del comerciante Wu. Lo comprometen seriamente testimonios y pericias telefónicas. Él trabajaba con Saravia y le ofreció guardar las cosas, porque la casa que le habían asignado al capitán no reunía las condiciones para resguardar correctamente el material bélico.
Saravia se enteró por la prensa de las especulaciones que estaban haciendo sobre sus equipos y acudió primero a la Policía y después a la Justicia. Declaró ante la jueza Skanata que vino a Posadas desde Buenos Aires en febrero de 2014 y que le asignaron un departamento céntrico, pero como en el lugar no tenía espacio para guardar sus pertrechos, le dieron autorización para que lo hiciera en una casita de madera del predio militar de la avenida San Martín.
“Me salió una comisión para ir a Colombia durante un año y esa casa estaba en un estado muy deteriorado. Hay mucha humedad y salen hormigueros del suelo. El día 3 de agosto me fui para hacer una limpieza y me encontré con un tacurú tapando todos mis muebles y hasta una máquina para cortar césped. Yo tenía pensado limpiar con unos soldados voluntarios, entre ellos Penayo, y dejar las cosas ahí. Mientras limpiábamos, el soldado Penayo me dice que había alquilado una casa hace poco y que podía guardar ahí las cosas”, contó el capitán.
Saravia dijo que al principio dudó, pero luego aceptó y en dos viajes, con la ayuda de soldados y autorización de sus superiores, llevaron las cajas con los elementos.
“Penayo me dice que se iba a mudar ahí, pero que todavía no lo había hecho. Y yo le pregunto ‘cuánto pagás de alquiler’? Y me dijo seis mil pesos. ‘Cómo lo pagás’, le insistí, porque debía estar ganando 10 o 12 mil pesos. Él no me contestó, se rió nomás”, añadió el militar en su declaración.
Penayo no le había mencionado que el alquiler de esa casa lo había gestionado con dos amigos orientales que hoy están procesados y presos como él por el secuestro: Lin Shihua y Alejandro Senesoopha . Cuando el capitán se enteró de esto y que Shihua ya estaba arrestado, vio una complicación seria en el horizonte.
De todo lo incautado en la casa de San Isidro, Saravia aseguró que no era de él: un ansiolítico decomisado, la tarjeta “free pass” de la Fuerza Aérea que apareció en la vivienda, una mochila negra, una linterna grande y las cajas de proyectiles de calibre 22 y 9 milímetros.
“En estos quince años que llevo en la profesión, al ser oficial de Infantería, entrenando, preparándome para la guerra, que es mi razón de ser, he realizado muchos cursos de combate, que son voluntarios. Cada uno de estos cursos exige un montón de equipos que no son provistos por el Ejército y que uno tiene que comprarse. Todos estos equipos que salieron a la luz los he comprado a través de eBay, Mercado Libre, Sastrería Militar de Buenos Aires, rezagos militares y a camaradas y superiores que han pasado a retiro. Yo no tengo nada que ver con esta causa. Me preocupa que esto suceda en este momento, cuando después de haber pasado por un proceso de formación y selección durante todo este año y haya quedado elegido para formar parte de la misión de Observadores Militares en Colombia, y que esto me perjudique y no pueda ir”, remató el capitán.
La Justicia corroboró los dichos del oficial. El propio Penayo lo desligó del hecho. Y así quedó aclarado el origen del equipamiento. No había célula guerrillera, no había banda trasnacional. El capitán tuvo la mala suerte de que sus cosas aparecieran en el lugar equivocado en el momento equivocado.

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